Aquiles. Gonzalo Alcaide Narvreón
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Название: Aquiles

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788468544885

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СКАЧАТЬ lo que le acababa de suceder, ese era Adrián.

      Buscó su número y luego de dudarlo un rato, apretó la tecla para hacer la llamada. Un ring, dos, tres... Adrián no contestó y Aquiles rápidamente cortó la llamada.

      Aunque parecía contradictorio, ya que necesitaba hablar con su amigo, sintió cierto alivio por el hecho de que no le hubiese atendido la llamada... Le daba mucha vergüenza contarle la experiencia que acababa de vivir.

      Estaba guardando su celular en el bolsillo y comenzó a sonar; era Adrián que devolvía el llamado.

      –Qué haces querido –dijo Aquiles.

      –Hola nene... no me diste tiempo para llegar al teléfono y cortaste –respondió Adrián.

      –Sí, pensé que quizá estuvieses ocupado y corté –dijo Aquiles.

      –¿Qué contás? –preguntó Adrián.

      –Acá andamos... venía del centro y bajé en el Vial costero para despejarme un rato –dijo Aquiles, sin saber muy bien como decir lo que quería decir.

      –¿Bajaste para correr un rato por ahí? –preguntó Adrián.

      –No, no... solo bajé –respondió Aquiles de manera cortada.

      –¿Estas bien? –preguntó Adrián, que lo conocía de memoria y notaba que Aquiles se estaba comportando de una manera extraña.

      –Sí, si... estoy bien... solo que me acaba de suceder algo que me dejó un tanto perturbado y necesito contárselo a alguien –dijo Aquiles.

      –Pero ¿qué te pasó? ¿tuviste un accidente? ¿querés que vaya para ahí? –preguntó Adrián preocupado.

      –No, no... no te quiero hacer venir hasta acá, quédate tranquilo que no tuve ningún accidente ni nada parecido –dijo Aquiles.

      –Me dejás preocupado... te escucho extraño, me llamás para decirme que te sucedió algo, que se lo tenés que contar a alguien y no largás nada –dijo Adrián con tono acusador.

      –No te preocupes... quizá no sea algo tan tremendo; solo que me dejó descolocado –dijo Aquiles, aumentando la intriga de Adrián y prolongando su propia agonía al no animarse a contar lo sucedido.

      –Dale boludo... nos conocemos desde los cuatro años... decime que te pasó –dijo Adrián, increpándolo.

      –Vengo del departamento de Alejandro y me sucedió algo con él que me dejó confundido –dijo Aquiles, comenzando a largar el rollo que tenía dentro.

      –¿Alejandro tu empleado? –preguntó Adrián.

      –Sí, ese Alejandro –respondió Aquiles.

      –Y dale boludo, contame que te pasó con Alejandro como para que te haya dejado así –dijo Adrián apurándolo.

      Aquiles respiró profundo y exhaló, miró hacia el horizonte y sin dar más vueltas dijo:

      –Me dio un beso...

      Unos segundos de absoluto e incómodo silencio dejaron en pausa la conversación.

      –¡Cómo que te dio un beso...! –dijo Adrián, retomando el diálogo.

      ¡Si boludo! me dio un pico, me dio un beso en la boca –dijo Aquiles, escupiendo su angustia, sin prestar atención en la gente que pasaba cerca suyo.

      Nuevamente, unos segundos de incómodo silencio dejaron en suspenso la conversación.

      –No sé qué decirte... me dejás sorprendido –respondió Adrián.

      –Bueno... si vos te quedás sorprendido, imagínate cómo me quedé yo –dijo Aquiles, omitiendo la parte de la devolución del beso segundos antes de salir del departamento, actitud que había dejado a Alejandro absolutamente descolocado.

      –¿Querés que nos juntemos a cenar y me contás bien lo que sucedió? –preguntó Adrián.

      –No, no... anda a tu casa con Inés y yo me voy a la mía, que Marina debe estar esperándome para cenar –dijo Aquiles.

      –Escuchame... por qué no nos juntamos mañana a desayunar o a almorzar y me contás bien que es lo que sucedió –le propuso Adrián.

      –Dale... después de cenar veo como me organizo y te llamo, así arreglamos y charlamos –dijo Aquiles.

      Se despidieron y cortaron la llamada.

      Aquiles se sentía más aliviado y claramente, Adrián había sido la elección correcta como para desahogarse. Estaba seguro de que lo sabría escuchar y comprender, sin juzgar y sin caer en comentarios chabacanos.

      Pensó en que, si iba a utilizar a Adrián como apoyo psicológico, debería contarle la historia completa y no sólo parte de lo recientemente acontecido, corriéndose de la posición de víctima que había sido sorprendida ingenuamente como si se tratase de un adolescente inexperto.

      Si bien él nunca había sido el generador de ninguna situación confusa, la realidad era que tampoco le había puesto un límite o un freno cortante a las insinuaciones o actitudes medio zafadas que venía teniendo Alejandro.

      Un mensaje de Marina acababa de entrar en su celular preguntándole por dónde andaba. Aquiles le respondió que estaba en camino de regreso. Se dirigió hacia el auto, puso música y emprendió tranquilamente el trayecto hacia su departamento, sintiéndose más sereno, casi como si nada hubiese sucedido.

      Dejó el auto en la cochera, subió a su departamento y saludó a Marina, que se encontraba en la cocina preparando la cena.

      –Te quedaste hasta tarde en la oficina –dijo Marina.

      –No, en verdad no... me fui más temprano, sólo que Marcos me pidió si de camino podía dejarle a Alejandro unos documentos para que trabajara en su casa.

      –Ah... ¿y cuando regresa a la oficina? –preguntó Marina.

      –Supongo que la semana próxima... de todas maneras, lo que hace en la oficina lo puede hacer en su departamento; sólo que Marcos debe arreglárselas solo en Tribunales –respondió Aquiles, dando por cerrado el tema.

      –Vos ¿todo en orden? –preguntó Aquiles.

      –Todo tranquilo, sin novedades –respondió Marina.

      –¿Tengo tiempo de bajar un rato a nadar? –preguntó Aquiles.

      –Cuarenta y cinco minutos y cenamos –respondió Marina.

      Aquiles le dio otro beso y se dirigió al vestidor para cambiarse. Tenía la necesidad de relajarse luego de haber vivido momentos cargados de tensión. Se quitó la ropa, que dejó tirada en el piso y agarró la indumentaria de natación.

      –En un rato vuelvo –gritó, mientras cerraba la puerta del departamento.

      Era el horario de la cena, por lo que en la piscina no había nadie. Dejó sus pertenencias sobre una reposera y se sumergió en el СКАЧАТЬ