Название: El Cristo Universal
Автор: Richard Rohr
Издательство: Bookwire
Жанр: Религиозные тексты
isbn: 9781951539191
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Los científicos han descubierto que lo que el ojo humano ve como oscuridad en realidad está lleno de partículas diminutas llamadas neutrinos, astillas de luz que pasan a través del universo entero. Aparentemente no hay tal cosa como la oscuridad total por ningún lado, por más que el ojo humano así lo piense. El evangelio de Juan estaba más acertado de lo que pensábamos cuando describe a Cristo como “una luz que la oscuridad no puede vencer” (1:5). Saber que la luz interna de las cosas no puede ser eliminada o destruida es profundamente esperanzador. Y como si no fuera suficiente, la elección de Juan al poner un verbo activo (“La luz verdadera... estaba viniendo al mundo”, 1:9), nos muestra que el Misterio de Cristo no es un evento de una única vez, sino un proceso incesante a través del tiempo —tan constante como la luz que llena al universo. Y “Dios vio que la luz era buena” (Génesis 1:3). ¡Aférrate a eso!
Pero el simbolismo se profundiza y estrecha. Los cristianos creen que esta presencia universal nació más tarde “de una mujer bajo la ley” (Gálatas 4:4), en un momento del tiempo cronológico. Este es un gran salto de fe cristiana, que no todos están dispuestos a hacer. Atrevidamente creemos que la presencia de Dios fue vertida en un solo ser humano, para que lo humano y lo divino puedan ser vistos operando como un en él —¡y por lo tanto en nosotros! Pero en vez de decir que Dios vino al mundo a través de Jesús, tal vez sería mejor decir que Jesús salió de un mundo ya empapado de Cristo. La segunda encarnación fluyó de la primera, de la unión amorosa de Dios con la creación física. Si eso te sigue sonando extraño, confía un poco en mí. Te prometo que solo va a profundizar y ampliar tu fe tanto en Jesús como en el Cristo. Este es un re-encuadre importante de quién podría ser Dios y de lo que este Dios está haciendo, un Dios del que podríamos necesitar si queremos hallar una respuesta mejor a la pregunta que abrió este capítulo.
Mi punto es este: Cuando sé que el mundo a mi alrededor es tanto el escondite como la revelación de Dios, ya no puedo hacer una distinción significativa entre lo natural y lo sobrenatural, entre lo santo y lo profano. (Una “voz” divina se lo dejó exactamente en claro a un Pedro muy resistente en Hechos 10). Todo lo que sé y veo es, en efecto, un “uni-verso”, girando alrededor de un centro coherente. Esta presencia divina busca conexión y comunicación, no separación ni división —excepto por el bien de una unión futura más profunda.
¡Esto cambia la forma en que camino por el mundo, en cómo encuentro a cada persona que veo a lo largo del día! Es como si todo lo que pareciera decepcionante y “caído”, todos los retrocesos principales contra el flujo de la historia, ahora pueden ser vistos como un solo movimiento, encantador y usado por el amor de Dios. De alguna manera todo aquello debe ser utilizable y lleno de potencia, incluso las cosas que parecen traiciones o crucifixiones. ¿Por qué otro motivo o cómo más podríamos amar a este mundo? Nada, ni nadie, tiene que ser excluido.
Esta clase de integridad que estoy describiendo es algo que nuestro mundo postmoderno ya no disfruta, e incluso niega vigorosamente. Siempre me pregunto por qué, después del triunfo del racionalismo en la Ilustración, preferimos tal incoherencia. Pensé que habíamos acordado que la coherencia, el patrón y algún significado final eran buenos. Pero los intelectuales del último siglo han negado la existencia y el poder de tal asombrosa integridad —y en el cristianismo, hemos cometido el error de limitar la presencia del Creador a una sola manifestación humana, Jesús. Las implicaciones de nuestra gran vista selectiva han sido masivamente destructivas para la historia y la humanidad. La creación fue considerada como profana, un accidente lindo, un mero telón de fondo para el drama real de la preocupación de Dios —que somos, siempre y únicamente, nosotros. (¡O más problemático incluso, él!) Es imposible hacer sentir sagrados a individuos dentro de un universo profano, vacío o accidental. Esta manera de ver nos hace sentir separados y competitivos, luchando para ser superiores en vez de sentirnos profundamente conectados, buscando círculos de unión cada vez más amplios.
