17 Instantes de una Primavera. Yulián Semiónov
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Название: 17 Instantes de una Primavera

Автор: Yulián Semiónov

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Expediciones

isbn: 9789874039255

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СКАЧАТЬ son nociones inseparables.

      »Hitler: Para evacuar las tropas que se encuentran ahora en Curlandia, necesitamos por lo menos seis meses, teniendo en cuenta las experiencias de la operación en Libau. Es ridículo. Tenemos horas, precisamente horas para conquistar la victoria, basándonos en hechos reales y no en invenciones quiméricas. Todo el que pueda ver, analizar y sacar conclusiones debe responderse una sola pregunta: “¿es posible una victoria cercana?” No pido que la respuesta sea ciega y categórica. No me convence una fe ciega; busco una fe que vea. Jamás el mundo ha conocido una unión tan paradójica y contradictoria como la coalición de los aliados. Las ideas raras, las aspiraciones, elementos y caracteres diferentes sólo pueden coexistir sin perjuicio en una situación sin salida. Me refiero a un campo de concentración donde, como se dice, viven perfectamente en una barraca, por ejemplo, nuncios papales, ateos comunistas y radicales franceses junto a conservadores británicos. Una situación sin salida engendra unión. Es una unión de desesperados, una unión sin esperanzas y sin objetivos. Mientras que los objetivos de Rusia, Inglaterra y América son diametralmente opuestos, nuestro objetivo está claro para todos nosotros. Mientras ellos se mueven dirigidos por las diferencias de sus aspiraciones ideológicas, a nosotros nos mueve una sola aspiración, a la que hemos subordinado nuestra vida. Mientras que las contradicciones de ellos aumentarán cada día más, nuestra unidad tiene ahora, como nunca antes, aquella solidez por la que luché durante muchos años en esta campaña difícil y grande. Sería utópico ayudar a destruir la alianza de nuestros enemigos por vías diplomáticas o por otras. Utópico en el mejor caso, si no es logrando que manifiesten pánico y pierdan toda perspectiva. Solamente asestándoles golpes militares, demostrando la fortaleza de nuestro espíritu y nuestro poderío inagotable, aceleraremos el término de esta coalición, que se derrumbará con el estampido de nuestros cañones victoriosos. Nada impresiona tanto a las democracias occidentales como la demostración de fuerza. Nada disipa tanto la embriaguez de Stalin como la confusión de occidente por un lado y nuestros golpes por el otro. Tengan en cuenta que ahora Stalin tiene que hacer la guerra no en los bosques de Briansk o en los campos de Ucrania. Ahora tiene sus tropas en los territorios de Polonia, Rumania, Hungría. Al establecer contacto directo con “la no patria”, los rusos ya están debilitados y, hasta cierto punto, desmoralizados. Pero mi máxima atención no está dirigida actualmente a los rusos ni a los americanos. ¡Dirijo mi mirada a los alemanes! ¡Sólo nuestra nación puede y debe alcanzar la victoria! En estos momentos todo el país se ha convertido en un campamento militar. Todo el país: hablo de Alemania, Austria, Noruega, parte de Hungría e Italia, un territorio considerable de los protectorados de Bohemia y Moravia, Dinamarca y parte de Holanda. Este es el corazón de la civilización europea. Es la concentración del poderío material y espiritual. En nuestras manos ha recaído el material de la victoria. De nosotros, los militares, depende ahora en qué medida y con qué rapidez se utilice este material en nombre de nuestra victoria. Créanme: después de los primeros golpes demoledores de nuestros ejércitos, la coalición de los aliados se derrumbará. Los intereses egoístas de cada uno de ellos prevalecerán sobre el análisis estratégico del problema. Propongo lo siguiente para acercar la hora de nuestra victoria: que el VI ejército de tanques SS comience la contraofensiva en Budapest, protegiendo de esta manera la seguridad del baluarte sur del nacionalsocialismo de Austria y Hungría, por un lado, y preparando la salida a los flancos rusos por el otro. Recuerden que precisamente allí, en el sur, en Nagykanitza, tenemos setenta mil toneladas de petróleo. El petróleo es la sangre que corre por las arterias de la guerra. Prefiero entregar Berlín que perder este petróleo que me garantiza la inexpugnabilidad de Austria y su unidad con la agrupación italiana de millones de hombres de Kesselring. Continúo: el grupo de ejércitos Vístula, reuniendo las reservas, llevará a cabo una contraofensiva determinante en los flancos rusos utilizando para esto el campo de operaciones de Pomerania. Al romper la defensa de los rusos, las tropas del Reichsführer SS llegarán a su retaguardia y tomarán la iniciativa. Apoyados por la agrupación de Stettin, cortarán en dos el frente de los rusos. Para Stalin el problema del transporte de las reservas es un problema grave. Las distancias están en contra suya y a favor nuestro. Siete líneas de defensa que protegen a Berlín —y prácticamente lo hacen inaccesible— nos permiten alterar los cánones del arte militar y transportar al occidente un grupo considerable de tropas desde el sur y desde el norte. Tendremos una reserva de tiempo. Stalin necesitará dos o tres meses para reagrupar las reservas, nosotros necesitaremos cinco días para trasladar los ejércitos. Las distancias en Alemania nos permiten hacerlo, desafiando las tradiciones de la estrategia.

