Название: Antropología de la integración
Автор: Antonio Malo Pé
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Cuestiones Fundamentales
isbn: 9788432151996
isbn:
En conclusión, a pesar de que puede sostenerse la evolución como un hecho corroborado por los hallazgos —numerosos y coherentes— de las ciencias naturales, no existe una teoría única y exhaustiva, que logre explicarla cumplidamente. Por eso, para poder sobrevivir, el darwinismo ha tenido que adaptarse a los diferentes contextos científicos y culturales, modificando su mismo punto de partida, a veces, profundamente. De todas formas, hasta que no tengamos teorías alternativas, el darwinismo parece ser, hoy por hoy, la única explicación científica válida.
Por otro lado, el darwinismo, llevado al extremo —como en la síntesis moderna y, sobre todo, en el hiperdarwinismo de algunas obras de Dawkins—, niega la existencia del concepto mismo de especie, cayendo así en contradicción: si no hay especies, no puede hablarse de origen de las especies ni, por consiguiente, de su evolución. De hecho, de acuerdo con el neodarwinismo, lo que llamamos especie no sería más que la suma total de características conectadas accidentalmente, pues carecen de un principio unitario común. En lugar de especie, habría que hablar de ciertas estructuras que se mantienen durante más o menos tiempo, hasta que dejan de ser aptas para la supervivencia de esas poblaciones. En definitiva, el neodarwinismo concibe el ser vivo como una realidad contingente, constituida exclusivamente por una serie de características accidentales[41]. Y el hiperevolucionismo, además, reduce los seres vivos a máquinas portadoras de genes, que impulsan a reproducirse con vistas a su supervivencia.
De todas formas, como afirma Ayala, la idea de evolución no es neutra, pues señala cierta dirección y organización; en efecto, estrictamente hablando, no hay regresión en ámbito biológico. Además, es innegable que el proceso evolutivo ha llevado a la naturaleza, por decirlo así, hacia lo alto como lo demuestra el crecimiento en complejidad, la diferenciación, la integración, la organización y la autonomía relativa. Y, puesto que para llegar a lo más diferenciado se debe transitar desde lo simple —desde el punto de vista biológico— a lo complejo, en este mismo proceso descubrimos ya un rastro de finalidad. Por supuesto, el origen y, por tanto, el fin del proceso evolutivo están más allá de la ciencia experimental, pues mediante el método hipotético-deductivo podemos intentar comprender sólo cómo funciona la evolución, es decir, cuáles son las leyes que regulan los cambios en las especies o poblaciones, pero no su finalidad. De ahí que ninguna de las teorías evolutivas sea capaz de negar o afirmar la creación.
En esta perspectiva, la creación no niega la evolución; se opone, ciertamente, al hiperevolucionismo, porque, en la medida en que este afirma que todo está gobernado por el azar, rechaza la existencia de un logos en el origen último de las especies, así como la orientación de sus estructuras hacia cierta dirección. En definitiva, la creación es compatible con el evolucionismo a condición de que se acepte la presencia de una finalidad transcendente que dirige el proceso evolutivo. El diseño inteligente refuta, en cambio, el evolucionismo, porque no acepta el caso; por ejemplo, la posibilidad de que emerjan seres vivos cada vez más complejos o se emprenda un determinado camino evolutivo que después queda interrumpido. Desde el punto de vista del diseño inteligente, todo esto carece de sentido[42].
5. ANTROPOGÉNESIS
La aparición del Homo sapiens sapiens está relacionada con el origen del universo y la vida en la Tierra, ya que el hombre parece ser el viviente más perfecto. Precisamente, la concepción del ser humano como culminación de la vida animal, es una de las causas que dificultan la comprensión de su singularidad, pues aparentemente el hombre no es más que un animal evolucionado. De ahí que, desde un punto de vista científico, sobre el origen del hombre sólo se puedan formular hipótesis.
