Название: El Cristo Universal
Автор: Richard Rohr
Издательство: Bookwire
Жанр: Религиозные тексты
isbn: 9781951539191
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Lo que estoy llamando una cosmovisión encarnacional en este libro es un profundo reconocimiento de la presencia de lo divino en literalmente “cada cosa” y “cada persona”. Es la clave para la salud mental y física, así como para el contentamiento y la felicidad. Una cosmovisión encarnacional es el único camino que puede reconciliar nuestros mundos internos con los externos, unidad dentro de la diversidad, lo físico con lo espiritual, lo individual con lo corporativo, y lo divino con lo humano.
A principios del segundo siglo, la iglesia empezó a llamarse a sí misma “católica”, o sea, universal, al reconocer su propio carácter y mensaje universal. Solo después lo “católico” fue circunscripto por la palabra “Romano” mientras la iglesia perdía el sentido de entregar un mensaje indiviso e inclusivo. Luego, después de toda una necesaria Reforma en 1517, solo nos seguimos dividiendo en fractales cada vez más pequeños y competitivos. Pablo ya nos había advertido en Corintios acerca de esto, haciendo la pregunta en la que debimos habernos detenido en nuestra senda: “¿Acaso está dividido Cristo?” (1 Corintios 1:12). Pero hemos hechos bastantes divisiones a lo largo de los años desde que estas palabras fueron escritas.
El cristianismo se volvió exclusivista, por decirlo suavemente. Pero no hace falta que permanezca ahí. El verdadero salto de fe cristiana es confiar que Jesús junto con Cristo nos dieron una ventana humana aunque totalmente precisa hacia el Ahora Eterno que llamamos Dios (Juan 8:58, Colosenses 1:15, Hebreos 1:3, 2 Pedro 3:8). Este es un salto de fe que muchos creen haber hecho cuando dijeron: “¡Jesús es Dios! Pero hablando estrictamente, esas palabras no son correctas teológicamente.
Cristo es Dios, y Jesús es la manifestación histórica de Cristo en el tiempo.
Jesús es un Tercer Alguien, no solo Dios u hombre, sino Dios y el humano juntos.
Tal es el mensaje único y central del cristianismo, y tiene implicaciones teológicas, psicológicas y políticas masivas —y muy buenas. Pero si no podemos unir estos dos aparentes opuestos de Dios y los humanos en Cristo, usualmente no podemos ponerlos juntos en nosotros mismos, o en el resto del universo físico. Ese ha sido nuestro mayor callejón sin salida hasta ahora. Se suponía que Jesús era el descifrador de códigos, pero sin unificarlo a él con Cristo, perdimos la centralidad de lo que el cristianismo podría haber sido.
Un Dios meramente personal se vuelve tribal y sentimental, y un Dios meramente universal nunca abandona la esfera de la teoría abstracta y los principios filosóficos. Pero cuando aprendemos a ponerlos juntos, Jesús y Cristo nos dan un Dios que es tanto personal como universal. El Misterio de Cristo unge toda la materia física con propósito eterno desde el principio. (No nos debería sorprender que la palabra que traducimos Cristo del griego al hebreo sea mesach, que significa “el ungido”, o Mesías. ¡Él revela que todo está ungido!). Muchos todavía están orando y esperando por algo que ya se nos ha dado tres veces: primero en la creación; segundo en Jesús, “para que lo podamos escuchar, verlo con nuestros ojos, mirarlo y tocarlo con nuestras manos, la Palabra quien es la vida” (1 Juan 1:2); y tercero, en el comunidad de amor siempre en desarrollo (que los cristianos llamamos Cuerpo de Cristo), que lentamente está evolucionando a lo largo de toda la historia de la humanidad (Romanos (8:18ss). Todavía estamos en el Fluir.
Incluso me pregunto, dada nuestra evolución de la conciencia actual, especialmente al acceso histórico y tecnológico que tenemos ahora de “todo el cuadro”, si una persona sincera puede tener una relación personal con Dios sana y santa —si ese Dios no los conecta asimismo a lo universal. Un Dios personal no puede significar un Dios más pequeño, ni tampoco Dios te puede achicar —si tal cosa pasara, no sería Dios.
