Название: Cuente las estrellas en un cielo vacío
Автор: Michael Youssef
Издательство: Bookwire
Жанр: Религия: прочее
isbn: 9781646911097
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Siete promesas
¿Alguna vez ha intentado contar las estrellas?
El astrónomo grecorromano Claudio Ptolomeo, que vivió en Alejandría, Egipto, en el siglo 11 a. C., fue el primer científico en catalogar las estrellas visibles en el cielo nocturno. Su libro Almagesto, traza la posición de 1022 estrellas, todas las que Claudio Ptolomeo podía ver.
Casi mil cuatrocientos años después de Claudio Ptolomeo, el astrónomo danés Tycho Brahe, descubrió un error en la obra de su colega, y decidió hacer un registro nuevo y más preciso de las estrellas. Tycho fue una paradoja andante, un científico con una mente disciplinada y lógica, que también fue conocido por sus extremos emocionales. Como estudiante universitario, se enfureció por un comentario que hizo su primo, y combatieron en un duelo de espadas en la oscuridad. El primo dio un golpe que arrugó la frente de Tycho y le cortó la nariz, y Tycho usó una nariz hecha de latón por el resto de su vida.
Tycho comenzó a registrar sus observaciones nocturnas de las estrellas en 1563. El telescopio aún no se había inventado, pero él usó los aparatos de medida más precisos de su era para trazar la posición exacta de cada estrella visible. Completó su registro de mil estrellas en 1597, treinta y cuatro años después de comenzar.1 Imagine la dedicación de Tycho Brahe, al dedicar casi tres y media décadas de su vida a una tarea: contar las estrellas del cielo y registrar su posición.
En Génesis 15, Dios usa la imagen de contar las estrellas como una analogía de la fe en sus promesas. Dios le dice a Abraham que cuente las estrellas, y le promete que sus descendientes serán tan numerosos como las estrellas del cielo. En ese punto de su vida, Abraham ya estaba en sus ochenta y no tenía hijos. Sin embargo, Dios le había prometido descendientes, y Abraham creyó en la promesa de Dios.
Cuando usted observe de cerca la travesía de fe de Abraham, verá que no todo fue sencillo; él enfrentó muchos desafíos en su caminar con Dios. Experimentó duda y temor. Batalló contra sus propios demonios internos. Fue hacia la izquierda cuando Dios le dijo que fuera a la derecha. Falló y pecó. A menudo estuvo tentado a abandonar su fe en Dios, pero Dios dijo: «¡Sigue contado estrellas, Abraham! Sigue confiando en mis promesas».
La razón por la que Abraham es una figura central del Antiguo Testamento es porque perseveró en su fe. Continuó contando estrellas a pesar de las circunstancias. Todo lo que Abraham tenía para continuar eran las palabras de Dios habladas a su propio corazón. Abraham no tenía una Biblia. No tenía un pastor, un grupo de estudio bíblico ni un sitio web cristiano que le ayudara a comprender las palabras de Dios. Lo único que tenía eran las palabras del Dios todopoderoso, habladas directamente a él, diciendo: «Yo sé que no tienes estrellas justo en este momento, pero comienza a contar estrellas de todas formas».
La primera noche en que Dios sacó a Abraham de su tienda y le mostró el cielo nocturno, el dosel de estrellas en lo alto se convirtió en el símbolo duradero de la confianza de Abraham en Dios. Esas estrellas fueron el símbolo centellante de la luminosa fe de Abraham en Dios hasta el día en que exhaló su último aliento.
Atrapados en Harán
La historia de Abraham comienza con los últimos versículos de Génesis 11. El nombre que se le dio a Abraham al nacer fue Abram, que significa «padre exaltado» en el idioma hebreo. Dios cambiará el nombre de Abram a Abraham («padre de una multitud») cuando tenga noventa y nueve años y reciba el pacto de la circuncisión.2 A lo largo de este libro, para evitar la confusión, lo llamaré por su último nombre, Abraham.
Nació en la ciudad de Ur de los caldeos, en la ribera sur del río Éufrates en la baja Mesopotamia, la tierra hoy conocida como Irak. Su padre fue Taré y sus hermanos fueron Nacor y Harán (el padre de Lot). Josué 24:2 nos dice: «Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abraham y de Nacor; y servían a dioses extraños». La esposa de Abraham se llamaba Sarai (después sería llamada Sara), y no podía concebir un hijo.
En Génesis 12, Dios le dice a Abraham:
.. .Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. (vv. 1-3)
De modo que Abraham, su esposa Sarai, su padre Taré y su sobrino Lot partieron hacia Canaán, pero algo sucedió en el camino. Se detuvieron en la ciudad asiria de Harán en la alta Mesopotamia. Hoy, usted puede visitar las ruinas de Harán, localizadas cerca de la aldea de Altinba^ak, al sur de Turquía. En el tiempo de Abraham, Harán era una ciudad bulliciosa y rica, un sitio de actividad religiosa, cultural y comercial. Aunque Dios había llamado a Abraham a la tierra de Canaán, él y su familia se detuvieron y se quedaron en Harán.
La Biblia no nos dice por qué se establecieron ahí, pero las razones no son difíciles de adivinar: Harán es una ciudad mundana y emocionante, la versión del mundo antiguo de Las Vegas. Probablemente no fue Abraham quien escogió establecerse en Harán; eso casi con certeza fue decisión de Taré. El padre de Abraham, un hombre que «servía a dioses extraños», fue atraído por la mundanalidad, la gente y la vida nocturna de Harán. Era una ciudad llena de templos y altares a falsos dioses. Abraham no estaba de acuerdo con su padre, pero respetó sus deseos. Así que, incluso aunque Dios había llamado a Abraham a la tierra de Canaán, Taré y toda su familia fijaron su residencia en Harán.
Abraham y Sarai permanecieron atrapados en Harán hasta que Taré murió.
Un lugar de transigencia y confusión
La vida de Abraham es un espejo de la suya y la mía.
Como Abraham, cada creyente, cada seguidor del Señor Jesucristo, ha sido llamado por Dios para salir del antiguo país del pecado e ir a una nueva tierra, una tierra prometida. Todos nacimos en el país del pecado. Nacimos de espaldas a Dios, en una condición de rebelión, con corazones que eran indiferentes y hostiles hacia Él. Nuestra vida precristiana fue nuestro Ur de los caldeos.
Dios nos llamó y nos dijo: «Ven y sígueme. Deja tu vida de pecado, aléjate de tus viejos caminos. Despójate de tu egoísmo, obstinación y rebelión, de tu confusión y desamparo, y comienza a caminar en el camino que te mostraré. Perdonaré tus pecados por la sangre derramada de mi Hijo, Jesucristo. Sanaré tu espíritu herido y tu alma lastimada. Te daré una nueva identidad. Te daré un corazón que desee obedecerme. Te adoptaré como mi hijo, y te convertirás en heredero de todo lo que pertenece a Jesús. Esa es mi promesa para ti, más cierta y confiable que las estrellas del cielo. Desde ahora en adelante, quiero que cuentes las estrellas, porque las bendiciones que derramaré sobre tu vida serán más numerosas que las estrellas de los cielos».
Cuando usted toma la decisión de seguir a Cristo, y ha pasado de muerte a vida eterna, de condenación a perdón, ese es el mensaje que Dios ha hablado a su vida. Puede no haber escuchado el mensaje en esas palabras. Puede no haber comprendido lo que Dios le estaba diciendo. Pero ese fue su mensaje para usted al darle СКАЧАТЬ