A la salud de la serpiente. Tomo I. Gustavo Sainz
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Название: A la salud de la serpiente. Tomo I

Автор: Gustavo Sainz

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Biblioteca Gustavo Sainz

isbn: 9786078312047

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СКАЧАТЬ ojos, iba al compás de piedritas que rodaban abajo, le dolían las piedritas con excesiva fuerza, la noche draculesca, oscura y resonante, apática, y él todavía corriendo con débil fuerza, todo sin forma ni significado, y las ráfagas que no sonaban nunca, lobreguez y preponderancia, y hasta el olvido por un instante de su vergonzosa desnudez, la noche abriendo su boca sedienta de sangre, pensó en los otros cuerpos anónimos corriendo, en las frágiles muchachas corriendo, ojalá y estuvieran corriendo todavía, no sentía a nadie cerca suyo, bajo la imperceptible rotación del sistema planetario, el avance indudable, accidentado a través de la noche, tratando de aislar cosas en la oscuridad, peñascos que se alejaban con sólo verlos, un camino, alguna colina, siempre muy aprisa, las plantas de los pies como si no estuvieran ahí, casi inexistentes, sanguinolentas, como si la noche pasara a través suyo, lo traspasara o se impregnara a su cuerpo, al sudor de su cuerpo, al dolor de su cuerpo, sentía sed, siempre corriendo, apestaba a sudor y sentía que iba a descomponérsele el estómago, corriendo, sin poder dejar de correr, y se sentía agotado, pero no podía reconocerlo, corriendo no podía permitírselo, corriendo, tenía que seguir, hasta que se le desprendieran los pedazos de noche, corriendo a grandes zancadas, siempre corriendo, resoplando, casi desollado, la piel nocturna, corriendo con menos fuerza, casi sin ninguna fuerza, y según lo contó después no paró de correr hasta llegar a París e inscribirse en La Sorbona, Barry sonriendo con franqueza, el Mayflower apareciendo al final de la calle, ofreciéndose con todas sus ventanas encendidas, desplegándose como una carabela, una inmensa carabela, el Redomado Lépero de la Hez Metropolitana como saliendo de una especie de embotamiento, de somnolencia, paladeando casi las palabras, espaciándolas, la pierna paralítica de Barry por culpa de Borges arrastrando un montón de hojas secas, el olor acre del otoño suspendido, el río deslizándose lentamente, los árboles inmóviles, negros, vigilantes, enigmáticos, semidesnudos, y su voz diciendo como si retomara el hilo de una conversación hacía buen rato suspendida, fíjate Barry, a los alumnos de la preparatoria Isaac Ochoterena, que era una preparatoria particular, les decían los Arañas…

      Periódico El Mexicano

      Mexicali, Baja California

      Viernes 8 de noviembre de 1968

      Página seis, enmarcado: Rectificación necesaria

      También en el periódico La Voz de la Frontera

      Página cinco, enmarcado con diferente título: A la opinión pública

      por Rafael Padilla Ibarra

      El periódico El Mexicano, de Mexicali, Baja California, publicó el pasado siete del presente, un editorial titulado “Prostituyendo a la juventud”. Está firmado por el señor Cristóbal Garcilazo. La totalidad del escrito referido está dedicado a un servidor y su contenido trasciende hacia amigos personales y prestigiados escritores. Considero tener el deber de responder con absoluta honestidad a los cargos que se me atribuyen.

      Las afirmaciones del señor Garcilazo son falsas. Demuestran ignorancia, descuido e irresponsabilidad profesional en su labor periodística, en lo que se refiere a este suceso. Y algo más delicado aún: la actitud de un hombre que no se esfuerza por llegar a la verdad de las cosas, a su significado último, y a explicarlas en su auténtica dimensión, sino a colgar etiquetas y a aplicar adjetivos a los hechos y a las situaciones.

      A continuación me permito detallar las afirmaciones del señor Garcilazo y mi respuesta apegada a la verdad de los hechos.

