Mitología griega. Javier Tapia
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Mitología griega - Javier Tapia страница 3

Название: Mitología griega

Автор: Javier Tapia

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Colección Mythos

isbn: 9788418211126

isbn:

СКАЧАТЬ las leyendas egeas trae consigo la concepción de la paternidad y, por ende, del patriarcado, y, lo que es aún más importante para nuestro orden social, cultural y político, del patriarcado jerárquico.

      Según apuntan Marvin Harris y Robert Graves, antes de la conciencia de la paternidad es muy posible que hayan existido formas de matriarcado tal y como lo señalan las leyendas.

      El matriarcado está proscrito de las ciencias sociales, como si en realidad no hubiera existido nunca, y, si alguna vez existió, no permiten que se equipare al patriarcado que ha dominado en la Tierra los últimos ocho o nueve mil años.

      Rey por un día

      Milenios antes de que se inventara la escritura, cuentan no pocas leyendas que antes de que los hombres se dieran cuenta de su poder, paternidad y jerarquía, las mujeres gobernaban el mundo.

      Más astutas y sexualmente más resistentes y productivas, tenían sometidos a los hombres y los utilizaban a su conveniencia.

      Los tenían esclavizados, y solo los dejaban cazar, ir a la guerra o encargarse de los trabajos más peligrosos y duros, pero no les permitían ningún poder, lujo o vida social. Ellas mandaban, y ellos obedecían.

      Los hombres ni siquiera eran conscientes de su paternidad. Con su sexo, cuando mucho, proporcionaban cierta diversión y placer a sus amas, pero nada más.

      En más de un reino el mejor ejemplar de varón estaba destinado a ser rey por un día, premio que a veces podía durarle hasta un ciclo lunar, porque su función era satisfacer a la reina, y embarazarla sin darse cuenta. Pero tanto si la embarazaba o no, su destino era el mismo: servir de plato principal en el banquete que se ofrecía en su honor al terminar su mandato.

      Mientras era rey, era agasajado y alimentado con las mejores viandas. Su cuerpo era cuidado con los mejores baños, unciones y maquillajes. Sus sentidos eran embriagados con los mejores licores, músicas, bailes y espectáculos. Tenía a su disposición sexual a un séquito de hermosas ninfas, y compartía el lecho nupcial con la reina, que no siempre era joven y hermosa, pero sí señora y ama de vidas y haciendas.

      Una vez que la reina se sabía embarazada, o se cansaba de su consorte, mandaba preparar todo para el festejo y banquete de despedida, donde el plato principal, como ya habíamos señalado antes, era el propio rey.

      En muchos pueblos y aldeas, los hombres no tardaron en darse cuenta que ser fuerte, joven y hermoso no era ninguna prebenda positiva, sino una peligrosa carga, y más de uno se automutilaba o huía para no merecer el honor de gobernar por un día, y terminar siendo el asado por la noche.

      Cuentan las leyendas que de esta manera más de un viajero o peregrino tuvo la dudosa suerte de ser rey por un día, y que si bien alguno logró escapar de la muerte y la antropofagia, la mayoría dejaban su cuerpo y su simiente en el reinado, donde sus hermosos hijos varones podían repetir la gracia de ser reyes por un día, devorados quizá por su propia madre o hermanas biológicas.

      Obviamente, por aquellas épocas ni la promiscuidad ni el incesto tenían marcadores sociales negativos.

      Mítica y psicológicamente, hay quien atribuye a estas lejanas costumbres el hecho de que a las mujeres locales les atraigan los extranjeros.

      Las Amazonas

      Otra de las leyendas clásicas, que según los últimos descubrimientos arqueológicos tiene algo de realidad y de historia, es la que nos habla de las Amazonas, todas ellas mujeres, bravas guerreras, fabulosas jinetes y hábiles arqueras, que incluso se cercenaban uno o dos senos si estos les estorbaban a la hora de lanzar las flechas, poderosas hembras a las que tuvieron que enfrentarse los mirmidones bajo el mando del glorioso Aquiles que supuestamente vence a la amazona Pentesilea durante la guerra de Troya, y supuestamente por ser protegido de los dioses, pero no vence al espíritu de las amazonas.