Pero Dios ama las cosas convirtiéndose en ellas.
Dios ama las cosas uniéndose con ellas, no excluyéndolas.
A través del acto de creación Dios manifiesta la Presencia Divina eternamente desbordante dentro del mundo físico y material3. La materia ordinaria es el escondite del Espíritu, y, por consiguiente, el mismísimo Cuerpo de Dios. Honestamente ¿qué más podría ser, si creemos —como lo hacen judíos ortodoxos, cristianos y musulmanes— que “un Dios creó todas las cosas”? Desde el mismísimo principio de los tiempos, el Espíritu de Dios ha estado revelando su gloria y bondad a través de la creación física. Muchos de los salmos afirman esto ya, diciendo: “ríos aplaudiendo sus manos” y “montañas cantando de gozo”. Cuando Pablo escribe “Hay solo un Cristo. Él es todo y él está en todo” (Colosenses 3:11), ¿era un panteísta ingenuo, o realmente entendía la implicación completa de la Encarnación del Evangelio?
Dios parece haber elegido manifestar lo invisible en lo que nosotros llamamos lo “visible”, para que todas las cosas visibles sean la revelación de la energía espiritual difusiva e inagotable de Dios. Una vez que una persona reconoce esto, es difícil estar solo en el mundo otra vez.
Un Dios Universal y Personal
Numerosas Escrituras dejan muy en claro que este Cristo ha existido “desde el principio” (siendo las principales fuentes: Juan 1:1-18, Colosenses 1:15-20 y Efesios 1:3-14), así que el Cristo no puede ser colindante con Jesús. Pero al adjuntarle la palabra “Cristo” a Jesús como si este fuera su apellido, en vez de un medio por el cual la presencia de Dios ha encantado toda la materia a lo largo de toda la historia, los cristianos se volvieron bastante blandos en su pensar. Nuestra fe se volvió una teología competitiva con variadas y parroquiales teorías de la salvación, en vez de una cosmología universal dentro de la cual todos pueden vivir con una dignidad inherente.
Ahora, tal vez más que nunca, necesitamos a un Dios tan grande como el universo en expansión, o las personas educadas van a continuar pensando un Dios de mera añadidura a un mundo que ya en sí mismo es increíble, hermoso y digno de adorar. Si Jesús no es presentado de igual manera como Cristo, predigo que no va a ser tanta la gente que se revelará activamente contra el cristianismo como la que simplemente perderá interés en él gradualmente. Muchos investigadores, biólogos y trabajadores sociales han honrado el Misterio de Cristo sin necesidad alguna de lenguaje cristiano específico. Lo Divino parece nunca estar muy preocupado o preocupada porque entendamos su nombre correctamente (ver Éxodo 3:14). Como Jesús mismo dice: “No les crean a los que dicen ‘Señor, Señor’” (Mateo 7:21, Lucas 6:46, itálica añadida). Él dice que aquellos que “hacen el bien” es lo que importa, no aquellos que “lo dicen bien”. Sin embargo la ortodoxia verbal ha sido la preocupación cristiana, e incluso, en determinadas épocas, permitiéndonos quemar personas en la hoguera por no “decirlo bien”.
Esto es lo que pasa cuando solamente nos enfocamos en un Jesús exclusivo, en tener una “relación personal” con él, y en lo que él puede hacer para salvarte a ti y a mí de algún tormento de fuego eterno. En los primeros dos mil años de cristiandad enmarcamos nuestra fe en términos de un problema y una amenaza. Pero si crees que el propósito principal de Jesús es proveer los medios de una salvación personal e individual, es muy fácil pensar que él tenga algo qué ver con la historia humana —con la guerra o la injusticia, o la destrucción de la naturaleza, o nada que contradiga los deseos de nuestro ego o nuestros sesgos culturales. Terminamos esparciendo nuestras culturas nacionales bajo la rúbrica de Jesús, en vez de ser un mensaje de liberación universal bajo el nombre de Cristo.
Sin tener un sentido de lo inherentemente sacro del mundo —de cada poquitito de vida y muerte— lucharemos por ver a Dios en nuestra propia realidad, y mucho menos podremos respetar la realidad, protegerla o amarla. Las consecuencias de esta ignorancia están alrededor nuestro, miren el modo en que explotamos y dañamos a nuestros queridos seres humanos, animales, la red de СКАЧАТЬ