      1. …obligaron a su hija, una señorita de 18 años, a leer en alta voz, ante sus compañeros de clase, varones y señoritas, una sucia obra pornográfica, dizque en práctica de literatura “moderna”

      La “obra” literaria es una novela inmunda, obscena, llamada Gazapo y su autor, un redomado lépero de la hez metropolitana, que respondió al nombre de Gustavo Saiz, y murió en 1940…

      —En ningún momento de mi vida, ni en los cuatro cursos que impartí en la unam, he obligado a mis alumnos a que realicen lecturas que no quieren, por razones de conciencia, llevar a cabo. La novela de Gustavo Sainz tiene 188 páginas. Por razones didácticas es imposible que un servidor haya obligado a leer en clase todas esas páginas en voz alta, por otra parte tan alabadas por la crítica literaria de México y de Estados Unidos. Por esa misma razón no se leyó en clase ni siquiera un párrafo de la obra en cuestión. Además, carece usted de información, señor Garcilazo. El autor de Gazapo es Gustavo Sainz y no Gustavo Saiz, y no ha muerto y tiene en la actualidad 28 años de edad.

      2. …pretendió obligarla a que continuara leyendo aquel párrafo de majaderías impublicables… al ver que la señorita se resistía, la increpó y amenazó en la siguiente forma: “Pues va a tener que leer algo peor, no solamente esto”, y a renglón seguido ordenó a la clase que comprara otro pozo de albañal literario que se llama La tumba. ¿Cómo estará el “libro” que cuando algunas muchachas pretendieron adquirirlo se negaron a vendérselo en la librería?

      —Lo dije ya: por ningún método, ni por la más sutil acción coercitiva, obligo a mis alumnos a leer. No increpé ni amenacé a mis alumnos, ni dije lo que entre comillas se me adjudica. En la clase que se refiere, señor Garcilazo, se estaba leyendo el cuento “Es que somos muy pobres”, de Juan Rulfo (nacido en 1918). Una señorita lo hacía y se refería a un párrafo en donde se describen de manera realista y madura, hechos y situaciones que suceden en un ambiente de miseria rural. Trata de la forma lamentable en que se llevan a cabo las relaciones íntimas de dos muchachos que, ante la ausencia completa de la esperanza de una vida humanamente digna, se entregan sin reserva, sin los recursos culturales básicos para valorar lo que hacían, a la satisfacción natural de sus instintos. Cuando llegó al párrafo aludido, la risa, tanto propia como de los demás, le impidió continuar. Inmediatamente y de la manera más atenta le pedí que regresara a su lugar. Acto seguido llamé a otro alumno para que prosiguiera la lectura. Concluyó la lectura. Pasé de inmediato a hablarles de los problemas económicos, sociales, políticos, culturales, morales y psicológicos de la miseria. Me esforcé por explicarles el por qué no debíamos reírnos de los hechos y situaciones que se suceden cotidianamente, cuando las condiciones de la vida son infrahumanas. Casi estoy seguro de que me entendieron. Me pareció importante platicar exclusivamente con todas las señoritas. Pedí a los jóvenes que abandonaran el salón de clase. Insistí con las señoritas sobre estos problemas profundamente humanos y que nos estimulan, por tanto, a tener una perspectiva moral sobre los mismos. Les pedí que con toda sinceridad me expresaran si ese tipo de temas afectaba a su sensibilidad femenina o a su condición de jóvenes señoritas. Expresé entonces que cuando se abordaran esos temas no bajaran la cabeza y que con toda libertad me manifestaran si el desarrollo de un tema estaba molestando en un momento dado, su sensibilidad femenina. Mis alumnas estuvieron de acuerdo.

      3. El señor Cristóbal Garcilazo dice en su editorial que el doctor Sodi —de quien tengo como alumno en otro grupo a un hijo suyo, un joven respetuoso e inteligente—, “llamó a cuentas al director de la Preparatoria adonde tuvo lugar el atentado, y este señor, tratando todavía de defender a su ‘catedrático’, por fin admitió que el licenciado Padilla es muy joven, y que aquello era un error de su parte”.

      —He hablado con el director de la Preparatoria —hombre que merece todo mi respeto por sus cualidades humanas y por su valor para enfrentar con entereza toda clase de situaciones—. Me ha dicho que en ningún momento admitió que mi conducta fuera errónea. Defendió, según me dice, mi perspectiva en la enseñanza. La juventud, que yo sepa, no da patente de corso para ser eficaz. Lo anterior, señor Garcilazo, lo ha dicho de diferente manera el sociólogo alemán Max Weber: “Lo decisivo no es la edad, sino la educada capacidad para mirar de frente las realidades de la vida, soportarlas y estar a la altura” (Max Weber: El político y el científico, p. 175).

      4. Pero que bajo СКАЧАТЬ