Mitología griega. Javier Tapia
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Название: Mitología griega

Автор: Javier Tapia

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Colección Mythos

isbn: 9788418211126

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СКАЧАТЬ soluciones reales a los problemas y consejos sabios ante las dudas; en suma, una diosa impagable, la potencia femenina de la inteligencia pura que redime y refina a la humanidad entera.

      Con Atenea la mitología griega alcanza un estado formal que no tardará en convertirse en religión propiamente dicha, con los riesgos políticos, económicos y sociales que ello conlleva, como la manipulación y el fraude, que apartan a la población en general del conocimiento, y la sumergen en la ignorancia y en la pobreza a través de la creencia ciega, algo completamente contrario a los valores de Atenea, que en algunos aspectos parece no habernos abandonado del todo y que subyacen en los símbolos que la acompañan: el búho, el yelmo y la serpiente, que denotan la sabiduría, la inteligencia y la capacidad de transformación, respectivamente. Por tanto, si bien se ha vulgarizado y sincretizado su figura, su esencia esotérica, como su virginidad, sigue viva eternamente.

      Apolo, el dios del movimiento solar

      y la belleza viril

      Llama la atención que dentro de la mitología griega el astro rey no haya tenido una importancia fundamental ni en su cosmovisión de la creación del mundo, ni en la vida cotidiana de los antiguos griegos y su zona de influencia, donde hay otros dioses dedicados al sol, como Ra en Egipto e Ío en las culturas mediterráneas del Egeo, como garantes de la continuidad de la vida sobre la Tierra. Apolo arrastra a Helios, el sol, con su carruaje, pero no lo ensalza ni lo representa directamente.

      Apolo es hermano gemelo de Artemisa, la cazadora, e hijo de Zeus y la titánide Leto, y era tal su radiante belleza, que tanto atraía como causaba espanto y rechazo, por lo que era ampliamente adorado y venerado, como temido. En el fondo todos le temen, pues nadie puede contenerlo en su ira, ni siquiera su padre ni su madre, y mucho menos el resto de los dioses, que intentaban siempre tenerlo a distancia y contento en lo más alto de los cielos, recorriendo con su carro el firmamento.

      Apolo, el dios de la belleza masculina

      Siempre joven y siempre bello, podía curar toda clase de males, pestes y enfermedades, pero también podía causarlas.

      Siempre activo y potente, protegía a marinos, campesinos, pastores y arqueros, pero también podía matarlos y destruirlos en cualquier momento.

      Señor de la salvación y de los accidentes mortales, del paso de la juventud a la vida adulta, y de la muerte inesperada, bondadoso y generoso como ninguno, pero también cruel y destructivo como nadie.

      Patrón de los arqueros y protector de cazadores y guerreros, Apolo es un dios naturalista que adora la desnudez y reniega de lo suntuario, sobre todo de la desnudez masculina viril y bella, como la suya propia.

      Las únicas que no le temen, que son sus amantes y a las que defiende a capa y espada, son las nueve musas, por lo que también se le relaciona con las artes y las ciencias, con la música y con la razón, y no menos con las artes proféticas, como los oráculos, el de Delfos especialmente, la astrología, la numerología, la quiromancia, las premoniciones, los sueños lúcidos vaticinadores, las entrañas de aves reveladoras, y la magia y la brujería premonitorias.

      Apolo tuvo una infancia dura, de ahí su carácter extraño y difícil, ya que su nacimiento no fue bien visto por Hera, que lo condenó a no nacer en tierra firme, por lo que nació en una isla flotante llena de cisnes; a no ser el primogénito, dándole una hermana gemela que nació primero; y a defender constantemente a su madre de los monstruos y males que le enviaba continuamente por ser amante de Zeus, como Pitón, hijo monstruoso de Gea, al que Apolo mata con las flechas de Hefesto y es castigado por ello; o como el gigante Ticio, también divino, que fracasó en su empresa gracias a la ayuda de Artemisa y a la intervención de Zeus que manda al gigante al Tártaro.

