Antropología de la integración. Antonio Malo Pé
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СКАЧАТЬ de Hipona (354-430) hasta el preformismo, pasando por el darwinismo o evolucionismo. De todas formas, Charles Darwin (1809-1882) nunca usó en sus escritos el vocablo ‘evolución’, probablemente para evitar que sus ideas se confundieran con todas esas teorías[28]. El primero en aplicar este término al darwinismo es Thomas Huxley (1825-1895), quien, en un artículo publicado en la Encyclopaedia Britannica, utiliza los términos “evolucionismo” y “darwinismo” como si fueran sinónimos[29]. Según Huxley, para el evolucionismo, las especies de los seres vivos son como las ramas de un árbol gigantesco que surgen de un tronco común mediante la selección natural, la cual se encarga de conservar los cambios positivos, eliminando los negativos[30]. Así, las formas de vida más recientes proceden de otras antiguas: los crustáceos marinos, de los insectos; los reptiles, de los peces; los mamíferos, de los reptiles. Sin embargo, hay seres vivos, como las bacterias, que existen desde los orígenes mismos de la vida.

      Problemas del darwinismo y respuestas evolucionistas

      A pesar de ser un paradigma científico nuevo y de gran alcance, la teoría darwiniana presenta algunas fallas. Quizá la más importante sea considerar la selección natural como el único principio de la evolución. En realidad, además de la selección natural, deberían incluirse otros principios, como la difusión de individuos de la misma especie por diferentes ambientes climáticos, su diversificación específica (con los consiguientes cambios morfológicos) y solo, al final, la selección de las especies; se explicaría así uno de los datos constantes de la evolución: el genotipo más adecuado para un nicho ecológico es el que se transmite a los descendientes sin que pueda modificarse posteriormente, pues los cambios genéticos que se han producido impiden la hibridación con individuos que carecen de ellos. Por tanto, la selección natural no sería otra cosa que el final de un proceso muy complejo, que comienza con la difusión de los individuos de una especie a otros ambientes. Como veremos, las diferentes versiones actuales del evolucionismo intentan resolver esa cuestión.

      Por último, el rechazo de la finalidad lleva a Darwin, siguiendo en esto también a Lamarck, a apoyar la tesis de que la función crea el órgano; por ejemplo, algunos animales habrían desarrollado el tacto, cuando las condiciones ambientales les obligaban a servirse de la sensibilidad táctil. Sin embargo, como veremos al estudiar las sensaciones, la relación del órgano con la función es precisamente la inversa: es la función la que depende del órgano, ya que la materia orgánica es capaz de ejercitar una función sólo si antes ha recibido un adecuado grado de formalización. Por lo tanto, más que de los cambios del entorno, la función depende del tipo de formalización de la materia orgánica. De ahí que, además de la función táctil, el órgano u órganos del tacto tenga como fin la visión, pues para ver es necesario primero haber adquirido el sentido del tacto. En la evolución se debe incluir de algún modo la idea de fin; se trata, sin embargo, de un finalismo que no se basa en un diseño inteligente, pues se sirve del caso, de la desaparición de las especies y de enteras ramas del árbol de la evolución por quedar interrumpidas o desarrollarse en otra dirección. Quizá el aspecto más importante del paradigma darwinista consista en el intento de explicar el origen de las especies usando solo causas físicas y leyes naturales. Desde este punto de vista, el darwinismo ofrece un modelo todavía válido para las ciencias naturales.