Название: El coro de las voces solitarias
Автор: Rafael Arráiz Lucca
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 9788412145090
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Dice Max Henríquez Ureña en su Breve historia del modernismo: «Propulsor del modernismo en Venezuela fue Rufino Blanco Fombona. Aunque la mayor parte de su obra está en prosa, fue él quien llevó el acento modernista a la poesía venezolana» (Henríquez Ureña, 1954: 289). Y ese acento que señala el ensayista comienza con Trovadores y trovas en 1899, que lleva un prólogo de Díaz Rodríguez y que fue publicado por la editorial de El Cojo Ilustrado. Blanco Fombona cuenta entonces veinticinco años y asume la impronta modernista con fervor hasta su último poemario, Mazorcas de oro (1943), cuando ya el modernismo ha sido sustituido por la vanguardia. Si descontamos su poema de juventud «Patria», la obra poética de Blanco Fombona está compuesta por seis títulos. Como vemos, no constituye la faceta más prolífica del autor, pero no cabe la menor duda de que su poesía modernista fue la primera que se leyó de autor venezolano.
Su poesía, aunque rendía tributos en el altar modernista, no se caracteriza por el oropel. Por el contrario, su palabra discurre como al margen de cierto exagerado preciosismo que fue propio del movimiento modernista. La crítica ha visto en la reciedumbre de su poesía, lejana de los afeites minuciosos, la patentización de su carácter criollo. En verdad, creo que sería más exacto decir que se trata de la evidencia de su carácter; no creo que en la vehemencia de Blanco Fombona se exprese todo un carácter nacional. De modo que la poesía modernista de este caraqueño ofrece el signo de su personalidad, y ya ello es suficiente para singularizarla. Ofrece, también, el principio de una certidumbre: para Blanco Fombona el nutriente fundamental de su obra literaria era su vida, de modo que su poesía es enfáticamente autobiográfica, y allí estriba otro de sus rasgos. Añadamos el juicio que Fernando Paz Castillo pudo emitir sobre su obra poética:
Muchas influencias hay en Blanco Fombona, en poesía sobre todo, como en la mayoría de los modernistas. Una de las virtudes de esta escuela es, precisamente, la de haber captado, cada escritor, con gran perspicacia, y de acuerdo con su temperamento, tendencias procedentes de diversos países. Pero por sobre todas, se impone, en cada uno de ellos, la de Darío, el magistral creador de una expresión poética inconfundible, aun en aquellos escritores, de personalidad recia, como Blanco Fombona. (Paz Castillo, 1964: 335, volumen II)
En verdad, las palabras de Paz Castillo encierran una contradicción: por una parte apuntan perspicazmente hacia uno de los rasgos del modernismo: su libertad creadora; pero por otra encierran a Blanco Fombona dentro del círculo de influencias de Darío. Quizás la contradicción del maestro provenga de considerar el modernismo como una escuela literaria y no como un movimiento, que en verdad eso fue. Es difícil imaginar que una personalidad como la de Blanco Fombona fuera a seguir acríticamente un catecismo lírico cuando, para colmo, el modernismo contradijo en su propia fuente la cartilla literaria; contra las iglesias insurgió como lanza liberadora de los espíritus individualmente considerados. De modo que a una psique como la de nuestro poeta nada le vino mejor que el estallido modernista: con él ganó licencia para su elocuencia natural; con él invitó al recinto del poema a las más dispares experiencias personales, que fueron abundantísimas en su vida, por lo demás. Finalmente, como el lector ha podido advertir a lo largo de este ensayo, por lo general considero a los autores en su momento de insurgencia para establecer su ubicación histórica, y podría valorarlos de nuevo si sus estéticas se modificaran con el tiempo. No es este el caso de Blanco Fombona. Su poesía fue modernista hasta cuando ya la vanguardia esperaba relevo.