¡Irónicamente, millones de los mismos devotos que están esperando “la Segunda Venida” en gran se han perdido la primera —y la tercera! Lo diré de nuevo: Dios ama a las cosas convirtiéndose en ellas. Y como recién vimos, así lo hizo Dios en la creación del universo y en Jesús, y continúa haciéndolo en el desarrollo del Cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:12ss) e incluso en elementos simples como el pan y el vino. Tristemente, tenemos toda una sección del cristianismo que está buscando —incluso orando— por una salida del desarrollo de la creación de Dios hacia algún tipo de Armagedón o Rapto. ¡Hablando de perder el punto! Las mentiras más efectivas usualmente son las más grandes.
El Misterio de Cristo en evolución, que abarca todo el universo, en el que todos participamos, es el tema de este libro. Jesús es un mapa para el nivel de vida personal y limitado en el tiempo, y Cristo es el modelo para todo el tiempo, el espacio, y para la vida misma. Ambos revelan el patrón universal de vaciamiento propio y rellenado (Cristo) y muerte y resurrección (Jesús), que es el proceso que hemos llamado “santidad”, “salvación”, o simplemente “crecimiento”, en diferentes momentos de nuestra historia. Para los cristianos este patrón universal imita perfectamente la vida interna de la Trinidad en la teología cristiana4, que es nuestro modelo de cómo se despliega la realidad, desde que todas las cosas fueron creadas “a imagen y semejanza” de Dios (Génesis 1:26-27).
Para mí, una verdadera comprensión del completo Misterio de Cristo es la clave para la reforma fundacional de la religión cristiana, que solo nos moverá mas allá de cualquier intento de cercar o capturar a Dios en nuestro grupo exclusivo. Como lo pone el Nuevo Testamento de manera dramática y clara: “Antes de que el mundo fue hecho, fuimos elegidos en Cristo… reclamados como propiedad de Dios, y elegidos desde los comienzos” (Efesios 1:3, 11) “para que así podamos reunir todas las cosas bajo la dirección de Cristo” (1:10). Si todo esto es verdad, tenemos las bases teológicas para una religión muy natural que incluye a todos. El problema fue resuelto desde el principio. ¡Arráncate la cabeza cristiana, sacúdela salvajemente y póntela de vuelta!
Jesús, Cristo y la Comunidad Amada
El filósofo y teólogo franciscano John Duns Scotus (1266-1308), a quien estudié por 4 años, trata de explicar esta noción cósmica y primitiva cuando escribe que “Dios quiere a Cristo antes que nada como summum opus dei, o la más grande obra suprema”5. En otras palabras, la “primera idea” y prioridad de Dios eran hacer que el Dios mismo fuera visible y compartible. La palabra usada en la Biblia para esta idea fue Logos, que se sacó de la filosofía griega y que se traduciría como los “diseños” del Patrón Primordial para la realidad. Toda la creación —no solo Jesús— es la comunidad amada, la compañera de la danza divina. Todo es el “hijo de Dios”. Sin excepciones. Cuando lo piensas ¿de qué otro modo algo podría ser? Todas las creaturas deben llevar de algún modo el ADN divino de su creador.
Desafortunadamente, la noción de fe que emergió de Occidente fue más un acuerdo racional a la verdad de ciertas creencias mentales, en lugar de una confianza calmada y esperanzadora en que Dios está inherentemente en todas las cosas, y que todo esto se dirige hacia a algún lugar bueno. Previsiblemente, pronto separamos las creencias intelectuales (que tienden a diferenciar y limitar) del amor y la esperanza (que unen y por consiguiente eternalizan). Como dice Pablo en su gran himno al amor: “Hay solo tres cosas que perduran, fe, esperanza y amor” (1 Corintios 13:13). Todo lo demás pasa.
Fe, esperanza, y amor son la mismísima naturaleza de Dios, y siendo esto así, la naturaleza de todo Ser.
Tal bondad no puede morir. (Que es lo que queremos decir cuando decimos “cielo”).
Cada una de estas Tres Grandes Virtudes siempre deben incluir a las otras dos para que sean auténticas: el amor es siempre esperanzado y fiel, la esperanza siempre es amante y fiel, y la fe siempre es amante y esperanzada. Son la mismísima naturaleza de Dios y por consiguiente de todo Ser. Tal compleción está personificada en el cosmos como Cristo, y en la historia humana como Jesús. Así que Dios no solo es amor (1 Juan 4:16) sino también absoluta fidelidad y esperanza en sí mismas. Y la energía de СКАЧАТЬ