Название: Camino al colapso
Автор: Julián Zícari
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная прикладная и научно-популярная литература
isbn: 9789507546419
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ALGUNOS DE LOS AFICHES DE LOS QUE RESPALDABAN A ÁLVAREZ
Con todo, y finalmente, el único verdaderamente derrotado en los hechos terminó siendo el propio gobierno, que resultó más débil y fragmentado luego de la renuncia –aunque, paradójicamente sin rupturas con los partidos que lo encumbraron pero con un acompañamiento a medio camino de estos– y sin que el caso de los supuestos sobornos se hubiera aclarado, lo que sostenía igualmente la sensación de impunidad. Además, con el nuevo cambio de gabinete la renombrada “Oficina Anticorrupción” terminó en manos del hermano del presidente, una estrategia que De la Rúa pensó que podría agregar “trasparencia” al trasladarle a aquel la imagen de “honestidad” que el primer mandatario creyó todavía conservar, pero que ayudó a apuntalar lo contrario: a confirmar el nepotismo en la investigación y que el presidente le daba ese puesto a su hermano para protegerse, anulando de este modo cualquier esperanza de que el caso de los sobornos hallara culpables. En los hechos, la promesa de renovación y transparencia institucional que la Alianza se había comprometido a llevar a cabo como principio de identidad quedó sepultada en la desconfianza y el desprestigio: si De la Rúa y los principales líderes aliancistas habían cimentado sus figuras ligadas a enfrentar la corrupción como su más alto valor político, de golpe, tras los incidentes del Senado, quedaron asociados a la continuidad de las prácticas corruptas, afectando severamente su imagen pública y su credibilidad. De allí que el gobierno y su presidente sufrieran un brusco cambio de percepción: si antes existía la ecuación en la cual “Alianza = transparencia”, esta pasó a “Alianza = corrupción”, arruinando su capital político.
Empero, a pesar del altísimo costo que pagaría el gobierno por el mal manejo de la situación y las sospechas que continuaron proyectándose sobre él, desde el entorno presidencial entendieron que la renuncia de Álvarez era un hecho que los favorecía y que de todas formas debía ser festejado (y de hecho fue celebrado con un asado)58, puesto que así pensaban que se sacaban de encima a un competidor y eventual desestabilizador, al tiempo que la renuncia también ayudaba a diluir el molesto peso que pudieran tener los partidos en el gabinete. Por fin, se estimó que la disolución de la Alianza por iniciativa propia del líder del Frepaso era una bendición más que una tragedia que confirmaba la disposición siempre presente en algunos miembros de la UCR –especialmente los delarruistas– de que aquel partido no debería haber existido nunca y que si lo hizo fue gracias a los errores cometidos por el propio radicalismo (Novaro, 2002); aunque por suerte, suspiraban, con el desgarro coalicional ambas desgracias ahora ya estaban en camino de enmendarse: De la Rúa quedó con mayor concentración individual de poder, sin contrapesos en el gabinete, y con el Frepaso más débil todavía en la Alianza. En suma, la renuncia de Álvarez permitía que se pasara a un presidencialismo más acentuado, que permitía homogeneizar el perfil conservador que el primer mandatario deseaba imprimirle a la coalición y, con vistas al futuro, también al destino político del gobierno59.
La calma que antecede al huracán (de octubre a febrero)
Luego de la renuncia de Álvarez a la vicepresidencia, la Alianza quedó sostenida en un complejo limbo político institucional. Por un lado, porque la dimisión exteriorizó para los miembros de la coalición –y para los de afuera– por primera vez de manera abierta y sin eufemismos que un destino común ya no era una certeza para ninguno de ellos; mientras que también, por otro lado, para disipar los evidentes temores de nuevos quiebres la cúpula aliancista realizó diversas maniobras de sobreactuación para evitar sospechas de escaladas en los conflictos. Así, repetidas veces se trató de negar tajantemente que hubiera “una crisis de gobernabilidad”, se remarcó que ni Álvarez ni el Frepaso habían pasado a la oposición y que tampoco había un “final” de la unión. En este sentido, Graciela Fernández Meijide –la única frepasista en el gabinete de ministros– continuó en su puesto junto al resto de los secretarios y subsecretarios del Frepaso en el gobierno, y a su vez el bloque aliancista en el Congreso mantuvo la unidad y se comprometió a aprobar todas las leyes que el presidente requiriera. Aunque sin dudas, el panorama era confuso, por la que cada actor trató de reacomodar su juego frente al nuevo escenario.
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