Cuente las estrellas en un cielo vacío. Michael Youssef
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Название: Cuente las estrellas en un cielo vacío

Автор: Michael Youssef

Издательство: Bookwire

Жанр: Религия: прочее

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isbn: 9781646911097

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СКАЧАТЬ emocionante es conocer a Jesús! ¡Qué aventura es pertenecer a Él! Y usted comenzó a contar las estrellas de bendiciones que Dios estaba derramando sobre su vida. Él lo llamó a salir de Ur y puso sus pies con dirección hacia la tierra prometida, hacia Canaán. Usted estaba emocionado de estar en su nuevo caminar con Dios.

      Pero a lo largo del camino, algo sucedió: lo mismo que le sucedió a Abraham. Después de rendir su vida a Jesús y de experimentar el gozo de conocerle, la emoción se desgastó. Se halló a sí mismo empantanado en la mitad de su travesía. Se halló a sí mismo en Harán.

      ¿Qué es Harán? Es un Las Vegas espiritual. Es un lugar de transigencia, confusión y pecado. Es un lugar de obstrucciones y barricadas espirituales, un lugar en donde usted pierde su gozo y la voluntad de avanzar hacia Dios. Es un lugar de estancamiento, un lugar en el que su caminar espiritual llega a un alto.

      Dios lo salvó de Ur para que pudiera tener una vida victoriosa en Canaán. Lo bendijo con todas las ricas bendiciones de Canaán. Como nos dice el apóstol Pablo, la voluntad de Dios es que usted pueda continuamente crecer y cambiar «de gloria en gloria», y que cada nuevo día se vuelva más y más como Cristo.3

      No obstante, está aquí, atrapado en Harán, varado en Las Vegas espiritual.

      Comenzó bien cuando le dijo que sí a Jesús. Pero poco después, comenzó a mezclar lo antiguo con lo nuevo. Se estableció la transigencia. Comenzó a conformarse con la mediocridad de una fe poco entusiasta. ¿Cómo escapa de Harán? ¿Cómo escapa de las garras de Las Vegas espiritual y regresa al camino a Canaán? ¿Cómo sale de la zanja y regresa a ese plano más elevado de fe y gloria?

      No transija con el mundo

      Cuando Dios llamó a Abraham, él estaba empapado de la adoración a falsos dioses. La idolatría había hundido sus garras profundamente en el alma y la carne de la familia de Abraham. Muchos cristianos asumen que la gente cuyas historias se narran en la Biblia fueron súper santos. ¡No es verdad! Eran personas de carne y hueso que fallaban y pecaban, tal como usted y como yo lo hacemos. Eso definitivamente es cierto respecto de Abraham y de su familia.

      En Génesis 29 al 31, hallamos la historia del nieto de Abraham, Jacob, y su matrimonio con Lea y con Raquel, las dos hijas de Labán, el sobrino nieto de Abraham. Labán había engañado a Jacob para que trabajara para él por catorce años como una dote por Raquel. Después, persuadió a Jacob de trabajar seis años más después de que terminaron los catorce. Finalmente, Jacob decidió que ya había tenido suficiente, y tomó a sus dos esposas, sus sirvientes y sus posesiones y huyó.

      Antes de que Raquel se uniera a Jacob, fue a la tienda de Labán y hurtó los ídolos de su padre, sus falsos dioses.4 La Biblia no nos dice por qué robó los ídolos. Quizá Raquel era una idólatra y pensó que los ídolos le darían buena suerte. Pero esta escena muestra que el pecado de idolatría estaba profundamente incrustado en la familia de Abraham. No hay nada más ofensivo para Dios que cuando sus hijos, a quienes Él ha redimido y salvado, comienzan a mezclar falsa religión con la verdad, los caminos de su antigua vida con el de la nueva.

      En Apocalipsis 3, el Señor se dirige a la iglesia de la ciudad de Laodicea, y condena a aquella iglesia por tener un pie en el mundo y otro pie en la vida cristiana. «Yo conozco tus obras —dice—, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca» (vv. 15-16).

