Mujeres intensamente habitadas. María Alfonsina Angelino
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СКАЧАТЬ a la iniciación del patriarcado de modos muy diferentes. Más adelante nos dirá que se construye el sentido del self como una capacidad de registrar nuestra experiencia progresivamente. Se distingue este núcleo del self, anclado en el cuerpo y la emoción, del self autobiográfico que se anuda a la narrativa de sí mismo. Esta distinción nos permite poner de relieve que cuando separamos la emoción de la razón o el espíritu del cuerpo (exigencia del patriarcado) perdemos contacto con nuestra experiencia y podemos entonces ligarnos a una historia de nosotras mismas que es errónea en relación a ese interior que sabemos verdadero Gilligan (2011). A algo parecido se refería Lorde cuando apelaba a la necesidad de escarbar en nuestro interior. Este es el ejercicio de arqueología de la subjetividad que resulta de un impacto político incontestable.

      Los cuidados expuestos en los relatos incluyen, como mínimo, tres cuestiones importantes. En primer lugar, la distancia (o disonancia) entre como hablan las mujeres de sus situaciones, cuidados, discapacidad y los términos del debate público sobre los mismos temas. En segundo lugar, la posición construccionista de la discapacidad y el talante resistente, más o menos consciente, de nuestras relatoras. Esta es una cuestión que se debate también en la misma piel de las protagonistas que, sabiéndose insertas en un contexto que excluye, se resisten a reproducir este más de lo mismo. En tercer lugar, la accesibilidad como herramienta fundamental que abre un lugar a la subjetividad de los actores con discapacidad. Aquí el cuidado del cuerpo va más allá del propio cuerpo y se concibe en continuidad con otros cuerpos, con sus contextos y los significados que estos lanzan. Ser el puente que da acceso al mundo es una de las tareas que asumen algunas de nuestras mujeres, como acto esencial del cuidar. Pero si bien esto es fundamental y ya pone a los cuidados más allá de ideas simplemente asistenciales, también es cierto que roza la perversión hacer caer esta función en único sujeto, concibiendo así los cuidados únicamente como duales. Esto no deja de fundamentarse en una idea superlativa de sujeto moderno con esencia independiente y apartada del mundo y su historia. Pero si bien compartimos esta idea foucaultiana de sujeto, cabe también preguntarse cómo hablar de sujetos si no los hay. Esto es, como se construye alguien como sujeto si previamente no se establecen las condiciones de posibilidad para que pueda advenir. Pareciera aquí dibujarse una función política del cuidado fundamental. Si aceptamos el supuesto que los sujetos no deben ser hablados por nadie, pero paralelamente no hay un lugar más allá o más acá de los significados sociales que los subalternizan, ¿cómo construir otros parámetros de inteligibilidad de la discapacidad sin que sean hablados por otros? Aquí la relación de cuidados se instala en una delgada línea de tensión entre ambas cuestiones (política y cuidados).

      Butler nos decía que “cuando nos preguntamos qué es lo que hace posible el reconocimiento, comprobamos que no puede ser meramente el otro quien resulte capaz de conocerme y reconocerme como poseedora de un talento o una capacidad especial, pues ese otro también tendrá que apoyarse, aunque solo sea de manera implícita, en ciertos criterios para establecer, en todos los casos, lo que ha de ser reconocible en el yo, un marco para ver y juzgar también quién soy yo” (Butler, 2009:46). Significa esto que existen unas condiciones sociales, históricas, políticas que condicionan la misma inteligibilidad del otro. Dicho de otro modo, “si podemos responder éticamente a un rostro humano, debe haber, ante todo, un marco para lo humano que pueda incluir cualquier número de variaciones como instancias disponibles. Pero, dado lo discutida que es la representación visual de lo humano, parecería que nuestra capacidad de responder a un rostro como un rostro humano está condicionada y mediada por marcos de referencia que, según los casos, humanizan y deshumanizan” (ibid.:46-47). Por lo tanto, la cuestión será ¿cómo trabajar sobre estas condiciones de reconocimiento y cómo hacerlo aun hablando por el otro o precisamente por ello? Nótese que no podemos pensar en los sujetos sin pensar en sus contextos y que será el segundo la razón de nuestra empresa y no el primero como tantas veces se pretende.

