Camino al colapso. Julián Zícari
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СКАЧАТЬ de poderes, etc.) y que, por lo tanto, no podría ser su propio titular el más adecuado para suprimirlos. Con ello, la competencia política que se abría en 1995 parecía más dispuesta a mostrarse como lo suficientemente sólida para “superar y conservar” los principales logros del menemismo y no con intenciones de romper con estos, lo que produjo una cada vez más clara separación entre Menem y su modelo, del cual ya buena parte de la sociedad y del arco político se había apropiado, al adoptarlo como un legado necesariamente imperturbable. De este modo, con la naturalización del orden neoliberal, sería posible que se iniciara la competencia sobre quién se encargaría de gobernarlo de cara al futuro. Por su parte, algunos sutiles desplazamientos y reacomodamientos de los principales actores sociopolíticos comenzaron a marcar pronto el pulso del tiempo que se abría con este segundo mandato para configurar un nuevo panorama político.

      En agosto de 1995, un mes después de haber comenzado la segunda presidencia menemista, en el Congreso de la Nación se logró constituir una comisión anti mafia, alentada por un acuerdo entre Alfonsín y Álvarez. Dicha comisión había nacido por las denuncias de Domingo Cavallo en la Cámara de Diputados, según la cual había “mafias enquistadas en el Estado” (Clarín 24/08/1995), y señalaba vínculos apócrifos entre Menem y el empresario Alfredo Yabrán. En septiembre, el MTA de Hugo Moyano se reincorporó a la CGT, actuando ahora como facción interna de esta y redefiniendo el perfil del sindicalismo oficialista, que comenzó a recorrer un camino cada vez menos permisivo y más confrontativo con el gobierno.

      Ya para octubre el horizonte político empezó a traslucir algunas modificaciones más. Si bien el PJ había logrado retener la mayoría de las gobernaciones durante ese año, un acuerdo de último momento entre el Frepaso y la UCR modificó el resultado final en Chaco, lo cual permitió que el radical Ángel Rozas se quedara con esa gobernación en vez del peronismo. En el mismo mes, cuando se realizaron las elecciones a senadores en la Capital Federal, el Frepaso obtuvo un amplio triunfo con fuerte olor antimenemista con la boleta que encabezaba Graciela Fernández Meijide, apuntalando así el ascenso político de esta. El mes de noviembre fue aún peor para el gobierno. La flamante CGT reunificada realizaba el segundo paro general en su historia contra un gobierno de Menem, inaugurando con este el nuevo trato político, puesto que al año siguiente continuaría esta misma línea, realizando tres huelgas generales más (agosto, septiembre y diciembre) y teniendo reuniones públicas con la UCR y el Frepaso para intentar paliar la situación social.

      En abril de 1996 fue el turno de actuar del gremio que agrupaba a los maestros públicos, CTERA, cuando decidió establecer una Carpa Blanca frente al Congreso de la Nación. Desde allí, docentes estatales de todo el país realizarían huelga de hambre y actividades de todo tipo con figuras nacionales e internacionales provenientes del campo del espectáculo y de la cultura para reclamar una nueva ley de financiamiento para la educación pública.

      Del mismo modo, el interior del país también sería protagonista de nuevos desplazamientos, a partir de una serie cada vez más explosiva de “estallidos sociales”. En 1995 fueron la antesala directa en Córdoba para lograr en julio la renuncia del gobernador Angeloz, mientras que en septiembre casi ocurrió lo mismo en Río Negro con el gobernador Pablo Verani; un año después, en 1996, en el partido de Cutral-Co –provincia de Neuquén– una fuerte pueblada había logrado la solidaridad de un amplio espectro social; en Tartagal y General Mosconi –provincia de Salta– ocurrió igual, con protestas lideradas principalmente por trabajadores desocupados. Así, en el interior del país y con las economías regionales cada vez más en crisis, desde sindicatos hasta partidos de oposición, se alzaron voces para señalar los límites a un modelo económico que estaba fabricando continuamente una masa enorme de excluidos.