      Ese tipo de tibieza espiritual fue lo que Abraham vivió en Harán. A medio camino entre Ur y Canaán, Abraham había alcanzado el punto de media obediencia a Dios, y ahí se quedó. Dios tuvo que sacar a Abraham de Harán, porque Él es un Dios celoso. No compartirá a sus hijos con el mundo, y no dejará a sus hijos en una tierra de una fe a medias.

      Algunos creyentes hacen concesiones en su fe porque desean ser aceptados por el mundo. No quieren que los odien o que se burlen de ellos por su obediencia a Cristo. No quieren ser acusados de ser sexistas y de llevar a cabo una «guerra contra las mujeres» por oponerse al aborto. No quieren ser acusados de ser intolerantes y homofóbicos por pronunciarse a favor de la definición bíblica del matrimonio.

      Es una mentira de Satanás que los cristianos sean indiferentes y prejuiciados y que no crean en la igualdad. No debemos de sorprendernos de que el mundo nos deteste. Jesús dijo que el mundo nos odiaría porque el mundo lo odió a él.5 Como cristianos, amamos a la gente homosexual con el amor de Cristo, incluso aunque no apoyamos su conducta ni el matrimonio del mismo sexo. No obstante, he conocido pastores que estaban tan desesperados por evitar ser llamados antigay que sacrificaron la verdad bíblica en el altar de la aceptación del mundo. Transigieron con su fe y se establecieron en Harán.

      El mundo odia nuestra justicia, nuestros estándares bíblicos y nuestro mensaje del evangelio. Debemos esperar el ser odiados y perseguidos, y no debemos dejar que el odio del mundo nos impida obedecer al Señor. Cuando obedecemos a Dios, seguimos el ejemplo de Noé. Hebreos 11 nos dice: «Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe» (v. 7).

      Noé no tenía la intención de condenar deliberadamente al mundo al vivir fiel y obedientemente delante de Dios. Él quería salvar al mundo e invitar a tanta gente como fuera posible para unirse a él y a su familia en el arca. Pero cuando sus vecinos vieron su fe y su obediencia, se sintieron condenados. Su propia pecaminosidad y culpa los condenaron.

      No tenemos ni que abrir la boca para condenar a la gente que nos rodea por su pecado. Nuestra forma de vivir obediente y moral enfurecerá a aquellos que se rebelan contra Dios. No se sorprenda de su odio vengativo. En lugar de ello, regocíjese en sus falsas acusaciones. Es correcto, ¡regocíjese! Eso es lo que Jesús nos dice en las Bienaventuranzas: «Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros» (Mateo 5:11,12).

      Una promesa en siete partes: «Yo lo haré»

      Después de que el padre de Abraham murió, Abraham continuó en la travesía. Tuvo que dejar su pasado atrás. Tuvo que renunciar a todo lo que había sido cercano y querido para él en Ur. Tuvo que mudarse a un lugar que nunca había visto, un lugar que era extraño y desconocido para él.

      La excursión de Abraham hacia Canaán debió haber sido una travesía solitaria. Sí, Sarai iba con él, y su sobrino Lot. ¿Pero comprendieron el extraño llamado que Dios le había hecho? ¿Comprendieron cuando Abraham escuchó una voz que ellos no podían escuchar, cuando recibió el llamado que no podían entender, que Abraham estaba en contacto directo con Yahvé, el hacedor del universo? Lo dudo. Creo que Abraham debió haberse sentido totalmente solo con este llamado que Dios había hablado a su corazón y su alma.

      Pero Abraham no estaba solo. Dios estaba con él, y Dios era lo único que él de verdad necesitaba.

      Usted y yo tenemos un gran privilegio como cristianos. Nunca tenemos que caminar solos en nuestra vida cristiana. Dios está con nosotros. Nuestros hermanos de la iglesia están con nosotros. Esa es la promesa de Dios para nosotros, tal como fue su promesa para Abraham: nunca estamos solos.

      En los tres primeros versículos de Génesis 12, Dios le dice a Abraham: Te mostraré una tierra. Te convertiré en una gran nación. Te bendeciré. Engrandeceré tu nombre. Bendeciré a quien te bendijere. Maldeciré a quien te maldijere. Dios hace siete «promesas» a Abraham. Si usted está llevando la cuenta, puede haber notado que solo he listado seis. Eso es porque Dios le da a Abraham la séptima promesa después. Dios dijo las primeras seis СКАЧАТЬ