      Con Zeus también tuvo problemas el joven Apolo, ya que por accidente Zeus mata con un rayo a Asclepio, hijo de Apolo, al intentar resucitar a Hipólito. Apolo entiende que fue un accidente, pero mata a los cíclopes que habían creado el rayo de la resurrección, por lo que Zeus pretende enviar a Apolo al Tártaro, junto con titanes rebeldes, monstruos y gigantes, pero no lo hace por petición de Leto, y porque ve en Apolo un peligro potencial capaz de destruirlos a todos, así que en lugar de castigarlo prácticamente lo premia.

      El conflicto con Niobe, reina de Tebas, fue la vergüenza de los dioses durante mucho tiempo, pero sirvió para la segunda fundación de Tebas en la región pedregosa (durante el conflicto, Zeus convirtió a los tebanos en piedras) que algún día fue la tierra de los nióbidas. Resulta que la reina Niobe hizo alarde de su fertilidad, siete hijas y siete hijos, ante Leto, que a pesar de dormir con Zeus solo había tenido dos, Apolo y Artemisa. Leto se sintió herida y ofendida con la comparación, y sus hijos divinos decidieron vengar la afrenta matando a los hijos mortales de Niobe; Apolo mató a los varones y Artemisa a las hembras. Algunas versiones cuentan que Artemisa perdonó a una hija de Niobe, y que Apolo hizo lo propio con uno de aquellos vástagos, salvando la continuidad genética de los nióbidas. Anfión, rey consorte de Niobe, se suicidó al ver a sus hijos muertos, mientras que Niobe huía hacia las montañas, donde sus lágrimas se convirtieron en el río Aqueloo y su cuerpo, seco de tanto llorar, en piedras y arena.

      Cuentan las leyendas que los dioses, avergonzados de su abuso y crueldad ejercidos sobre simples seres humanos, empezaron a pensar en su alejamiento del mundo y a vigilar a la humanidad única y exclusivamente desde el cielo.

      Las guerras entre dioses no eran trágicas del todo, porque al final había triunfadores y perdedores, pero no verdaderas víctimas porque en realidad nadie moría, pero hacer la guerra a los humanos siempre traía resultados funestos, y eran completamente desiguales, sin posibilidad de triunfo para los hombres.

      Apolo fue el primero en alejarse de los hombres, de la Tierra y del Olimpo, ya no ayudaría a hombres indignos como Paris a raptar a Helena y a matar al mirmidón Aquiles por una simple afrenta a su culto, ni tiraría las flechas de la peste sobre los griegos para defender a Troya, simplemente observaría desde la lejanía el progreso de la humanidad, mientras sus tres musas amantes, Calíope, Terpsícore y Urania los inspiraban en la música, la danza y las ciencias.

      Apolo dejó en la Tierra a varios hijos y a no pocos amantes hombres y mujeres, aunque sus dos grandes amores fueron Jacinto y Calíope, con la que tuvo al magnífico Orfeo.

      Muchas de las leyendas populares de la mitología griega sobre dramas, melodramas, tragedias y comedias de amores y desamores son protagonizadas por Apolo, como veremos más adelante, y que hacen de él uno de los dioses más populares, más allá de los cultos serios de la formal religión griega de su tiempo.

      Hefesto, el hijo del pecado de Hera

      Dios del fuego y la fragua, Hefesto (Vulcano para los romanos) es el herrero del Olimpo, creador de armas y herramientas, así como de Pandora y de las flechas de Apolo y de Artemisa, la diosa cazadora, es hijo de Hera y de padre desconocido, un deshonor entre sus pares, pues además de ser fruto del adulterio de la diosa, nació poco agraciado y destacaba por su fealdad entre tanta belleza del Olimpo. Nunca perdonó a su madre por haberlo parido.

      Hefesto, dios del fuego y de la fragua

      Su fealdad se incrementó al quedar cojo por un accidente que tiene diversas versiones: en una se cuenta que nació tan feo y desagradable, que su propia madre, Hera, lo repudió y lo lanzó al vacío; Hefesto no murió por ser dios y eterno, pero sí quedó tullido de la pierna izquierda. La otra nos cuenta que en una pelea con Ares por los amores de Afrodita, Hefesto tropieza y rueda abajo por las escaleras del Olimpo rompiéndose una pierna.

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