      Las Amazonas eran enemigas declaradas de los pueblos griegos y estaban en guerra permanente contra ellos, sobre todo por cuestiones ideológicas de género, pero también peleaban contra muchos otros pueblos vecinos que osaban molestarlas o interferir en sus planes.

      Las Amazonas mataban o exiliaban a los hombres, incluso si eran sus propios hijos o amantes, por considerarlos inútiles para la vida en común, y pusilánimes, traidores y cobardes para la guerra y la batalla.

      Los amantes podían pasar una noche en su tierra, y a los hijos varones se les permitía vivir con ellas hasta que supieran valerse por sí mismos, es decir, sobre los siete años de edad, pero no era raro que los entregaran a una nodriza de un pueblo vecino nada más nacer, que se deshiciera de él, e incluso hay leyendas que cuentan que la receta del niño envuelto viene de aquellos tiempos.

      Se cuenta que las Amazonas vivieron en alguna isla del Egeo, e incluso en Anatolia, hoy Turquía o Asia Menor (Heródoto las sitúa en Escitia, plena Grecia), y que la costumbre de sacrificar al primogénito varón, ya fuera para ofrecerlo a los dioses o para preparar la cena, proviene de ellas, y que se extendió por todo el Mediterráneo, el mundo semítico y buena parte del continente africano.

      De hecho hoy en día hay tribus en la África profunda que cocinan al hijo varón, primogénito o no, que carece de una función dentro del grupo, o que no tendrá con quién casarse en un futuro. En otras tribus de origen Tutsi, simplemente los exilian y les niegan para siempre la categoría de hombres adultos. En Burundi se conforman con ser las mujeres las que cortejan y escogen marido, y, entre algunos grupos étnicos bereberes, son los hombres los que se maquillan y coquetean, y las mujeres las que los eligen o desechan, porque el poder está en las mujeres, que en cierta forma siguen siendo aguerridas amazonas.

      Mucho más lejos, curiosamente y cerca la cuenca del río Amazonas, hay tribus donde la paternidad sigue siendo cuestión del río y de los delfines blancos de agua dulce, y no de los señores.

      El hombre como generador de vida

      Realidad o fantasía, el matriarcado se extiende hasta el día de hoy en diferentes formas de expresión, sobre todo en culturas en extremo patriarcales o “machistas”, donde las mujeres tienen el dominio interno de la vida privada, y renuncian fácticamente a la vida pública difícil y conflictiva, la cual dejan en las manos de los varones, cumpliendo con el factor cultural, y para muchos natural, de que el varón es el proveedor, el cazador, el guerrero, el responsable, el fuerte, el valiente; y la hembra simplemente la administradora del hogar, un orden que ellas han venido construyendo, transmitiendo y refinando desde hace miles de años, y que solo alteran cada cierto tiempo, con movimientos feministas, por ejemplo, cuando se sienten amenazadas en su seguridad o intereses.

      Según los mitos y leyendas, el hombre cayó en la dulce trampa de salir a cazar y a matar para tener contenta a la mujer, cuando se dio cuenta de que era generador de vida, es decir, que era padre biológico, y que la mujer solo era un medio, almacén, depósito o conducto para que esto fuera posible, y el mito de Zeus, que tiene a sus primeros hijos emanados de su propio cuerpo, cabeza y pierna, completa la autonomía paternal que va a dar lugar al patriarcado desde hace unos siete mil años a la fecha, cuando aparece la figura de Hércules, semidiós y el más fuerte de los dioses y los hombres, que vence a Hipólita, reina amazona, para cumplir con una de sus doce pruebas y quedar como un señor, pues no solo la vence físicamente, sino que la domina y la hace su amante, simbolizando con ello el poder y la superioridad masculina indispensable para la instauración y continuidad del patriarcado por los siglos de los siglos. Una hermosa forma de ganar perdiendo, donde la vanidad y el ego ciegan a quien ha de cargar el mundo sobre su espalda.

      Las diferencias y desigualdades no se detienen ahí, el género no es la única causa de conflictos liberados por Pandora en los albores de la humanidad, СКАЧАТЬ