Secta. Stefan Malmström
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Читать онлайн книгу Secta - Stefan Malmström страница 12

Название: Secta

Автор: Stefan Malmström

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Off Versátil

isbn: 9788412272536

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СКАЧАТЬ dieron y, como no tengo fa­mi­l­ia, vine aquí.

      Luke se man­tu­vo en si­len­c­io. Loman se aclaró la gar­gan­ta.

      —Bien, he leído lo que le dijo al sar­gen­to Lars­son el lunes —pro­si­g­uió, mien­tras cogía otro do­cu­men­to de la car­pe­ta verde—. ¿Quiere volver a leer su de­cla­ra­ción para com­pro­bar si sigue siendo co­rrec­ta? Si lo es, le agra­de­ce­ría que la fir­ma­ra al final de la última página.

      Le acercó el do­cu­men­to a Luke, que empezó a leer. Ter­mi­nó, firmó y se lo de­vol­vió a Anders Loman.

      —Es co­rrec­to.

      —Muy bien. Gra­c­ias. —Loman lo metió en la car­pe­ta verde.

      Luke sorbió el café.

      —¿Y qué se les ha ocu­rri­do?

      Anders Loman se apoyó en la silla y miró a Luke con sus claros ojos azules, que bri­lla­ban como dos arán­da­nos aún por ma­du­rar en con­tras­te con la tez morena.

      —¿Qué quiere decir?

      —Pues que qué se les ha ocu­rri­do en re­la­ción a lo que pudo pasar. ¿Cómo mu­r­ie­ron?

      Anders Loman se in­cli­nó hacia Luke. Apoyó los codos en la mesa y juntó sus finos dedos. Soltó un largo sus­pi­ro.

      —To­da­vía no te­ne­mos los re­sul­ta­dos de las au­top­s­ias, así que no po­de­mos estar se­gu­ros. Pero si quiere saber cuál es mi hi­pó­te­sis, se la diré con gusto.

      Luke asin­tió.

      —¿Se dio cuenta de que había un tarro con un polvo blanco al lado del or­de­na­dor del salón? —pre­gun­tó Loman.

      Luke volvió a asen­tir.

      —Se llama na­tr­ium phe­no­bar­bi­tal y se conoce co­mún­men­te como «fe­no­bar­bi­tal» —con­ti­nuó Loman—. Es un veneno que, en dosis muy pe­q­ue­ñas, solo es un som­ní­fe­ro. Pero un gramo es su­fi­c­ien­te para matar a una per­so­na. Ac­t­ual­men­te lo usan los ve­te­ri­na­r­ios para dormir a los ani­ma­les. Tam­bién lo em­ple­an en una co­no­ci­da clí­ni­ca de eu­ta­na­s­ia en Suiza. En el vaso que había al lado del tarro en­con­tra­mos polvo mez­cla­do con agua. Pro­ba­ble­men­te esa fue la causa de la muerte de Agnes Span­del. Hablé con los pa­ra­mé­di­cos que fueron al apar­ta­men­to y di­je­ron que había restos de polvo en la boca de la niña. De la causa de la muerte de su padre no es­ta­mos se­gu­ros. Pro­ba­ble­men­te murió por ahor­ca­m­ien­to, pero lo sa­bre­mos con cer­te­za en unos días, cuando el de­par­ta­men­to fo­ren­se de Lund nos mande el in­for­me de la au­top­s­ia.

      —¿Quiere decir que Viktor obligó a Agnes a tomar el veneno? —pre­gun­tó Luke.

      —No creo que ella lo tomara vo­lun­ta­r­ia­men­te —con­tes­tó Loman—. Se trata de una sus­tan­c­ia te­rri­ble­men­te amarga, y había una ta­ble­ta de cho­co­la­te medio em­pe­za­da al lado del vaso. Pro­ba­ble­men­te él le diera el cho­co­la­te cuando ella se bebió la mezcla. Agnes la de­rra­mó o es­cu­pió un poco. La po­li­cía cien­tí­fi­ca ha en­con­tra­do restos del lí­q­ui­do en el suelo.

      Luke negó con la cabeza. Loman lo miró, sor­pren­di­do.

