Tratamiento del dolor en los 106 puntos tendinomusculares™ (Color) Flossing. Colette Bacchetta
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СКАЧАТЬ En el ámbito de las medicinas tradicionales, la china en particular, el masaje manual se considera «una de las cinco perlas de tratamiento».

      Para hacerlo bien, esta intervención manual sobre el recorrido del meridiano vector de Energía requiere una elección clara, concentración, visualización e intención. Los beneficios buscados son tanto físicos como psíquicos.

      Colette Bacchetta ha evolucionado progresivamente su forma de ver el cuerpo que sufre: un enfoque más mecánico en kinesioterapia, un enfoque más neurológico en el ámbito de la reflexología plantar y, por último, un enfoque energético en el marco de una cooperación total con sus pacientes bautizada modestamente como «técnica». El enfoque ha sido sustituido por un «planteamiento» que tiene en cuenta tres parámetros de la medicina tradicional china: la ley del «todo está en todo»; es decir, un microcosmos es el reflejo del macrocosmos; la ley de la unidad indisociable «materia-pensamiento/Energía del cuerpo», y la ley de la expresión en la periferia de los desórdenes del interior.

      Colette Bacchetta utiliza sus dedos como prolongación de ella misma para detectar las tensiones y las relajaciones en puntos específicos que pertenecen a ramas energéticas clásicas conocidas como «meridianos tendinomusculares». Trata los puntos «en vacío o en plenitud» mediante masajes que yo calificaría de «psicofísicos». Su intención es «romper» el caparazón musculotendinoso que frena o bloquea la circulación de la Energía vital; intenta redinamizar la circulación de la Energía de defensa Wei; se esfuerza por recuperar la armonía en los desórdenes psicosomáticos que se traducen tanto en algias físicas (contracturas musculares, espasmos diafragmáticos, algias profundas, etc.) como en dolores morales.

      Esta perspectiva es fuente de aprendizaje para todo profesional de la salud (podólogos, kinesioterapeutas, médicos acupuntores, etc.) que, como Colette Bacchetta, quiere a sus pacientes.

       Doctor Georges Willem (†)

       Prólogo

      La energía es la alegría eterna William Blake

      El sabio sabe, el creyente cree y el sensato duda Proverbio chino

      Para profundizar plenamente en la última obra de Colette Bacchetta, para la que he tenido el privilegio de hacer el prólogo, hay que decir unas cuantas palabras sobre este arte que es curar.

      Colette Bacchetta realiza una triple conquista: sobre la subjetividad arcaica que a veces nos hace confundir vejigas con linternas y viceversa (imaginario, maya de los orientales), sobre la sensorialidad realista que reduce el mundo a nuestras sensaciones habituales y sobre la racionalidad científica que lo reduce con demasiada frecuencia a un abstracto mecánico, por muy cuántico o relativista que sea.

      Tal como se describe en esta obra, el planteamiento curativo se desmarca de la tecnomedicina y se inscribe más bien en una corriente de pensamiento que ve la salud, la enfermedad y el tratamiento de forma diferente. Según la tradición taoísta china, el hombre es una manifestación del QI al ritmo del Yin y el Yang, un todo indisociable que une en un solo movimiento los procesos fisiológicos, mentales y emocionales. La práctica curativa europea está condicionada por su historia racionalista y mediterránea. No hace tanto se convirtió en una práctica laica, a veces considerada un arte más que una ciencia, y en la actualidad ha entrado en una era deliberadamente tecnocientífica; la parte técnica, por no decir tecnológica, ocupa cada vez un mayor espacio en su práctica, y el médico, considerado un humanista en el siglo XIX, a finales del siglo XX pasó a ser un hombre de ciencia. Aun a riesgo de caer en la exageración, yo diría que el médico sueña con un diagnóstico asistido por ordenador en el que el enfermo solo tendría que proporcionar los datos de entrada. Hay que reconocerlo: nuestra formación clínica, asociada a los signos físicos, oye más con las yemas de los dedos que con los surcos de las orejas. Por otra parte, la experiencia indica que el dolor crónico suele burlarse de ese procedimiento al que aspiran muchos médicos y pacientes: diagnóstico preciso, terapia eficaz y curación rápida. Sin embargo, a pesar de ciertas ambiciones de informatización generalizada, por suerte todavía existe la relación profesional-paciente, e incluso para el paciente es cada vez más importante debido al contexto social, a esa despersonalización racional del mundo moderno. Todo tratamiento debe hacerse en relación con el otro, y dicha relación está reconocida oficialmente como parte integrante de la acción curativa.

