Название: El Cristo Universal
Автор: Richard Rohr
Издательство: Bookwire
Жанр: Религиозные тексты
isbn: 9781951539191
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En la tradición monástica esta práctica de permanecer e ir a las profundidades de un texto se llama “Lectio Divina”. Es una forma contemplativa de leer que profundiza más que la comprensión mental de las palabras, o que el uso de palabras para dar respuestas, o resolver problemas o preocupaciones inmediatas. La contemplación es esperar pacientemente a que las brechas se llenen, y no insiste en los cierres rápidos o las respuestas fáciles. Nunca se apura al juicio, y de hecho evade hacer juicios rápidos porque estos tienen más que ver con control egoico y personal que con una búsqueda amorosa de la verdad.
Y esa será la práctica para ti y para mí, mientras construimos juntos nuestro camino hacia un entendimiento de un Cristo que es mucho más que el apellido de Jesús.
1. Puede traducirse como “La Católica que Rockea”. (Nota del Traductor).
2. Cuando uso la palabra “místico/a” me estoy refiriendo a un saber experiencial en vez de un saber dogmático o de manual. La diferencia tiende a ser que los místicos ven las cosas en su totalidad, su conexión, su marco universal y divino, en vez de tan solo su particularidad. Ellos entienden toda la gestalt en una imagen, por así decirlo, por consiguiente, ellos evitan usualmente nuestra forma más secuencial y separada de ver el momento. En esto, ellos tienden a estar más cerca de los poetas y artistas que de los pensadores lineales. Obviamente, hay un lugar para ambos, pero desde el Iluminismo de los siglos XVII y XVIII hubo cada vez menos apreciación de tales visiones de la totalidad. Los místicos fueron ciertamente considerados “excéntricos” (fuera del centro), ¿pero tal vez son los más centrados de todos?
3. John Dominic Crossan desarrolla este punto convincentemente en su libro Resurrecting Easter (San Fransciso: HarperOne, 2018), un estudio de cuán diferente el arte oriental y occidental entendieron y representaron a la Resurrección. Retrasamos la publicación de este libro, para que pudiera incluir la evidencia artística, histórica y arqueológica de lo que estoy tratando de decir teológicamente aquí.
UNO
Cristo No Es el Apellido de Jesús
“En el principio creó Dios los cielos y
la tierra. Y la tierra estaba desordenada
y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el
Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y Dios
dijo: sea la luz; y fue la luz”
—Génesis 1:1-3
A través de las 30.000 variedades aproximadas de cristiandad, los creyentes aman a Jesús y (por lo menos en teoría) parecen no tener problemas aceptando su completa humanidad y su completa divinidad. Muchos expresan una relación personal con Jesús —tal vez un destello de inspiración de su íntima presencia en sus vidas, tal vez miedo a su juicio o ira. Otros confían en su compasión, y a menudo lo ven como una justificación para sus visiones del mundo y políticas. Pero ¿cómo podría la noción de Cristo cambiar toda la ecuación? ¿Es Cristo el apellido de Jesús? ¿O es un título revelador que requiere toda nuestra atención? ¿Qué significa en las escrituras cuando Pedro dice, la primera vez que se dirige a las multitudes después de Pentecostés, que “Dios ha hecho a este Jesús… tanto Señor como Cristo” (Hechos 2:36)? ¿No fueron siempre uno y el mismo, comenzando en el nacimiento de Jesús?
Para contestar estas cuestiones, debemos regresar y preguntar: ¿Qué tramaba Dios en esos primeros momentos de creación? ¿Era Dios totalmente invisible antes de que comenzara el universo? ¿O acaso hay tal cosa como un “antes”? ¿Por qué creó Dios algo en absoluto? ¿Cuál fue el propósito de Dios al crear? ¿Es el universo mismo eterno? ¿O es el universo una creación en el tiempo como lo conocemos —como Jesús mismo?
Admitamos que probablemente nunca sabremos el “cómo” o ni tampoco el “cuándo” de la creación. Pero la pregunta que la religión trata de contestar es principalmente el “porqué”. ¿Hay alguna evidencia del “porqué” Dios creó los cielos y la tierra? ¿Qué tramaba Dios? ¿Había alguna intención o meta divina? ¿O siquiera necesitamos un “Dios” creador para explicar el universo?
La mayoría de las antiguas tradiciones que existen hasta hoy han ofrecido explicaciones, y usualmente dicen algo así: Todo lo que existe en forma material es la descendencia de alguna Fuente Primaria, que originalmente existía solo como Espíritu. Esta Infinita Fuente Primaria de alguna manera se vertió a sí misma en formas finitas, visibles, creando todo, desde rocas hasta agua, plantas organismos, animales, y seres humanos —todo lo que vemos con nuestros ojos. Esta auto-divulgación de quien sea que llames Dios en la creación física fue la primera Encarnación (el término general para cualquier encarnación del espíritu), mucho antes de la segunda y personal encarnación que los cristianos creen que sucedió con Jesús. Para poner esta idea en idioma franciscano, la creación es la Primera Biblia, y existió por 13.7 billones de años antes que la segunda biblia fuera escrita.1
Cuando los cristianos escucharon la palabra “encarnación” la mayoría de nosotros pensamos en el nacimiento de Jesús, que personalmente demostró la unidad radical de Dios para con la humanidad. Pero en este libro quiero sugerir que la primera encarnación fue el momento descripto en Génesis 1, cuando Dios se integró en unidad con el universo físico y se convirtió en la luz dentro de todas las cosas. (Esto, creo, es el porqué la luz es el tema del primer día de creación, y su velocidad es ahora reconocida como una constante universal). La encarnación, entonces, no es solamente “Dios volviéndose Jesús”. Es un evento mucho más amplio, que es el porqué Juan describe a la presencia de Dios primeramente en la palabra general “carne” (Juan 1:14). Juan está hablando del Cristo ubicuo que Carryl Houselander encontró tan vívidamente.
Todo lo visible, sin excepción, es el flujo de Dios. ¿Qué más puede ser? Cristo es la palabra para el Modelo Primordial (“Logos”) a través de quien “todas las cosas vinieron a la existencia, y ni una cosa tiene su ser sino a través de él” (Juan 1:3). Verlo de esta manera ha re-enmarcado, re-energizado y ampliado mis propias creencias religiosas, y creo que podría ser la contribución distintiva del cristianismo entre las otras religiones del mundo2.
Si puedes pasar por alto cómo Juan usa un pronombre masculino para describir algo que está claramente más allá del género, puedes ver que nos está dando una cosmología sagrada en su Prólogo (1:1-18), y no solo una teología. Mucho antes que la encarnación personal de Jesús, Cristo estaba profundamente embebido en todas las cosas —¡como todas las cosas! Las primeras líneas de la Biblia dicen que “el Espíritu de Dios revoloteaba sobre las aguas”, o “sobre el vacío sin forma” e inmediatamente el universo material se hizo totalmente visible en sus profundidades y significado (Génesis 1:1). El tiempo, obviamente, no tiene sentido en este punto. El Misterio de Cristo es el intento del Nuevo Testamento para nombrar esta visibilidad o habilidad-para-ver que ocurrió en el primer día.
Recuerden, la luz no es tanto lo que ves directamente, como aquello por lo cual ves todo lo demás. Esto es porque en el Evangelio СКАЧАТЬ