      »Jodl: De todas maneras, sería deseable coordinar este problema con las tradiciones de la estrategia…

      »Hitler: ¿Qué quiere decir con eso, Jodl?

      »Jodl: Creo que todo esto es muy sabio y perspicaz, pero me permito expresar mi desacuerdo sólo en lo siguiente: que no deben coordinarse los detalles de este plan con las tradiciones de la ciencia militar.

      »Hitler: No se trata de detalles, sino del conjunto. Al fin y al cabo, los problemas particulares siempre pueden resolverse en los estados mayores por grupos limitados de especialistas. Los militares tienen más de cuatro millones de personas organizadas en un poderoso puño de resistencia. La tarea consiste en convertir ese poderoso puño de resistencia en el golpe demoledor de la victoria. Estamos ahora en las fronteras de agosto de 1938. Nuestra industria militar produce cuatro veces más armamentos que en 1939. Nuestro ejército es dos veces mayor que en 1939. Nuestro odio es terrible y la voluntad de vencer inmensa. Les pregunto: ¿Acaso no ganaremos la paz a través de la guerra? ¿Acaso el éxito militar no engendra el éxito político? Les ruego que me preparen para mañana proposiciones concretas, señor mariscal de campo.

      »Keitel: Sí, mi Füher. Prepararemos el plan general y, si usted lo aprueba, comenzaremos a precisar todos los detalles».

      Al llegar al estado mayor de Himmler, el Obergruppenführer SS Fegelein, cuñado de Hitler, le informó sobre la reunión en el Bunker.

      —Cualquier solución política del problema —dijo— está rechazada categóricamente por el Führer.

      —¿Cómo aceptaron su plan los militares? —preguntó Himmler.

      —Con ironía. Aunque parezca raro, precisamente los militares han llegado ahora a la firme convicción de que el resultado de la guerra no puede decidirse por más caminos que los políticos.

      —¿Capitulación? —preguntó Himmler pensativo.

      —¿Por qué necesariamente capitulación? Negociaciones…

      10 Patas de cerdo. N. del T.

      «¿Por quién me toman ellos?»

      (La misión)

      (Del expediente del partido del miembro del NSDAP desde 1933, Standartenführer SS Von Stirlitz, VI Sección de la Dirección de Seguridad: «Ario genuino. Carácter nórdico, sólido. Buenas relaciones con los compañeros de trabajo. Cumple su deber de forma intachable. Implacable con los enemigos del Reich. Excelente deportista: campeón de tenis de Berlín. Soltero; no tuvo relaciones comprometedoras. Condecorado por el Führer. Obtuvo felicitaciones por parte del Reichsführer SS…»)

      Stirlitz llegó a su casa a las siete cuando apenas había empezado a oscurecer. Le gustaba esa época del año: casi no había nieve y, por las montañas, el sol alumbraba las cumbres de los pinos como si hubiera llegado el verano y fuera posible irse a Mogelsse y permanecer allí todo el día pescando o durmiendo en una silla plegable.

      Aquí, en Babelsberg, muy cerca de Potsdam, vivía ahora solo en su pequeña villa. Su ama de llaves se había marchado la semana antes a Turingia, a las montañas, a la casa de su sobrina. La mujer no pudo soportar más las interminables incursiones aéreas: los nervios le fallaban.

      La СКАЧАТЬ