Название: Lady Hattie y la Bestia
Автор: Sarah MacLean
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Los bastardos Bareknuckle
isbn: 9788412316704
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Debería irse. Terminar la noche antes de que fuera más lejos. Volver en otro momento y reanudar el Año de Hattie con otro hombre.
Pero no deseaba a otro hombre, no después de que este la besara tan bien.
—No le daré un nombre. Pero le devolveré lo que haya perdido. —Iría a su casa, resolvería el papel de Augie en este asunto, recogería lo que fuera que le hubiera quitado a aquel hombre y se lo devolvería.
—Probablemente sea lo mejor.
—¿Por qué? —Alivio, luego incertidumbre.
—Si me das el nombre, serás la responsable cuando lo destruya.
Su corazón palpitó con aquellas palabras. Destruir a Augie era destruir el negocio de su padre. Destruir su negocio.
Debería terminar con aquello. No volver a ver a aquel hombre. Ignoró la decepción que le causó la idea.
—Si no le interesa mi oferta, entonces debería irse. Tengo una cita. —Tal vez aún pudiera salvar la noche.
No era que ella desease a Nelson. No importaba. Era un medio para un fin.
—No. —Un músculo se movió en la perfecta y cuadrada mandíbula masculina.
—Entonces, ¿qué?
—No estás en posición de hacerme una oferta. —La alcanzó una vez más, sus largos y cálidos dedos se deslizaron por su nuca, desestabilizándola lo suficiente para que ella apoyase las manos en su pecho para no caer—. Yo consigo todo… —Atrapó su respiración con sus labios, en un firme y cálido torbellino de placer. Rompió el beso—… lo que es mío —gruñó.
Lo que fuera que su hermano hubiese robado.
—Sí. —Ella se encontró con sus labios de nuevo. Suspiró cuando sus lenguas se enredaron en una larga y lenta danza. Él se retiró—. Lo que es suyo. —Su virginidad—. Sí —susurró, poniéndose de puntillas para otro beso.
—¿Y el nombre? —Casi se rindió a ella.
—No. —Nunca. Hattie sacudió la cabeza. Lo acercaría demasiado a todo lo que le importaba.
—Yo no pierdo, amor. —Arqueó una de sus cejas oscuras.
—¿Necesito recordarte que te eché de un carruaje en marcha? Yo tampoco pierdo. —Ella sonrió, le deslizó las manos por el pelo y tiró de él para atraerlo. Lo besó profundamente. Estaba disfrutando al máximo.
No estaba segura de si él sentía o escuchaba un estruendo en su pecho. Tampoco estaba segura de que fuera una risa, pero quería que lo fuera cuando la levantó en el aire y se volvió hacia la cama una vez más. «Para cumplir con su trato».
La dejó en el colchón y se inclinó sobre ella para apoderarse de sus labios de nuevo; Hattie no pudo contener su suspiro de placer antes de que la soltara y la besara en la mejilla, junto a la oreja.
—¿Necesito recordarte que te he encontrado? —susurró él. Le rozó el lóbulo con los dientes y ella jadeó—. Una aguja en el pajar de Covent Garden.
—Casi una aguja. —Ella brillaba como un faro. Desde el principio.
—Esperando a un hombre que cumpliese tus… ¿cómo los llamaste? ¿Requisitos? —La ignoró.
Sus requisitos habían cambiado. Y él lo sabía.
—Me han dicho que Nelson es extremadamente minucioso.
Ella giró la cabeza, su mirada se encontró con la de él, llena de fuego.
—Mmm… —dijo él—, pero yo te encontré primero.
—Entonces estamos en paz. —Apenas reconoció sus palabras entrecortadas.
—Mmm… —La besó, profunda y minuciosamente, moviendo sus manos hasta el chal que cubría su vestido rasgado; ella contuvo la respiración, sabiendo lo que estaba por venir. Más besos. Más roce. Y todo lo demás. Todo.
Pero, antes de que pudiera deshacer el nudo que la ocultaba, sonó un golpe claro y firme en la puerta.
Se quedaron inmóviles.
La puerta se abrió justo lo suficiente para que una cabeza se asomara. Lo suficiente para que las palabras se colaran.
—milady, su carruaje ha regresado.
«Maldición». Nora. ¿Ya habían pasado dos horas?
—Tengo que irme. —Lo empujó.
Bestia se movió al segundo, se alejó de ella dejándole el espacio que le había pedido y no quería.
—¿Vas a algún sitio? —Sacó los relojes del bolsillo y los revisó con tanta rapidez que Hattie se preguntó si sabía que lo había hecho.
—A casa.
—Qué escueta —dijo.
—No esperaba una conversación brillante. —Hizo una pausa—. Aunque la conversación no es algo que practiques a menudo, ¿verdad? —Después de un largo rato de silencio, sonrió, incapaz de detenerse—. He dado en el clavo. —Cruzó la habitación, recogió su capa y se volvió hacia él—. ¿Cómo te encontraré? Para… —Cobrarme. Casi dijo cobrar. Sus mejillas se encendieron.
La comisura de su hermosa boca se movió, apenas se elevó antes de volver a su lugar. Sabía lo que ella había estado pensando, sin duda.
—Yo te encontraré a ti —dijo él.
Era imposible. Nunca СКАЧАТЬ