      Detrás de todo sistema médico de cualquier cultura existen ciertas suposiciones; es decir, conceptos, imágenes fundamentales del hombre, de la enfermedad, del cuerpo, de lo que le anima, del sufrimiento y de la muerte, y estas suposiciones pueden variar de una cultura a otra, como afirma Jean-Yves Leloup2: «Tener un presupuesto antropológico es poseer una imagen del hombre heredada de una cultura, de una civilización o de una región y creer que el hombre se corresponde con dicha representación». Evidentemente se pueden iniciar grandes batallas entre racionalistas y espiritualistas, entre neurofisiologistas y psicoanalistas, combates que tienen poca repercusión en la práctica clínica cotidiana. Pasar del soma a la psique, de la sensación a la percepción, de la emoción a la representación requiere gestiones muy diversas que pueden resultar interesantes y cuyos cimientos se encuentran en el fondo de uno mismo; es decir, del cuerpo. Nos haría falta una especie de concepto monista que iría de la biología más fundamental a la psique más elaborada. De hecho, cuando hablamos de cuerpo, ¿de qué cuerpo estamos hablando? El propio acto de conocer no es el resultado de una inteligencia alejada del cuerpo. Si me lo permite, haremos un pequeño recorrido por la lengua hebraica, idioma concreto que solo nombra aquello que existe, que tiene una palabra interesante para llamar al cuerpo (goufa = ‘cadáver’) que no se utiliza para nada en el texto bíblico: la ausencia de la palabra cuerpo no implica la ausencia de una preocupación relacionada con la existencia de la realidad del cuerpo, sino más bien una invitación a pensar en el cuerpo según otras modalidades, otras perspectivas, que van más allá del dominio puramente mundano, material y físico. Nuestro cuerpo está hecho de eso, del tacto de la madre, de los abrazos de la infancia, de los cuidados aportados cada día por uno mismo y por los demás, y el cuerpo del enfermo, del tacto tranquilizador del médico y del personal sanitario que cargan la zona dolorida con una mezcla sutil de dudas y reconocimiento. Tanto el hombre como la mujer que sufre tiene otro cuerpo; él es otro hombre y ella es otra mujer. Sufren a través del cuerpo las heridas que secretan sus almas. La imagen inconsciente del cuerpo es la síntesis viva de nuestras experiencias emocionales. La experimentación de las sensaciones es individual y colectiva. La historia del cuerpo de un sujeto está unida a su historia afectiva, familiar, social y cultural. No nos cuesta imaginar que el bebé empañado de la Edad Media no vivía la misma experiencia corporal que el bebé nadador de hoy en día. El cuerpo, que es nuestra unidad de referencia y de existencia en el mundo, posee un profundo valor metafórico que va más allá del mero esquema corporal. Por ejemplo, respirar profundamente es, además de un acto equilibrante a nivel emocional, un acto que nos impide permanecer demasiado tiempo en la tensión y que la neutraliza mediante la relajación; por lo tanto, es un acto de buena salud. Pero para mí, más que un acto de buena salud, es ante todo un medio de recuperar el contacto con uno mismo. Y de esta calidad de presencia en uno mismo, de hacer entrar al otro en otra calidad de presencia, de crear otra forma de unión, otro espacio entre uno mismo y los demás. Y ese otro es otro humano, pero también es el mundo que nos rodea. Antes de adoptar la forma que hoy conocemos en Occidente, la medicina tradicional china desarrolló los conceptos de enfermedad, tratamiento y prevención, propios de cada cultura, que se integran en una representación del mundo y del organismo centrada en la noción de cambio. En Occidente, la medicina tradicional china se ha adaptado básicamente bajo la forma de acupuntura, que ha estimulado numerosos trabajos para intentar encontrar un sustrato anatómico en la teoría de los vasos-meridianos y para desarrollar mecanismos de analgesia obtenida mediante agujas. Esta tentativa de comprensión científica de la medicina tradicional china se asevera especialmente estimulante, y la transposición de los conocimientos representa un problema interesante СКАЧАТЬ