Tratamiento del dolor en los 106 puntos tendinomusculares™ (Color) Flossing. Colette Bacchetta
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Tratamiento del dolor en los 106 puntos tendinomusculares™ (Color) Flossing - Colette Bacchetta страница 9

СКАЧАТЬ con el cosmos. Todos encierran la unidad del cuerpo mediante la imagen de la apariencia exterior del cuerpo, y mediante la distribución y la organización de la imagen corporal. Son portadores del ritmo de cada individuo, contienen la expresión de la gestualidad, el impacto de los mensajes cutáneos, la historia del origen, los acontecimientos de la vida, pero también lo indecible de uno mismo, en su interioridad. Lo íntimo participa de la dimensión ontológica del hombre; es decir, del conocimiento del ser en tanto que «ser en sí mismo, la carne en su origen». La vida y la naturaleza profunda del hombre son engendradas por la energía Principal. El desarrollo en el útero del ser humano, de la fecundación al nacimiento, se divide en tres períodos. Desde la concepción, en el Cielo anterior (apelación en MTC), se da el período de división celular (1.ª y 2.ª semana tras la fecundación), el período embrionario (entre la 2.ª y la 8.ª semana de desarrollo) y el período fetal (entre la 9.ª y la 37.ª semana de desarrollo). Al nacer, en el Cielo posterior (apelación en MTC), la emancipación del ser evoluciona. Su ritmo fundamental se enraíza en Oriente, donde cobra vida y de donde obtiene sus recursos inmunitarios físicos, emocionales y psíquicos.

      El organismo humano está compuesto por elementos fundamentales del universo en la resonancia de la unidad. El microcosmos y el macrocosmos están unidos por el mesocosmos. Esta relación de interpenetración para el hombre genera la quintaesencia de los movimientos de su vida. Todos los componentes creados por la naturaleza inscriben al hombre y su destino en movimientos direccionales inducidos por los cuatro puntos cardinales y el quinto punto, en el centro, la quintaesencia.

      La permanencia de los cinco aparatos combinados en relación con el quinto elemento, por un lado, y la Sangre y la Energía cósmica impulsada por los elementos de la Naturaleza, por otro, nutren el alma en su densidad o ligereza. El aparato circulatorio está animado por una reactividad, mediación entre Cielo y Tierra. El hombre, situado entre naturaleza y cultura, realiza mediante sus intenciones y sus valores sus movimientos en el espacio y el tiempo que atraviesa y anima. Su sensorialidad y sus emociones caracterizan su vida, sus pensamientos, y su relación con él mismo y con el mundo. En su cuerpo de carne y en la alteridad, el hombre, ser cósmico, puede sentir de dentro afuera. Estos lazos suscitan el contacto sensitivo del paisaje interior del cuerpo, de la carne o de las carnes, una apertura, como una luz hacia el corazón. El organismo humano, cuerpo vivo y sensible llevado por el eje vertebral articulado, es espejo del universo. El espíritu se alía con el cuerpo y la psique, el aliento, acompaña al diálogo interior, el sentido del vacío y de la interioridad. La memoria del acontecimiento real en el recurso íntimo se acomoda en el fondo del pozo, ahí donde la embriogénesis tiene sus raíces. Se ilumina y sugiere este movimiento de la energía inicial, aliento inspirado, que irriga el corazón-espíritu del hombre a través del idioma del silencio en sí.

      Cada punto TM, sea cual sea su ubicación en el cuerpo, refleja la difusión de la energía del corazón, mediante las funciones de relación y nutrición que las conforman. El corazón, que se encuentra en el centro, cobra vida gracias al Aliento, nutrido por la Naturaleza e inspirado por la filosofía del vivo.

      «¡Ah, la verdadera regla no tiene Oriente fijo; los puntos se forman llevados del aliento!».9

      La energía viene a nutrir al vivo durante los tres tiempos de la vida: antes, durante y después de su existencia, sobre la cinta infinita en la que se inscribe la vida y la muerte.

