Secta. Stefan Malmström
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Название: Secta

Автор: Stefan Malmström

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Off Versátil

isbn: 9788412272536

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СКАЧАТЬ orinar. El chorro salía dis­pa­ra­do en todas di­rec­c­io­nes, y el lí­q­ui­do se dis­per­sa­ba, sal­va­je. El médico había hecho lo que había podido, pero lo que que­da­ba del ori­fi­c­io de la uretra ahora fun­c­io­na­ba más o menos como un as­per­sor en un día ca­lu­ro­so de verano.

      El baño no era grande. Cons­tr­ui­do a me­d­ia­dos del siglo pasado, por lo menos era bas­tan­te bonito y lu­mi­no­so, pero tam­bién era es­tre­cho, y Svärd se había acos­tum­bra­do a entrar de culo. Estaba com­ple­ta­men­te ali­ca­ta­do y el mango de la ducha col­ga­ba de la pared de detrás del ino­do­ro. Cuando se du­cha­ba, todo el baño que­da­ba em­pa­pa­do y des­pués tenía que pa­sar­se quince mi­nu­tos fre­gán­do­lo. Im­po­si­ble que cu­p­ie­se más de un hombre en aquel mal­di­to búnker.

      Se le­van­tó y tiró de la cadena. Fue al salón, se sentó a la pe­q­ue­ña mesa des­ven­ci­ja­da y en­cen­dió el por­tá­til. Ne­ce­si­ta­ba com­ple­tar los datos del si­g­u­ien­te en­car­go, pero antes de ha­cer­lo entró en Sex­Nor­dics BBS. Se metió en su ga­le­ría de fotos y vio que tenía men­sa­jes nuevos. Un im­bé­cil de Dallas decía que su última foto de Sandra era falsa. Se­gu­ra­men­te había bus­ca­do las marcas de na­ci­m­ien­to y ahora estaba con­ven­ci­do de que la niña de la foto no era ella. Tam­bién le pedía otra foto de Sandra, pero más joven; una chica de trece años era de­ma­s­ia­do mayor para su gusto.

      Svärd sopesó el co­men­ta­r­io de aquel tipo. Había ganado mucho dinero con las fotos de Sandra, pero no era su­fi­c­ien­te. La de­man­da del rango de edad de cuatro a seis años había subido. Había locos que es­ta­ban dis­p­ues­tos a pagar hasta cien euros por una foto de una niña de cuatro años des­nu­da en una pose sexy. Leyó el resto de men­sa­jes y mal­di­jo. Nin­gu­no de aq­ue­llos ca­bro­nes estaba dis­p­ues­to pagar; solo eran im­bé­ci­les que que­rí­an des­car­gar­se las imá­ge­nes gratis, a qu­ie­nes no les im­por­ta­ba que hu­b­ie­ra marcas de agua, porque lo único que que­rí­an era ad­mi­rar su ex­q­ui­si­ta co­lec­ción.

      Entró en la cuenta del banco y revisó el saldo. Todo lo que tenía eran 258,54 euros. Mal­di­ta sea, con eso no podía pa­gar­se ni un vuelo. Tenía que con­se­g­uir más dinero.

      Se pasó una hora bus­can­do guar­de­rí­as en el barrio de Kungshol­men, en Es­to­col­mo: había más de veinte. Entró en todas las pá­gi­nas para ver cuáles es­ta­ban ab­ier­tas du­ran­te el verano y se sor­pren­dió al en­con­trar siete. Re­dac­tó una carta para pos­tu­lar­se como pro­fe­sor sus­ti­tu­to y la mandó a las siete, junto con su di­plo­ma fal­si­fi­ca­do de la Uni­ver­si­dad de Linné y un cu­rrí­cu­lum in­ven­ta­do. Usó su an­ti­g­uo nombre falso, Gustav Thor­dén. Estaba seguro de que alguna de aq­ue­llas guar­de­rí­as haría las lla­ma­das co­rres­pon­d­ien­tes para com­pro­bar que todo era verdad. Pero, in­clu­so si lla­ma­ban, les re­sul­ta­ría casi im­po­si­ble en­con­trar a al­g­u­ien du­ran­te las va­ca­c­io­nes. Y si es­ta­ban de­ses­pe­ra­das por con­tra­tar a al­g­u­ien, quizás se sal­ta­ran esa parte del pro­ce­so.

      Des­pués con­sul­tó la pre­vi­sión me­te­o­ro­ló­gi­ca para el día si­g­u­ien­te en una página web: so­le­a­do y ca­lu­ro­so todo el vier­nes. Como era la tem­po­ra­da de va­ca­c­io­nes, las zonas de juegos es­ta­rí­an llenas de fa­mi­l­ias con niños pe­q­ue­ños. Cerró el por­tá­til y se metió en la cama con una media son­ri­sa en los labios.