      Los relatos alumbran esta persistente y sagaz función política del cuidado:

      “Este año, él comenzó a asistir a piano en la Escuela de Música, por lo cual Clara tuvo que aprender de partituras. También es el puente allí entre la maestra y Luca. Reconoce que eso le cuesta horrores pero tuvo que hacerlo. Ir y venir, copiar y transcribir, llevar y traer todos los días la máquina braille bajo el brazo ya que la escuela común a la que asiste no tiene. Son los ojos de Luca, dice Clara. La insistencia para que la institución compre una máquina no ha tenido respuesta. Nadie te da bolilla, asegura Clara. También solicitó una al organismo oficial de discapacidad en la provincia hace tres años, y aún espera una respuesta.” (Angelino, M.A. en este libro)

      Esta es la realidad de la discapacidad, no otra. Que el mundo se construye a partir del capacitismo o minusvalidismo. Cuando alguien no está hecho a la medida de todas las cosas se despliega el rechazo en forma de culpa apelando al déficit del sujeto, a lo que le falta o le sobra. Es aquí donde el cuidar se entrelaza con lo político, ahora hecho carne. Y más cuando este otro no está en disposición de defender su lugar en el mundo. Aquí Lo personal es político se hace eco del Nada sobre nosotros sin nosotros.

      Esto va de cuidados pero esencialmente de la vida misma, de sufrir, llorar, gozar, luchar, padecer, reír. Probablemente porque los cuidados se entrelazan a los cuerpos de un modo radical o porque se hace evidente que los cuerpos tienen historia, biografía y significados particulares, insertadas también en contextos particulares. Cuidados y cuerpos como lo que nos atrapa, nos alienta, nos impulsa o nos confunde. No puede mecanizarse, ni objetivarse el cuidado, es algo enteramente unido al Ser, su experiencia y manera de apercibirse. No se da por tanto, en esta obra, una visión naif de aquellos sino, todo lo contrario, se nos muestra su dimensión conflictiva. Esto es así, porque si los cuidados y la discapacidad son relación en construcción permanente, lo son también en tanto conflicto incesante.

      Son, en fin, algo muy poderoso, de ahí su invisibilización, sin lo cual la vida no tiene salida, es inviable, especialmente indigna o simplemente no-vida. Y esto es así porque toca lo más humano de lo humano. Pero resulta que la discapacidad subvierte todo orden, nos muestra algo, lo que debería haber quedado oculto. Altera la trama urdida desde los albores de la humanidad, de no querer o no poder saber de lo humano, de su vulnerabilidad que convoca éticamente al cuidado. Esto es algo que va contra al sentido común o, más bien, contra la contingencia de la especie. Con todo ello, la discapacidad también adelanta el fundamento de los cuidados como el posible pilar de futuras organizaciones sociales (o aniquiladas civilizaciones pasadas). Pero para ello cabe huir de mitificaciones y asumir, lo hemos dicho, el conflicto como inherente a nuestra condición.

      Alfonsina está atravesada por lo que escribe, desde su modo de mirar el mundo hasta su propia biografía. Compartió su infancia con Benito y Lucy, a quienes todavía recuerda y guarda en la memoria. Y cuando uno escribe desde las entrañas, algo relevante se abre, dice, nos dice, nos toca. Algo valioso se pone en circulación y nos trastoca. Nos transforma en lo más hondo. Se hace saber de la vida, desde los márgenes, desde lo más subalterno: mujeres cuidadoras que encontraron la discapacidad en el centro de sus vidas. Sabias andadoras y caminadoras de desiertos y selvas. Este libro va dedicado a cada una de ellas, a todas las que, en la sombra, conocen el arte del cuidar, del cuidarnos. Ellas son, y no es ninguna exageración, el sostén de todos nosotros. Cuidar no es aquí una actividad puntual, es un modo de recorrer lo humano, de pensar la vida, de relacionarse con los otros. Es decir, esto no concierne solo a unos cuantos si no que nos interpela a todos y todas en lo más hondo. Y si el cuidar no tiene que ver con unos cuantos, la discapacidad tampoco porque tarde o temprano, antes o después, nos tocará de algún modo y pasaremos a formar parte de este grupo indeseado por la normalidad. Es por ello que no tienen mucho sentido las políticas sectoriales de la dependencia y los cuidados. Lo relevante aquí es entender lo universal de ambos temas, reconociendo las cadenas de interdependencia necesarias y vitales para todos.

      En definitiva, en lo que sigue, el lector encontrará un tesoro, voces, vidas, biografías, sentidos particulares sobre la tarea de cuidar y sobre la misma discapacidad. Este libro es un regalo para quien lo quiera abrazar. Voces tramadas en su conjunto que nos dan una idea del estado de la cuestión y del sentido que СКАЧАТЬ