      La naturaleza teje lazos sometidos a la permanencia o impermanencia del cosmos. La energía, en tanto que substrato, es matriz del espíritu en el mundo real y vivo en el que habitamos. Está en mutación permanente en la dimensión tripartita del hombre. La esfera de influencia de la energía y su metamorfosis son infinitas. Ambas encarnan el «infinito en sí mismo», llamado «Apeiron», que François-Régis Ponsin explicó y desarrolló en su libro Prolégomènes à toute acupuncture originelle.10

      El ser vivo, en su relación con el cosmos, es Unidad, en lo innato y lo adquirido, entre Naturaleza y Cultura. En su carne y su alma, las metamorfosis del instante vivido son engendradas por el Origen de la Naturaleza y el Oriente en el punto central. En el movimiento de la Naturaleza, estos intercambios, estas corrientes permanentes, estas estratificaciones incluidas en los acontecimientos sociales, en el reflejo del linaje, sostienen el ritmo fundamental del ser vivo, en una dinámica de estructura, forma y función. El hombre vive su vida, cruza el tiempo y aspira a elevarse, a nutrirse y a conquistar su libertad. Al hacerlo, se encuentra en metamorfosis permanente. El hombre lleva en sí mismo, en lo infinitamente pequeño pero también en el infinito del cosmos, el punto de acupuntura, neuroeje, que contiene intimidad y corazón de su carne. La membrana celular contiene en sí misma todas las funciones de la vida. Los lazos energéticos, fluctuantes, estables e inestables, ligeros o pesados, que circulan tanto de día como de noche, se expanden y nutren a cada punto. La membrana celular, elemento fundamental y vibratorio de la vida, es palpitación del mundo.

      Cada célula, como un universo vivo, contiene la memoria vibratoria del resto de las células del ser global. Cuando revisó mi manuscrito, el doctor Georges Willem escribió que «cada célula es propia de cada individuo; es su firma».

      La carne original está encarnada en la célula. Contiene los potenciales identitarios ancestrales, las energías psíquicas, las memorias nacidas de la historia del ser y el alma del mundo. La singularidad del individuo se consagra a la unidad de su sustancia fundamental. Nutrida por el aliento del Espíritu, se identifica por su sangre. El ser humano, por su necesidad de distensión, por su aspiración a la clemencia, su deseo de belleza interior, cuestiona la existencia de la vida y de la muerte. Sin embargo, esta singularidad es indisociable del estado de relación, esencial para la vida del hombre.

      «Sin contactos, no somos; ser es ser en estado de relación; el estado de relación es la existencia en sí misma».11

      En su vida cultural, social y afectiva, el ser siempre busca recursos, paz interior, y tiene la posibilidad de activar los potenciales activos y valores añadidos de su patrimonio genético. La persona traza su propia estela, por ella y en ella misma.

      Los puntos cardinales son la matriz direccional que ayuda al hombre a orientarse. Estas puertas de orientación son la raíz de todas las formas y de todos los intercambios.

      La cuadratura de los puntos cardinales, ejes direccionales y geométricos, se une en un punto central considerado por los filósofos antiguos como el eje del mundo, llamado «éter o alma del mundo». «No solo el hombre tiene alma, sino que también existe un «alma del mundo» (Platón, Timeo), de la cual cada alma en concreto es el reflejo. Esta alma del mundo es una «anima movens»; es decir, gracias a ella giran las esferas celestes y la vida se propaga por la tierra, al mismo tiempo que el poder del amor, que recuerda al hombre su condición inicial».12

      El eje del mundo sigue fundamentalmente el ritmo de las relaciones y los movimientos que tiene con el cosmos.

      La circulación energética Yin y Yang, los cuatro puntos cardinales y el quinto, la quintaesencia, se hacen visibles en las cuatro estaciones. Los cuatro puntos cardinales unidos en el punto central, ejes direccionales y en la esfera de influencia de sus «cuerpos» cósmicos, son guías para orientarse; su espacio geométrico perpetúa la metamorfosis por la Naturaleza, en el seno de los universos.

      El número 4 se asocia fundamentalmente a la Tierra, número que se representa mediante un cuadrado.

      Para los hermetistas, el cuaternario se representa con los nombres simbólicos de FUEGO, AIRE, AGUA y TIERRA, determinados como los elementos de la naturaleza. Mario СКАЧАТЬ