Название: 17 Instantes de una Primavera
Автор: Yulián Semiónov
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Expediciones
isbn: 9789874039255
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Miró al Gruppenführer SS Müller, jefe de la Gestapo, y dijo:
—No quisiera despertar en usted la maligna quimera de las sospechas en relación a unos compañeros de partido y lucha común, pero los hechos dicen lo siguiente: Primero: Stirlitz, aunque de manera indirecta, tiene algo que ver con el fracaso de la operación en Cracovia. Estaba allí, pero la ciudad, por una extraña conjunción de circunstancias, quedó intacta, cuando debió haber estallado. Segundo: investigaba la desaparición de una V-2, pero no la encontró; lo cierto es que desapareció, y ruego a Dios que se haya hundido en los pantanos de Vístula y Visloca… Tercero: también ahora se ocupa de varios problemas relacionados con el arma de la venganza, y aunque por ahora no se puede hablar de fracasos, tampoco vemos éxitos, ni avances, ni evidentes victorias. Ocuparse de los problemas no sólo significa detener a los descontentos. También significa ayudar a los que razonan con precisión y con vistas al futuro… Cuarto: el transmisor portátil que, a juzgar por la clave, trabajaba para el servicio de espionaje estratégico de los bolcheviques, y del que se ocupaba Stirlitz, sigue funcionando en los alrededores de Berlín. Me sentiría feliz, Müller, si usted de inmediato, sin esperar a que nos traigan sus papeles, pudiera refutar mis sospechas. Simpatizo con Stirlitz, y me gustaría que usted desmintiera con pruebas documentadas estas sospechas que me han surgido de improviso.
Müller había trabajado toda la noche, le zumbaba la cabeza, y respondió sin sus toscas bromas habituales.
—Nunca he recibido información negativa sobre él. En nuestro trabajo nadie está asegurado contra errores y fracasos.
—O sea ¿le parece que mi error es enorme?
En la pregunta de Kaltenbrunner había acentos duros, que Müller, a pesar del cansancio, supo captar.
—Bueno… —replicó, titubeando— Cuando aparece una sospecha, debe analizarse desde todos los ángulos, si no, ¿para qué sirve mi departamento? Podrían considerarnos vagos, que intentan evadir el frente ¿Tiene algunos hechos más? —preguntó Müller.
Kaltenbrunner tosía y se tapaba la boca con la mano. El tabaco le hizo toser durante largo rato, su cara se tornó azul, y las venas del cuello se le hincharon y amorataron.
—¿Qué quiere que le diga? —dijo, secándose las lágrimas—. No sé qué decirle… Pedí que se grabaran sus conversaciones con mi gente durante varios días. Los que gozan de mi plena confianza hablan abiertamente sobre lo trágico de la situación, la estupidez de nuestros militares, el cretinismo de Ribbentrop, el idiota de Goering y la terrible suerte que nos espera a todos si los rusos entran en Berlín… En cambio, Stirlitz responde: «Tonterías, todo va bien, la situación es normal…». El amor a la patria y al Führer no consiste en mentir ciegamente a los compañeros de trabajo… Me pregunto si no será un idiota. Tenemos a muchos estúpidos que repiten sin pensar los galimatías de Goebbels. Pero no, no es un idiota ¿Por qué, entonces, no es sincero? Desconfía de todos, o teme o planea algo y quiere que lo vean inmaculadamente puro ¿Qué es lo que planea? Todas sus operaciones deben tener una salida al extranjero, hacia los neutrales… Me pregunto: ¿regresaría de allí? Y si volviera ¿no se ligaría allá con la oposición o con otros canallas? Y no puedo contestarme exactamente en sentido positivo o negativo…
Müller preguntó:
—¿Quiere ver su expediente o me lo llevo?
—Lléveselo —respondió Kaltenbrunner con astucia, pues ya había tenido tiempo de estudiar todos los materiales—. Tengo que ir a ver al Führer en seguida. Müller miró a Kaltenbrunner interrogativamente. Esperaba que le diera noticias frescas del Bunker8, pero Kaltenbrunner no dijo nada. Tiró de la gaveta inferior de la mesa, sacó una botella de «Napoleón», acercó la copa a Müller y le preguntó:
—¿Ha bebido mucho?
—Nada en absoluto.
—¿Y por qué tiene los ojos enrojecidos?
—No he dormido. Mucho trabajo en Praga. Nuestros hombres están vigilando a las organizaciones clandestinas. En las próximas semanas ocurrirán allí cosas interesantes.
—Krüger será una gran ayuda para usted. Es un magnífico funcionario, aunque de poca imaginación. Tome el coñac, esto le levantará el ánimo.
—Al contrario, el coñac me deprime. Me gusta el vodka.
—Este no lo deprimirá —sonrió Kaltenbrunner— Prosit9
Se lo bebió de un golpe, y la nuez de Adán le subió rápidamente, como la de un alcohólico.
«Lo hace bien —pensó Müller, bebiéndose lentamente su coñac—. Seguro que ahora se servirá la segunda copa».
Kaltenbrunner encendió los fuertes y baratos «Karo» y preguntó:
—¿Otra?
—Gracias —dijo Müller—. Con mucho gusto. Es bueno de verdad este coñac.
...............
5 Cesare Lombroso (1835-1909): psiquiatra y criminalista italiano, precursor de la llamada corriente antropológica en el Derecho criminal burgués. N. del T.
6 Radioescuchas. N. del T.
7 Alemán literario. N. del T.
8 Refugio subterráneo de Hitler. N. del T.
9 ¡Salud!. N. del T.
15-II-1945 (20 h 30 min)
(Del expediente del miembro del NSDAP desde 1938, Obersturmbannführer SS Holtoff, Sección IV de la Dirección de Seguridad: «Ario genuino. El carácter se acerca al nórdico, fuerte. Mantiene buenas relaciones con los compañeros. Buenos índices en el trabajo. Deportista. Implacable con los enemigos del Reich. Soltero. No ha tenido relaciones comprometedoras. Fue condecorado con órdenes del Führer y felicitado por el Reichsführer SS…»)
Stirlitz había decidido terminar hoy más temprano, para trasladarse de Printz-Albrechtstrasse a Nauen. Allí, en el bosque, en la bifurcación de los caminos, se encontraba el pequeño restaurante de Paul y, lo mismo que uno o cinco años atrás, el hijo de Paul, Thomas el Cojo, conseguía milagrosamente la carne de puerco y ofrecía a sus habituales clientes el verdadero Eisbein10 con col o, en el peor de los casos, conejo fresco con remolacha encurtida.
Cuando cesaban los bombardeos, era como si la guerra no existiera. Igual que antes, se oía en el tocadiscos la voz grave de Bruno Warnke, cantando: ¡Oh, qué maravilloso era estar allí, en Mogelsee…!
Pero Stirlitz no había logrado aún salir. Entró Holtoff y dijo:
—Estoy confundido por completo. O mi detenido está psíquicamente enfermo, o tenemos que mandárselo a ustedes, a los de espionaje, porque habla igual que esos cerdos ingleses por radio.
Stirlitz СКАЧАТЬ