Aunque hay diversas teorías que tratan de explicar la aparición de la especie humana, las más conocidas siguen siendo las evolucionistas, las cuales se limitan al estudio de los cambios del cuerpo humano respecto al de los simios y los homínidos desaparecidos. Así, a partir de observaciones de tipo morfológico (estructura, funciones y leyes del desarrollo del cuerpo humano), se pretende reconstruir la evolución humana mediante diversos procesos de adaptación al medio ambiente, transmisión hereditaria, etc. En realidad, este enfoque presenta un error básico, pues en el hombre la ley de la adaptación es sustituida gradualmente por la de la trasformación de la naturaleza en mundo; en efecto, en lugar de adaptarse al medio ambiente, el hombre lo domina y humaniza con la técnica. Por eso, la vida humana no puede explicarse sólo en términos de adaptación y supervivencia.
En el estudio de la especie humana conviene distinguir, por tanto, dos aspectos: la hominización y la humanización. La hominización, que se refiere al origen del cuerpo humano, es de carácter anatómico-morfológico y evolutivo, mientras que la humanización, que estudia el origen de la persona, «se refiere a los restos fósiles, anatómicos y culturales que hacen que sea posible saber cuándo nos hallamos en presencia de hombres»[43]. La ciencia puede ocuparse de la hominización; la antropología filosófica y la teología, de la humanización.
1) La hominización. La paleontología, que estudia los cambios en el fenotipo de los individuos, encuentra una solución de continuidad entre los monos, los homínidos y la aparición del hombre. Así, el australopithecus, el principal representante de los homínidos, presenta características morfológicas propias, que preparan la aparición del cuerpo humano: a diferencia de los monos, es bípedo y, como algunos de ellos, utiliza las manos para manipular objetos; sin embargo, no parece que haya sido capaz de fabricar herramientas. Otro grupo es el de los homines, compuesto por diferentes especies genéticas que se hallan todavía más cercanas al sapiens. Los restos más antiguos, encontrados en el continente africano, datan de hace 2.000.000 de años. A través de los fósiles pueden rastrearse dos migraciones desde África: la primera hace 1.000.000 de años; la segunda, de unos 200.000. En la primera migración, el homo habilis se difunde, desde África, a Asia y Europa; probablemente esta fue la causa de la desaparición del australopithecus[44]. La característica morfológica básica del habilis es el mayor desarrollo del cerebro; lo que le consiente servirse de las manos para fabricar herramientas, si bien no parece que fuese capaz de utilizarlas para la caza y la defensa. La fabricación de herramientas parece estar relacionada con el debilitamiento de los instintos. Otros fósiles encontrados corresponden al homo ergaster, homo erectus (hombre de Java), que usa ya herramientas de piedra, como la doble hacha[45]. La segunda migración de África, hace unos 200.000 años, condujo al hombre de neandertal y, sobre todo, al sapiens a extenderse por todo el mundo, incluyendo América. Junto a un mayor desarrollo craneal, el sapiens conoce una mejora en las técnicas de fabricación de herramientas y en el uso del fuego. Sin embargo, sólo con la llegada del homo sapiens sapiens, nuestros antepasados, estamos en presencia de genuinos representantes de nuestra especie, ya que sólo dentro de ella —a pesar de las diferencias climáticas y raciales— es posible la interfecundidad[46]; por otro lado, ya en el Paleolítico superior encontramos un modelo de sepultura que se repetirá en muchos asentamientos humanos: un montículo en forma de fosa, donde yace el cuerpo del difunto, cubierto con ocre rojo, quizá como símbolo de sangre y vida[47].
La preparación del homo sapiens sapiens es, pues, evolutiva (bipedismo, aumento de la capacidad craneal y del volumen y peso del cerebro, uso de las manos, fabricación de herramientas), pero estos rasgos morfológicos no se transmiten genéticamente de los homines al sapiens, pues se trata de especies distintas, entre las que no hay posibilidad de cruce. De ahí que no sea correcto afirmar que “el hombre desciende del mono”, como si existiera una especie particular de mono (el famoso eslabón perdido de Darwin) que por adaptaciones sucesivas habría СКАЧАТЬ