Название: Obras completas de Sherlock Holmes
Автор: Arthur Conan Doyle
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Colección Oro
isbn: 9788418211201
isbn:
—¿Sabe usted, Watson? —dijo Holmes mientras permanecíamos sentados en la oscuridad—. Siento ciertos escrúpulos de llevarle conmigo esta noche. Hay, indudablemente, un elemento de peligro.
—¿Puedo servir de alguna ayuda?
—Su presencia puede resultar decisiva.
—Entonces iré, sin duda alguna.
—Es usted muy amable.
—Habla usted de peligro. Evidentemente, ha visto usted en esas habitaciones más de lo que pude ver yo.
—Eso no, pero supongo que yo habré deducido unas pocas cosas más que usted. Creo, sin embargo, que vería usted lo mismo que yo.
—Yo no vi nada destacable, a excepción del cordón de la campanilla, cuya finalidad confieso que se me escapa por completo.
—¿Vio usted el orificio de ventilación?
—Sí, pero no me parece que sea tan insólito que exista una pequeña abertura entre dos habitaciones. Era tan pequeña que no podría pasar por ella ni una rata.
—Yo sabía que encontraríamos un orificio así antes de venir a Stoke Moran.
—¡Pero Holmes, por favor!
—Le digo que lo sabía. Recuerde usted que la chica dijo que su hermana podía oler el cigarro del doctor Roylott. Eso quiere decir, sin lugar a dudas, que tenía que existir una comunicación entre las dos habitaciones. Y tenía que ser pequeña, o alguien se habría fijado en ella durante la investigación judicial. Deduje, pues, que se trataba de un orificio de ventilación.
—Pero, ¿qué tiene eso de malo?
—Bueno, por lo menos existe una curiosa coincidencia de fecha. Se abre un orificio, se instala un cordón y muere una señorita que dormía en la cama. ¿No le resulta llamativo?
—Hasta ahora no veo ninguna relación.
—¿No observó un detalle muy curioso en la cama?
—No.
—Estaba clavada al suelo. ¿Ha visto usted antes alguna cama sujeta de ese modo?
—No puedo decir que sí.
—La señorita no podía mover su cama. Tenía que estar siempre en la misma posición con respecto a la abertura y al cordón... podemos llamarlo así, porque, evidentemente, jamás se pensó en dotarlo de campanilla.
—Holmes, creo que empiezo a entrever adónde quiere usted ir a parar —exclamé—. Tenemos el tiempo justo para impedir algún crimen sutil y horrible.
—De lo más sutil y horrible. Cuando un médico se tuerce, es peor que cualquier criminal. Tiene sangre fría y tiene conocimientos. Palmer y Pritchard estaban en la cumbre de su profesión. Este hombre va todavía más lejos, pero creo, Watson, que podremos llegar más lejos que él. Pero ya tendremos horrores de sobra antes de que termine la noche; ahora, por amor de Dios, fumemos una pipa en paz, y dediquemos el cerebro a ocupaciones más agradables durante unas horas.
A eso de las nueve, se apagó la luz que brillaba entre los árboles y todo quedó a oscuras en dirección a la mansión. Transcurrieron lentamente dos horas y, de pronto, justo al sonar las once, se encendió exactamente frente a nosotros una luz aislada y brillante.
—Esa es nuestra señal —dijo Holmes, poniéndose en pie de un salto—. Viene de la ventana del centro.
Al salir, Holmes intercambió algunas frases con el posadero, explicándole que íbamos a hacer una visita de última hora a un conocido y que era posible que pasáramos la noche en su casa. Un momento después avanzábamos por el oscuro camino, con el viento helado soplándonos en la cara y una lucecita amarilla parpadeando frente a nosotros en medio de las tinieblas para guiarnos en nuestra tétrica incursión.
No tuvimos dificultades para entrar en la finca porque la vieja tapia del parque estaba derruida por varios sitios. Nos abrimos camino entre los árboles, llegamos al jardín, lo cruzamos, y nos disponíamos a entrar por la ventana cuando de un macizo de laureles salió disparado algo que parecía un niño deforme y repugnante, que se tiró sobre la hierba retorciendo los miembros y luego corrió a toda velocidad por el jardín hasta perderse en la oscuridad.
—¡Dios mío! —susurré—. ¿Ha visto eso?
Por un momento, Holmes se quedó tan sorprendido como yo, y su mano se cerró como una presa sobre mi muñeca. Luego, se echó a reír en voz baja y acercó los labios a mi oído.
—Es una familia encantadora —murmuró—. Eso era el babuino.
Me había olvidado de los extravagantes animalitos de compañía del doctor. Había también un guepardo, que podía caer sobre nuestros hombros en cualquier momento. Confieso que me sentí más tranquilo cuando, tras seguir el ejemplo de Holmes y quitarme los zapatos, me encontré dentro de la habitación. Mi compañero cerró los postigos sin hacer ruido, colocó la lámpara encima de la mesa y recorrió con la mirada la habitación. Todo seguía igual que como lo habíamos visto durante el día. Luego se arrastró hacia mí y, haciendo bocina con la mano, volvió a susurrarme al oído, en voz tan baja que a duras penas conseguí entender las palabras.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.