Mujeres intensamente habitadas. María Alfonsina Angelino
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СКАЧАТЬ y a la vez con ella pretendo y deseo que lo trabajado aquí provoque algún cambio, alguna transformación en el campo de la discapacidad como campo profesional del que soy parte y desde el cual hablo, pienso, escribo. Quiero que este proceso y este producto genere efectos en mí, pero también en otros sujetos y otros escenarios; que repique, que (re)mueva, que contenga, que visibilice, que impacte. Entiendo que es un deseo anclado en un compromiso –si se quiere, político– con la tarea del conocer. Parafraseando a Mike Oliver (1998), he pasado de ver a la investigación como un intento de investigar el mundo a una acción implicada en producir el mundo, o como afirma bellamente María Mies (1983): para conocer hay que transformar, y no al revés. Esta idea que hoy hago propia constituye la base de la metodología feminista. Es, además, un compromiso con cada una de las mujeres con las cuales comparto el crédito (y no las falencias) de lo que aquí se plasma. Quince hermosas mujeres que abrieron su mundo para compartirlo conmigo y mis andares. Somos dieciséis, dialogando. Ya presentaré a cada una cuando retome sus relatos.

      Como mujer entre mujeres este es también un compromiso ético con lo que compartieron entre ellas y conmigo a partir de sus experiencias. Si la ética es una dimensión fundante de lo humano, esta nos coloca en la necesidad del otro, nos pone al cruce de los devenires mutuos y sus miserias, de los dolores que, no siendo nuestros, lo son. Y también nos hace cruzar fronteras para vivir mejor.

      Tenemos responsabilidades con aquello que nos toca y nos afecta pero también, como sostiene hermosamente Judith Butler (2006), tenemos responsabilidades con quienes no conocemos ni conoceremos, con quienes no hemos acordado vivir y compartir nuestras vidas. Podemos llamarlo empatía o de cualquier otra manera; no importa si nos sabemos interactivxs, interdependientes, interseccionadxs, indefectiblemente vulnerables y frágiles frente al mundo. En este sentido, estas mujeres me han atravesado. Me ha resultado imposible permanecer intacta frente al contacto con ellas. Creo que esto es bueno sentirlo y también decirlo.

      A lo largo de los siete años de trabajo en este espacio se han acercado muchas personas con distintas preocupaciones. En una gran mayoría, mujeres que, habiendo recorrido tortuosamente múltiples instituciones y luego de realizar millones de trámites, notas, pedidos, solicitudes “a quien corresponda”, no logran satisfacer las expectativas de protección o cobertura en algunas de las áreas que las leyes o disposiciones prevén protección de lxs discapacitadxs.

      De allí surge el primer interrogante: ¿Por qué siempre son mujeres quienes vienen al espacio de consulta? Años trabajando en el tema, años acompañando estas demandas y nunca había puesto el eje (o el ojo) en que siempre, siempre son mujeres. Y no importa si ese siempre es casi siempre, porque estadísticamente quizá vino alguna vez otro y no otra. Pero insisto, todas mujeres, algunas veces madres de, pero no todas las veces; por momentos, abuelas, hermanas, ex esposas, vecinas, amigas, compañeras de trabajo, madres de jóvenes discapacitados consultando por otras mujeres, parejas de sus hijos e hijas. Mujeres a cargo del devenir y la suerte de vidas frágiles y fragilizadas.

      La respuesta más inmediata a ese primer interrogante vino de la mano del sentido común forjado al calor de siglos de pensamiento falocéntrico, patriarcal, ese que nos provee de explicaciones y respuestas allí donde justamente deberíamos preguntarnos: vienen porque son mujeres y las mujeres cuidan a otros, y más si son madres, ¡cómo no hacerlo! Y así mi primera pregunta aún no estaba a disposición para incomodarme y generar otras nuevas. La inquietud que pudo haber movido algo volvía, se apaciguaba y se inscribía en el imaginario de la esencia femenina del cuidado, de la esencia de lo materno y el cuidado, lo femenino del cuidado, lo privado y cotidianamente femenino del cuidado. Por fortuna –o quizá, por destino–, la inquietud siguió allí, esperando a que le diera lugar. Y fue así que comencé a redescubrir algunas lecturas, a encontrar lo que no buscaba (explícitamente) y a buscar lo que todavía no sabía.

      Pude advertir que hay quienes, muchas quienes, se han preguntado lo mismo desde hace ya mucho tiempo, en estas y otras latitudes. Muchas que –no conformes con las respuestas que obtenían una y otra vez– decidieron tomar para sí el desafío de horadar algunas explicaciones y juntaron pedazos, acumularon –como hormigas laboriosas– argumentos para enfrentar las tormentas de prenociones o esencializaciones fundadas y legitimadas en otras perspectivas. Trabajando así, sin prisa pero sin pausa.