      —¿Usted no cree que ocu­rr­ie­ra así?

      —Es que no lo en­t­ien­do —dijo Luke—. Me cuesta mu­chí­si­mo creer que Viktor pu­d­ie­ra hacer algo se­me­jan­te. ¿Es fácil en­con­trar ese veneno? ¿Puede com­prar­lo cual­q­u­ie­ra?

      —No en Suecia, a no ser que seas un ve­te­ri­na­r­io cer­ti­fi­ca­do —con­tes­tó Loman—. Mi teoría es que Viktor lo buscó por in­ter­net y lo compró en una página ex­tran­je­ra.

      Luke se quedó en si­len­c­io un mo­men­to.

      —¿Cuándo murió Viktor? —pre­gun­tó.

      —Esto tam­po­co lo sa­be­mos to­da­vía —con­tes­tó Loman—. Pero nues­tro fo­ren­se hizo una es­ti­ma­ción pre­li­mi­nar de la hora de la muerte al­re­de­dor de las ocho y media de la tarde del lunes. La niña murió des­pués, como ya sabe. Usted estaba en el piso en ese mo­men­to.

      —Media hora antes de que yo lla­ma­ra al timbre —dijo Luke.

      Loman asin­tió.

      —Usted lo co­no­cía bien, según tengo en­ten­di­do —dijo Loman—. ¿Tiene idea de por qué haría algo tan drás­ti­co?

      —Es to­tal­men­te in­com­pren­si­ble. Lo vi el sábado y estaba de muy buen humor, como siem­pre. Se en­con­tra­ba bien.

      Loman re­vol­vió los pa­pe­les.

      —Por lo que nos han dicho, Viktor Span­del había su­fri­do al­gu­nos epi­so­d­ios de­pre­si­vos re­c­ien­te­men­te. El último fue cuando su mujer lo dejó en… —Loman cogió un do­cu­men­to y leyó—: 2001, hace tres años. —Volvió a le­van­tar la vista—. Quizás esto lo ex­pli­ca todo. Puede que vol­v­ie­ra a estar de­pri­mi­do y de­ci­d­ie­ra qui­tar­se la vida y ven­gar­se de su ex­mu­jer lle­ván­do­se a la niña con él. No sería la pri­me­ra vez que ocurre algo así.

      Sus ojos azules se cla­va­ron en Luke. Él se re­cli­nó en la silla e in­ten­tó di­ge­rir lo que aca­ba­ba de oír. ¿Ven­gar­se de The­re­se? ¿Podía ser esa la causa? Viktor se había que­da­do hecho polvo des­pués de que ella lo dejara, pero era im­po­si­ble que lle­ga­ra hasta el punto de matar a Agnes. Viktor no. No era una per­so­na amar­ga­da ni ven­ga­ti­va. Y, por encima de todo, nunca ma­ta­ría a su propia hija.

      —Es im­po­si­ble que Viktor hi­c­ie­ra pasar por eso a su hija, ella era lo que más quería en el mundo.

      Anders Loman se re­cli­nó.

      —Que­re­mos creer que co­no­ce­mos a los amigos —dijo—. Pero la gente no siem­pre nos mues­tra lo que piensa y siente en re­a­li­dad. Ni si­q­u­ie­ra nues­tros amigos más ín­ti­mos. ¿Es po­si­ble que Viktor no qui­s­ie­ra pa­re­cer débil o que qui­s­ie­ra evitar que usted se pre­o­cu­pa­ra? ¿Cuánto hacía que se co­no­cí­an?

      —Diez años —con­tes­tó Luke—. In­clu­so viví con Viktor y Agnes du­ran­te al­gu­nas tem­po­ra­das, como hace tres años, la última vez que él pasó por una mala época.

      —En­t­ien­do lo te­rri­ble que debe pa­re­cer­le esta hi­pó­te­sis —dijo Loman—. Créame. Sé lo que se siente.

      Anders Loman se in­cli­nó hacia de­lan­te y apoyó sus manos en la mesa. Luke pudo apre­c­iar que las tenía muy arru­ga­das y dedujo que era mayor de lo que pa­re­cía.

      —Pero СКАЧАТЬ