Название: Obras completas de Sherlock Holmes
Автор: Arthur Conan Doyle
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Colección Oro
isbn: 9788418211201
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—¿Su equipaje?
—Permaneció en el hotel. No encontramos nada que nos diera una pista. Algo de ropa, unos cuantos libros y gran cantidad de curiosidades de las islas Andaman. Estuvo allí como oficial de la guardia del presidio.
—¿Tenía amigos en la ciudad?
—Solo uno que sepamos : el mayor Sholto, de su mismo regimiento, el trigésimo cuarto de Infantería de Bombay. El mayor se había retirado algún tiempo antes, y vivía en Upper Norwood. Como es natural, nos pusimos en contacto con él, pero ni siquiera sabía que su hermano oficial hubiera regresado a Inglaterra.
—Un curioso caso —comentó Holmes.
—Aún no le he contado la parte más extraña. Hace unos seis años..., para ser más exactos, el 4 de mayo de 1882, apareció un anuncio en el Times, interesándose por la dirección de la señorita Mary Morstan y asegurando que le sería muy ventajoso presentarse. No se incluía ningún nombre ni dirección. Por aquel entonces, yo acababa de entrar al servicio de la señora de Cecil Forrester como institutriz. Siguiendo su consejo, publiqué mi dirección en la columna de anuncios personales. Aquel mismo día, me llegó por correo una cajita de cartón, que resultó contener una perla muy grande y brillante. Nada más, ni una palabra escrita. Y desde entonces, cada año, por la misma fecha, siempre me llega una caja similar, conteniendo una perla similar, sin el menor dato de quien las envía. Un experto ha dictaminado que son de una variedad rara y tienen un gran valor. Vean por sí mismos que son muy hermosas.
Abrió una caja plana mientras decía esto, y me mostró seis de las perlas más finas que he visto en mi vida.
—Su historia es extremadamente interesante —dijo Sherlock Holmes—. ¿Le ha ocurrido algo más?
—Pues sí, y precisamente hoy. Por eso he acudido a usted. Esta mañana he recibido esta carta; tal vez prefiera leerla usted mismo.
—Gracias —dijo Holmes—. El sobre también, por favor. Matasellos de Londres, Sudoeste... Fecha, 7 de julio. ¡Hum! Huella de un pulgar de hombre en la esquina..., probablemente, del cartero. Papel de la mejor calidad. Sobre de los de seis peniques el paquete. Curiosos gustos los de este hombre en cuestión de papelería. No hay dirección:
»Acuda esta noche, a las siete, a la puerta del teatro Lyceum, tercera columna de la izquierda. Si no se fía, traiga un par de amigos. Ha sido usted perjudicada y se le hará justicia. No avise a la policía. Si lo hace, todo será en vano.
Su amigo desconocido.
»Vaya, vaya. Pues sí que tenemos un pequeño misterio. ¿Qué se propone hacer, señorita Morstan?
—Eso es precisamente lo que he venido a consultarle.
—En tal caso, desde luego que iremos. Usted y yo y... sí, claro, el doctor Watson es el hombre indicado. La carta dice que dos amigos. El doctor y yo hemos trabajado juntos otras veces.
—Pero ¿querrá venir? —preguntó la joven, con un tono de súplica en la voz y la expresión.
—Será un orgullo y un placer poder serle útil —dije, de todo corazón.
—Son los dos muy amables —respondió ella—. He vivido muy aislada y no tengo amigos a los que recurrir. Bastará con que esté aquí a las seis, supongo.
—Pero no más tarde —dijo Holmes—. Sin embargo, hay otra cuestión. ¿Es esta la misma letra con la que se escribió la dirección en las cajas de las perlas?
—Las traigo aquí —respondió ella, sacando media docena de trozos de papel.
—De verdad, es usted una cliente modelo. Tiene buena intuición. Vamos a ver.
Extendió los papeles sobre la mesa y los inspeccionó uno tras otro con rápidos vistazos.
—La letra está falseada, excepto en la carta —dijo por fin—, pero no caben dudas acerca del autor. Fíjese en cómo se destaca involuntariamente la “y” griega, y en el giro que remata las “eses”. Son indudablemente de la misma persona. No me gustaría darle falsas esperanzas, señorita Morstan, pero ¿existe alguna semejanza entre esta letra y la de su padre?
—No podrían ser más diferentes.
—Esperaba que dijera eso. Muy bien, nos veremos aquí a las seis. Por favor, déjeme los papeles. Puede que tenga que echarles otro vistazo. Son solo las tres y media. Au revoir, pues.
—Au revoir —replicó nuestra visitante, y tras dirigirnos a cada uno una mirada animada y amable, se guardó la caja de las perlas y se retiró presurosa.
Me asomé a la ventana y la vi caminando calle abajo a buen paso, hasta que el turbante gris y la pluma blanca quedaron reducidos a una pequeña mancha entre la sombría multitud.
—¡Qué mujer tan atractiva! —exclamé, volviéndome hacia mi compañero.
Él había vuelto a encender su pipa y estaba recostado con los párpados entornados.
—¿Ah, sí? —dijo con languidez—. No me he fijado.
—Desde luego, es usted un autómata, una máquina de calcular —exclamé—. A veces, tiene usted cosas decididamente inhumanas.
Él sonrió amablemente.
—Es de la máxima importancia —dijo— no permitir que las cualidades personales influyan en nuestra capacidad de juicio. Para mí, un cliente es una mera unidad, un factor del problema. Las cuestiones emocionales son enemigas del razonamiento claro. Le aseguro que la mujer más fascinante que jamás he conocido fue ahorcada por haber envenenado a tres niños para cobrar un seguro, y que el hombre más repelente que conozco es un filántropo que lleva gastado casi un cuarto de millón en ayudar a los pobres de Londres.
—En este caso, sin embargo...
—Jamás hago excepciones. Una excepción rebate la regla. ¿Ha estudiado alguna vez el carácter a partir de la escritura? ¿Qué le parece la letra de este individuo?
—Es clara y uniforme —respondí—. Un hombre ordenado y con cierta fuerza de carácter.
Holmes negó con la cabeza.
—Fíjese en las letras largas —dijo—. Apenas sobresalen del rebaño de las corrientes. Esta “d” podría ser una “a”, y esta “l” una “e”. Los hombres con carácter siempre hacen destacar las letras largas, por muy ilegible que sea su escritura. Aquí hay vacilación en las “k” y poca confianza en las mayúsculas. Voy a salir ahora. Tengo que hacer algunas consultas. Permítame que le recomiende este libro, uno de los más interesantes que se han escrito jamás: El martirio del hombre, de Winwood Reade. Volveré en una hora.
Me senté junto a la ventana con el libro en las manos, pero mis pensamientos volaban muy lejos de las atrevidas especulaciones del autor. Mi mente corría hacia nuestra reciente visitante..., sus sonrisas, los tonos ricos y profundos de su voz, el extraño misterio que se cernía sobre su vida. Si tenía diecisiete años cuando desapareció su padre, ahora debía de tener veintisiete, una edad espléndida, cuando la juventud ha perdido su arrogancia y se vuelve algo más sensata gracias a la experiencia. Y así seguí, sentado y cavilando, hasta que surgieron en mi mente pensamientos СКАЧАТЬ