      En este sentido, no debe dejarse de lado tampoco la reconversión que comenzó a hacer la Iglesia Católica Argentina a partir de la segunda presidencia de Menem. Con el nombramiento de Monseñor Estanislao Karlic al frente del Consejo Episcopal Argentino (CEA) y los cambios en la Pastoral Social (con la llegada del Cardenal Primatesta) la bendición general con la cual había contado Menem en su primer mandato (con Antonio Quarracino como titular del CEA) comenzó a desfigurarse (Del Piero, 2004). Con el avance de la vulnerabilidad social, el desempleo y las crecientes denuncias sobre corrupción (leídas como “decadencia moral y espiritual”) empezaron a alarmar a numerosos miembros de la Iglesia. A principios de 1996 un grupo de obispos publicaron en conjunto un manifiesto –el cual dejaba en claro los cambios y reacomodamientos internos en la Iglesia–, señalando contra el gobierno que “la gravedad de la situación social y la existencia de corrupción en diversos niveles del Estado y la sociedad, acompañada de una notable impunidad [es alarmante]” (Página 12 13/03/1996). Además, el grueso de las protestas sociales realizadas en el interior del país contó con el apoyo eclesiástico, y utilizó misas y demás espacios como plataforma de esas luchas1.

      Con relación a estos cambios, es importante señalar que en muy poco tiempo el clima general de apoyo con el cual había contado el menemismo había comenzado a desmoronarse. Si a mediados de 1995, cuando obtuvo la reelección, la imagen de aprobación superaba con creces el 50%, para fines de ese año había disminuido hasta el 35%. Ya para mediados de 1996 se encontraba en torno al 20% en todos los sondeos (Novaro, 2009: 494). Una de las explicaciones con respecto a esto ha sido el desgaste, de alguna manera natural, que se suele producir con los gobiernos cuando comienzan su segundo mandato consecutivo, esto es algo que le pasó a Perón desde 1952, le pasaría al kirchnerismo a partir de 2008 y era algo que le estaba ocurriendo a Menem. En este caso, porque el recambio de gobernantes en las repúblicas tiende a tomarse como un valor en sí mismo, como además los actores sociales y políticos se encuentran en mejores condiciones de enfrentar a los gobiernos ya establecidos, puesto que conocen cómo funcionan sus lógicas internas y cómo golpear para obtener respuestas a su favor, como a su vez, algunos temas importantes que habían estado en un segundo plano durante su primer mandato, y que ocuparon un lugar periférico frente a otras cuestiones consideradas como prioritarias, suelen tener más peso en un segundo mandato y ganar así el centro de la escena política. Particularmente para el gobierno de Menem, su imagen congénitamente asociada a la corrupción continuó acentuando el perfil que lo relacionaba con prácticas políticas poco honestas, la malversación de fondos, los amiguismos y demás hechos ilícitos que se habían vuelto un lugar común del espacio político argentino. En este sentido, una vez que el orden socioeconómico menemista pareció finalmente asegurado, se instaló un nuevo clima de opinión, como una suerte de proyecto fundacional común, en el cual una vez garantizadas primero la democracia (con Alfonsín y la UCR) y luego la estabilidad (con Menem y el PJ), debía construirse una nueva política y una mejor república todavía, bajo una regeneración moral, capaz de acabar con lo que comenzaba a denominarse el “horror de la corrupción” y que debía erradicarse como principal utopía política hacia el futuro. Como había dicho por esa época Álvarez: “Yo creo que terminar con las tranzas, los canjes y la corrupción es parte de la utopía de los años 90” (Página 12, 11/04/1994). Ahora la corrupción ya no era percibida como resultado de un caso individual aislado, sino bajo una lógica sistémica general que todo lo carcomía. Y con ello, se ratificaba una imagen espuria y de cierto hartazgo social por el tipo de prácticas dudosas que se le atribuían cotidianamente a Menem y a su gobierno, estableciendo una narrativa omnipresente que reforzaba el componente melodramático del problema. Desde diarios de centro izquierda como Página 12 (bajo las plumas de Horacio Verbitsky, Román Lejtman o de Gabriela Cerruti), o de centro derecha, como La Nación (con columnas de reflexión a cargo de Mariano Grondona o de Joaquín Morales Solá), y de programas de televisión que realizaban periodismo de investigación, como Telenoche investiga (de canal 13, que luego amplificaba sus denuncias en las tapas del diario Clarín, del mismo grupo empresario) y el programa Día D (a cargo de Jorge Lanata, por canal 2), se referían una y otra vez a temas como coimas, sobreprecios, contratos irregulares, compras sin control, negocios con empresas fantasmas y todo tipo de mecanismos de captura de fondos estatales por parte del gobierno de Menem, en los cuales se hacían cámaras ocultas, se sugería la existencia de negociados y se revelaba información oficial en clave de sospecha. Varios libros se habían convertido en СКАЧАТЬ