Cuente las estrellas en un cielo vacío. Michael Youssef
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Название: Cuente las estrellas en un cielo vacío

Автор: Michael Youssef

Издательство: Bookwire

Жанр: Религия: прочее

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isbn: 9781646911097

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СКАЧАТЬ se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán. Tomó, pues, Abram a Sarai su mujer, y a Lot hijo de su hermano, y todos sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán, y salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegaron.

      Y pasó Abram por aquella tierra hasta el lugar de Siquem, hasta el encino de More; y el cananeo estaba entonces en la tierra. Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido. (Gn. 12:4-7)

      La séptima promesa es: «A tu descendencia daré esta tierra», la tierra de Canaán. Implícita en las siete promesas está la promesa de Dios de estar presente con Abraham. Dios promete su presencia a todos los que se arrepienten del pecado y se vuelven hacia Él en busca de perdón. Nosotros somos sus hijos, y Él nos ama con fuerte amor paternal.

      Es educativo notar el contraste entre estas siete maravillosas «promesas» de Dios y las cinco declaraciones rebeldes de Satanás. En Isaías 14, Satanás dice:

      Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.(vv. 13-14)

      Debido a la jactancia rebelde de Satanás, Dios expulsó a Satanás del cielo. Las «afirmaciones de Dios» son promesas de amor. Las «declaraciones de Satanás» son alardes de odio.

      Cuando Dios hace sus siete «promesas» en Génesis 12, lo único que le pide a Abraham que haga a cambio es alejarse de su pasado, con sus ídolos y pecado, y que fuera a una nueva tierra que Dios le mostraría. Si Abraham lo hacía, Dios derramaría esas bendiciones septuplicadas sobre la vida del patriarca. Cuando Dios dice «Yo lo haré» y nosotros respondemos a su promesa, Él nos bendice.

      Hay una progresión natural en las promesas que Dios le hace a Abraham. Van de una gloria a otra. La vida cristiana no es un estado estático e inmóvil. Dios no diseñó esta vida para que fuera una sala de espera. Diseñó la vida cristiana para que fuera una travesía, una progresión, una aventura.

      A veces parece una carrera de obstáculos. Pero mientras caminamos, crecemos y nos movemos de gloria en gloria. Usted puede ver la progresión de una gloria a la siguiente en las siete promesas que Dios le hace a Abraham.

      Promesa #1: La tierra que te mostraré

      La primera promesa de Dios a Abraham es «la tierra que te mostraré». La séptima y última promesa para Abraham es «A tu descendencia daré esta tierra». Abraham va de ver, a recibir. Primero, Dios le mostraría la tierra; por último, Abraham la posee.

      Su confianza total en Dios es la clave para recibir las promesas de Dios.

      De la misma manera, Dios nos dice: «Voy a mostrarte las grandes bendiciones que tengo para ti mientras caminas conmigo y me sirves, si me mantienes en el primer lugar de tu vida». Y un día vendrá cuando alcancemos la tierra que Él ha prometido, y poseeremos esa tierra, gobernaremos y reinaremos con Él para siempre.

      Pero debemos elegir caminar con Él hacia la tierra que nos ha mostrado. Debemos elegir confiar en Él, obedecerle e ir hacia donde Él nos dirija. Siempre que yo elijo ir por mi propio camino, soy apaleado, termino derrotado y pierdo mi camino. Pero siempre que voy a donde Él elige, soy totalmente bendecido. Usted probablemente puede aseverar la misma verdad en su propia vida.

      Dios nos ha dado el don del libre albedrío, y podemos usarlo para elegir su camino o ir por el nuestro. Sea cuidadoso con la elección que haga. Sí, usted puede elegir ir por su propio camino, establecerse en Harán después de que Dios le ha llamado a Canaán. Y Dios le dejará salirse con la suya, al menos por un tiempo. Pero encontrará que, al hacerlo, nulificará la promesa de Dios para usted. Cuando vaya por su propio camino, hallará que no hay bendición al final del sendero.

      Pero si usted se toma de su mano y va a donde Él le dirija, le bendecirá en formas que no puede comenzar a imaginar.

      Promesa #2: Haré de ti una nación grande

      La segunda promesa de Dios a Abraham es que se convertiría en una gran nación. Esta es la primera de muchas promesas incondicionales que Dios le hizo a Abraham. Es bueno que haya sido incondicional, porque si hubiera estado condicionada a la fidelidad y el desempeño de Abraham y de sus descendientes, la promesa hubiera sido hecha nula y sin efecto muy rápidamente. Abraham le falló miserablemente a Dios, y así lo hicieron sus descendientes.

      Una y otra vez en las Escrituras vemos que hay promesas condicionales y promesas incondicionales. Muchos cristianos confunden las dos. Reclaman las promesas condicionales sin haber cumplido las condiciones.

      Cuando Dios nos escogió en Cristo, fue un acto de pura gracia. Fue incondicional. No tuvo nada que ver con nosotros. Estábamos perdidos en pecado y éramos incapaces de cumplir con las demandas de un Dios justo y santo. Nuestra salvación fue un regalo de su gracia, no basada en nuestras obras. No tuvimos nada que ver con nuestra salvación excepto en la decisión de recibirla. Pero ahora que somos salvos, hallamos que hay una cantidad de promesas condicionales en nuestro andar cristiano.

      No obstante, Abraham le tomó la palabra a Dios y contó estrellas, incluso aunque no podía verlas. Esa es una fe genuina en el más puro sentido bíblico.

      «Pero, Señor, ¡soy viejo!». Comienza a contar estrellas, Abraham.

      «¿Qué si me desvío de tu voluntad?». Sigue contando estrellas, Abraham.

      «Pero, Señor, ¿qué si mis descendientes te abandonan?». Sigue contando estrellas, Abraham.

      «¿Qué si se vuelven idólatras? ¿Qué si adoran a Baal o a Moloc?». Sigue contado estrellas, Abraham.

      ¿Por qué haría Dios la promesa incondicional a Abraham de que haría de él una gran nación? Porque la grandeza de esa nación no dependía de la fidelidad de Abraham o sus descendientes. La promesa incondicional de Dios a Abraham no fue cumplida por él o sus hijos. La promesa incondicional de Dios fue cumplida por «la simiente» de Abraham. ¿Quién o qué es «la simiente» de Abraham?

      El apóstol Pablo responde esta pregunta en su epístola a los Gálatas: «Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo» (Gál. 3:16; ver Gn. 12:7; 13:15; 24:7). Durante siglos, los eruditos y maestros judíos malinterpretaron lo que significaba la promesa de Dios. Interpretaron «simiente» en un sentido de plural colectivo, sin darse cuenta nunca de que Dios estaba usando simiente en un sentido singular, refiriéndose no a muchas sino a una, Jesús el Mesías.

      Millones de personas alrededor del mundo hoy y miles de millones a lo largo de la historia han adorado al Dios viviente por las bendiciones que Él derramó sobre Abraham, bendiciones que se cumplieron en Jesús. Como Pablo escribe en Gálatas 3:

      Así СКАЧАТЬ