17 Instantes de una Primavera. Yulián Semiónov
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Название: 17 Instantes de una Primavera

Автор: Yulián Semiónov

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Expediciones

isbn: 9789874039255

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СКАЧАТЬ El Krüger de antaño había desaparecido; en su lugar, y dentro de la envoltura de un hombre conocido por todos, sin ningún cambio externo, existía otro, creado por el anterior, desconocido para todos, que no sólo tenía miedo a decir las verdades, sino que temía incluso pensar estas verdades.

      —No —dijo Kriiger con sentimiento, frunciendo el ceño y ahogando a duras penas un suspiro—, no tengo una justificación suficiente… Soy soldado, la guerra es la guerra y no espero indulgencia alguna.

      Jugaba con precisión. Sabía que mientras más severo fuera consigo mismo, más posibilidades tendría de desarmar a Kaltenbrunner. Nada hace rabiar tanto a un galgo como la huida de una liebre. Claro que Krüger ignoraba el comportamiento de un galgo ante una liebre cuando ésta se detiene en su carrera y levanta las patitas; pero conocía bien las relaciones dentro de la SS: cuanto mayor fuese el rigor con que se castigase a sí mismo, tanto más suave sería Kaltenbrunner o cualquier otro en su lugar.

      —No se comporte como una mujer —replicó Kaltenbrunner, encendiendo un cigarro. Krüger comprendió que su línea de conducta había sido acertada: se había salvado. Había que analizar el fracaso para que no se repitiera jamás.

      Krüger dijo:

      —Obergruppenführer, sé que mi culpa es enorme. Pero quisiera que escuchara usted al Standartenführer Stirlitz. Estaba al tanto de nuestra operación, y puede confirmar que todo fue preparado a conciencia. A él lo ascendieron, mientras que a mí…

      —¿Qué tenía que ver Stirlitz con esta operación? — Kaltenbrunner se encogió de hombros—. Trabajaba en el servicio de espionaje y se ocupaba de otros asuntos en Cracovia.

      —¿Estaba incluido Stirlitz en la lista de personas que debían conocer esta operación?

      —No lo sé.

      Knltenbrunner llamó al secretario:

      Cuando el secretario hubo salido, Krüger comprendió que había desviado demasiado pronto el golpe hacia Stirlitz y dio marcha atrás.

      —Toda la culpa es mía —continuó, inclinando la cabeza, hablando en voz baja y con dificultad—. Para mí sería terrible que castigara usted a Stirlitz. Lo respeto profundamente como a un luchador fiel. No tengo justificación, y sólo podré expiar mi culpa con mi propia sangre en el campo de batalla.

      —¿Y quién va a luchar contra los enemigos aquí? ¿Yo? ¿Solo? Es demasiado sencillo morir en el frente por la patria y por el Führer. Mucho más difícil es vivir aquí, bajo las bombas, y eliminar las inmundicias con hierro candente. ¡Aquí no sólo se necesita valor, sino cabeza! ¡Y una cabeza inteligente, Krüger!

      Krüger comprendió que no lo enviarían al frente, que era el castigo más terrible. Terrible no por las balas rusas —por supuesto, él sería un gran jefe en el frente—, sino simplemente porque conocía el odio feroz que los oficiales del Ejército alimentaban hacia los antiguos funcionarios del SD. Siempre buscaban un pretexto para someter a la gente del SD a los procesos del partido o a un tribunal militar, y allí no se podía esperar misericordia; las leyes del frente son las de la muerte…

      El secretario abrió sigilosamente la puerta y puso sobre la mesa de Kaltenbrunner varias carpetas delgadas. Kaltenbrunner las ojeó y, tras una exclamación de asombro, dijo:

      —Gracias. Averigüe, por favor, si Stirlitz visitó a los jefes después de su regreso de Cracovia y, si lo hizo, con quién se entrevistó. Averigüe, además, qué problemas se discutieron.

      —Ya lo he hecho —dijo el secretario—, por si acaso. A su regreso, Stirlitz comenzó a trabajar inmediatamente en el asunto del transmisor estratégico que envía informaciones a Moscú…

      Krüger se acordó de cuando había escuchado en Cracovia la conversación grabada que había sostenido el coronel del Ejército, Berg, con el general Neubuth, en la cual el coronel pedía que lo mandaran al frente. Krüger decidió imitarlo: imaginó que, como todas las personas crueles, Kaltenbrunner se mostraría muy sentimental.

      —Sin embargo, Obergruppenführer, pido su permiso para ir a la primera línea de combate.

      Cuando Krüger se hubo retirado, Kaltenbrunner llamó a su secretario:

      —Revise todo lo concerniente a Stirlitz en los últimos dos años, pero hágalo de modo tal que no se entere Schellenberg. No hay por qué alarmarse: Stirlitz es un funcionario valioso y un hombre valiente, no debemos arrojar sobre él ninguna sombra de sospecha. Simplemente es un chequeo mutuo y de rutina entre compañeros… Prepare también una orden para Krüger: lo mandaremos como segundo jefe de la Gestapo a Praga, que ahora es un lugar caliente.

      .................

      1 Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. N. del traductor.

      2 Proyectil teledirigido. N. del T.

      3 Fuego negro. N. del T.

      4 Sinónimo de muchacha tímida y recatada. N. del T.

      12-II-1945 (18 h 38 min)

      »—Pastor ¿qué cree usted que predomina en el ser humano, el hombre o la bestia?

      »—Creo que en el hombre están equilibrados en partes iguales.

      »—No puede ser.

      »—Sólo puede ser así.

      »—No.

      »—De lo contrario, uno de los dos ya habría vencido al otro hace mucho tiempo.

      »—Ustedes nos reprochan que apelamos a los bajos instintos y relegamos lo espiritual a un plano secundario. Lo espiritual es verdaderamente secundario. Lo espiritual crece como la masa de los panes con levadura.

      »—¿Qué levadura es ésa?

      »—La ambición. Lo que ustedes llaman lujuria, yo lo llamo un deseo sano de acostarse con una mujer y hacerle el amor. Ser el primero en el trabajo es una sana aspiración. Sin estas aspiraciones no habría sido posible el desarrollo de la Humanidad. La Iglesia ha hecho muchos esfuerzos para СКАЧАТЬ