      6

      Karls­kro­na, 6 de di­c­iem­bre de 1991

      —Luego quiero que vayas co­rr­ien­do a casa de mi madre. Mira qué ropa lleva, vuelve aquí en­se­g­ui­da y dime lo que has visto. Hant­ver­kar­ga­tan 17 A, ter­ce­ra planta. Podrás en­con­trar­lo, ¿verdad?

      Jenny sus­pi­ró por lo bajo. Aunque a re­ga­ña­d­ien­tes, ad­mi­ra­ba a aquel ju­ga­dor de fútbol a quien todo el mundo lla­ma­ba Piddle y que se había atre­vi­do a retar a Peter. Miró a Piddle, que a su vez miraba a Peter con aten­ción. Ya no bro­me­a­ba. En los úl­ti­mos mi­nu­tos, las me­ji­llas se le habían en­ro­je­ci­do, el vo­lu­men de su voz había au­men­ta­do con­si­de­ra­ble­men­te y su tono se había en­du­re­ci­do.

      Piddle, que en re­a­li­dad se lla­ma­ba Per Jo­hans­son, era la es­tre­lla de Karls­kro­na AIF, el equipo de fútbol de la ciudad. Estaba allí porque era amigo de Affe, que iba camino de me­ter­se de cabeza en la cien­c­io­lo­gía (aún no estaba con­ven­ci­do del todo, pero le fal­ta­ba poco). Piddle era po­pu­lar entre la gente joven de la ciudad. Había es­tu­d­ia­do en la Uni­ver­si­dad de Växjö para ser ma­es­tro. In­te­li­gen­te y atrac­ti­vo, su futuro como ju­ga­dor de fútbol pro­me­tía, lo cual no era muy común entre los ju­ga­do­res de Karls­kro­na. A Jenny le caía bien, pero pen­sa­ba que aq­ue­lla noche se podría haber dejado el pa­ñ­ue­lo pa­les­ti­no en casa. Seguro que lo lle­va­ba para pro­vo­car. Había oído a los demás hablar de él. Decían que era co­mu­nis­ta. El co­mu­nis­mo no estaba nada bien visto entre los cien­ció­lo­gos, de eso no tenía nin­gu­na duda.

      Affe jugaba en la liga ju­ve­nil de fútbol con Piddle y le habían en­car­ga­do que cap­ta­ra su in­te­rés. Esa era la es­tra­te­g­ia: con­se­g­uir que gente po­pu­lar, in­te­li­gen­te y famosa de la ciudad sin­t­ie­ra cu­r­io­si­dad por el mo­vi­m­ien­to; luego otros los se­g­ui­rí­an. La idea había salido del Centro de Fa­mo­sos de Holly­wo­od, di­ri­gi­do con éxito por un grupo de cien­ció­lo­gos du­ran­te más de diez años. Habían con­se­g­ui­do re­clu­tar al actor fa­vo­ri­to de Jenny, John Tra­vol­ta, la pri­me­ra es­tre­lla in­ter­na­c­io­nal en con­ver­tir­se a la cien­c­io­lo­gía. Jenny casi se cayó de la silla cuando Stefan se lo contó. ¡John Tra­vol­ta! Y el año an­te­r­ior, Tom Cruise tam­bién se había unido al mo­vi­m­ien­to. Eso era im­por­tan­te, porque si ellos for­ma­ban parte de la cien­c­io­lo­gía, es que algo genial debía de tener.

      Aq­ue­lla noche es­ta­ban to­man­do té en el piso de Peter, si­t­ua­do en la calle Vall­ga­tan. Los había in­vi­ta­do para ce­le­brar que había al­can­za­do el estado TO III de la cien­c­io­lo­gía, thetán ope­ran­te nivel tres. Eso sig­ni­fi­ca­ba que estaba tres ni­ve­les por encima del primer nivel de oyente, lla­ma­do Cla­ri­dad, y que por lo tanto ahora podría aban­do­nar su cuerpo y actuar en el mundo ma­te­r­ial solo con la fuerza de su mente. A Jenny eso la in­q­u­ie­ta­ba un poco. ¿Y si de pronto Peter apa­re­cía en su casa cuando ella estaba a punto de du­char­se o se de­di­ca­ba a so­bre­vo­lar su cama en mitad de la noche?

      Había can­de­la­bros con velas en­cen­di­das en el suelo, una gran cabeza de Buda ta­lla­da en madera de nogal los miraba desde el es­cri­to­r­io, una im­pre­s­io­nan­te lám­pa­ra de araña col­ga­ba como un débil sol encima de una mesita de centro de estilo art déco, re­don­da y con las patas curvas. El salón pa­re­cía una tienda de an­ti­güe­da­des, un museo de la ga­lan­te­ría de otros tiem­pos y de la bur­g­ue­sía sueca que había in­va­di­do la pro­vin­c­ia de Ble­kin­ge a fi­na­les del siglo xvii.

      En la mesita de centro había té de gro­se­lla negra СКАЧАТЬ