No fue esa, por cierto, la historia de Alfredo Arvelo Larriva (1883-1934), quien, hacia el final de su vida, cuando ya los vientos de la vanguardia se batían con fuerza, asumía el discurso vanguardista en alguno de sus últimos poemas y estimulaba a los más jóvenes a seguir esos derroteros. Sobre la poesía de Arvelo, en los años recientes, se ha posado un manto reivindicatorio. Especialmente por parte de los críticos Juan Liscano, José Ramón Medina y Alexis Márquez Rodríguez, para quienes la obra poética de Arvelo es la mayor expresión de la poesía modernista entre nosotros. Y, ciertamente, aunque a Arvelo no le correspondió ser el primer poeta de espíritu modernista, como sí lo fue su entrañable amigo Blanco Fombona, sí es cierto que sus alcances fueron mayores.
En su poesía vive el retruécano, de filiación española, así como su nunca oculta admiración por Quevedo. En ella se explaya la gracia, el humor juguetón con que Arvelo enfrentó las inmensas desventuras que le deparó la vida. En su poesía el verso musical, que le da un colorido cinético a sus poemas, anidó con una extraña exactitud. Manejó con destreza la precisión silábica de los versos y congregó en ellos tanto la ironía sangrienta como la ternura más indulgente.
Su fascinación por la espesura enigmática de la selva lo llevó a establecerse en el sur de Venezuela, y fue allí donde el inesperado destino le tendió una trampa. Cuando apenas contaba veintiún años, un hombre lo ofendió frontalmente y él consideró, instigado por su amigo Blanco Fombona, que estaba presente, que no le quedaba otra alternativa que el lance personal, el duelo a muerte, y así fue. Le propinó una herida definitiva a su adversario y pagó con la cárcel aquella asunción de la justicia en mano propia. Ocho años de prisión castigaron su juventud; pero, al salir de ella, lo esperaba otra algunos años después: la que le infligiría el tirano Gómez por sus actividades conspirativas. De modo que un hombre que va a fallecer en Madrid, a los cincuenta y un años, casi la mitad los ha pasado en la mazmorra. De allí que él mismo firmara sus artículos con el pseudónimo de El Enlutado, ya que su vida estuvo signada por la tiniebla carcelaria, humillante.
A pesar de esta vida castigada, Arvelo publicó lo que, por lo general, escribió en la cárcel: Enjambre de rimas (1906), Sones y canciones (1909) y algunos otros poemas que no recogió en libro. Aunque su producción poética no fue abundante, los libros que dio a la imprenta, años después, le han valido el aplauso de la crítica; de allí que Márquez Rodríguez afirme: «Todo ello avala nuestra afirmación de que este poeta barinés es el máximo representante en nuestro país del modernismo poético» (Márquez Rodríguez, 1996: 22). Si bien es cierto que la calidad de la poesía de Arvelo es inobjetable, no es menos cierto que cuando publica sus libros ya el modernismo continental había dado frutos excelsos. El Ismaelillo de Martí fue publicado en 1882 y los Versos sencillos en 1891. Darío publica Azul en 1888, Prosas profanas en 1896 y Cantos de vida y esperanza en 1905. Julián del Casal publica Hojas al viento en 1890 y Nieve en 1892. Con estas fechas pretendo corroborar lo que creo haber dicho antes: en Venezuela el espíritu poético modernista florece después que en otros sitios o, dicho de otra forma, ninguno de nuestros poetas incubaba en sus entrañas la necesidad de buscar un lenguaje nuevo que expresara la modernidad con la misma intensidad con que se estaba viviendo, salvo el atormentado Blanco Fombona quien, lamentablemente, no ofrece lo mejor de su obra en la casa del poema, sino en la del ensayo. Esta observación no le resta valor a la poesía de Arvelo, pero la sitúa en un contexto histórico hispanoamericano, inevitable.
Algo similar ocurre con la obra poética de José Tadeo Arreaza Calatrava (1882-1970), es decir, si tomamos en cuenta que los primeros poemarios de este autor son publicados en 1911, pues lo que aludíamos con relación a la poesía de Arvelo con la de este poeta se hace todavía más patente. El Canto a Venezuela y los Cantos de la carne y del reino interior fueron editados en la fecha citada, y Odas. La triste y otros poemas en 1913; ya el Canto a la Batalla de Carabobo y el Canto al ingeniero de minas son de la década de los años veinte. En estos años, precisamente en 1928, en el ejercicio de su profesión de abogado, es defensor de los implicados en la sublevación de abril en contra de la СКАЧАТЬ