Название: Antropología de la integración
Автор: Antonio Malo Pé
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Cuestiones Fundamentales
isbn: 9788432151996
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2) La humanización. La evolución que conduce a la aparición del hombre no es, pues, principalmente genética, sino ante todo cultural, o sea, no se trata de hominización, sino de humanización o personalización de la naturaleza humana. Si en la hominización el caso juega un papel importante, en la humanización este es sustituido por la intencionalidad reflexiva y la libertad. En otras palabras, la idea de la adaptación al medio ambiente no sirve para comprender la humanización, puesto que esta supone ya la separación del medio ambiente en el que el hombre se encuentra, a través precisamente de la cultura. De hecho, nuestro cerebro es igual que el de los hombres primitivos y, sin embargo, nuestra forma de vida, de relacionarnos con el mundo y con los otros es muy diferente[50]. En la historia evolutiva humana, la genética —la evolución morfológica— es reemplazada por la cultura. El cruce de elementos morfológicos y culturales da lugar a las mayores diferencias posibles con respecto a los animales. Por otro lado, el desarrollo cultural debe ponerse en relación con la liberación respecto de los instintos, la autoconciencia, la acción y las instituciones humanas. Así, mientras que la reproducción animal está regulada por los ciclos naturales fijos del instinto, la tendencia sexual humana se libera de estos vínculos para permitir la unión conyugal y la institución familiar. La criatura humana, que nace —por así decir— “prematuramente”, requiere la atención y el cariño constante de sus padres para sobrevivir y, sobre todo, para humanizarse. De ahí que la familia humana se base, además de en el amor de los esposos, en la dependencia del recién nacido respecto de sus padres. Por último, hay normas culturales, como la prohibición del incesto, que, si bien no tienen vigencia entre los animales, son absolutamente necesarias en el proceso de humanización.
En el arte descubrimos también la trascendencia de la naturaleza humana, pues mediante ella se va más allá de la simple supervivencia, en tanto que la belleza cultivada y contemplada —hablando estrictamente— no es útil. Y, sin embargo, para el hombre, el arte es esencial. De hecho, encontramos manifestaciones artísticas desde los albores de la Humanidad, así como también ritos funerarios, pues el hombre es el único ser vivo consciente de tener que morir. El modo humano de enfrentarse a la muerte, así como de relacionarse con los difuntos, constituye el contenido de esos ritos. Por último, el lenguaje permite al hombre “nombrar” la realidad. Junto a la finalidad puramente práctica de dominar el mundo, el lenguaje nos abre las puertas a un conocimiento más profundo de la realidad y, por consiguiente, de los otros y de nosotros mismos. Esto no significa, sin embargo, que las palabras sean naturales, a diferencia del conocimiento y de la capacidad de hablar. En efecto, aunque el lenguaje es natural para el hombre, las lenguas que hablamos son siempre un fenómeno cultural.
En conclusión, la bipedestación, el uso de la mano, la expresión de las emociones, el desarrollo del cerebro, la liberación de la sexualidad de un ciclo natural fijo e instintivo, el nacimiento de un ser biológicamente prematuro, etc., son elementos del proceso de hominización conectados de manera sistémica con los que forman parte de la humanización, como la conciencia del otro y de sí mismo, el matrimonio, la familia, la prohibición del incesto, la fabricación de herramientas, el arte culinaria, las bellas artes, el lenguaje, las leyes, la religión y los ritos fúnebres.
6. ECOLOGÍA Y ECOLOGISMO
La hipótesis de la evolución, además de ofrecer una visión global de los seres vivos —especialmente, del hombre y de las ciencias que se refieren a él—, ha ejercido un influjo decisivo en los diversos movimientos ecológicos que, desde mediados del siglo pasado, han ido surgiendo con el fin de defender nuestro planeta de diversos peligros. El término ecologismo deriva del neologismo ecología, vocablo creado por el biólogo alemán Ernst Haeckel en 1866, juntando los términos griegos oikos ‘casa’ y logos ‘estudio’. Siguiendo la tesis darwinista de la selección natural y la lucha por la vida, Haeckel concibe la ecología como una economía de la naturaleza, que se ocupa de las relaciones, tanto positivas como negativas, de los organismos vivos con el medio ambiente. Como las demás ciencias, la ecología cuenta con una serie de conceptos claves, como los de ecosistema o conjunto de relaciones entre diferentes poblaciones y comunidades de animales; bioma o ambiente vegetal con determinadas características geográficas y climáticas en que viven los animales; ecosfera o conjunto de ecosistemas y biomas, etc.[51] Así, el bioma marino (océanos y mares) está constituido por diversas poblaciones (peces, tortugas, moluscos, medusas, plancton), que forman comunidades, como la de peces y tortugas o Necton, es decir, la comunidad de animales nadadores; o las de medusas y organismos microscópicos o Plancton, es decir, el conjunto de animales que se dejan arrastrar por el agua.
Si la ecología tiene como objetivo el estudio biológico, geográfico y climático de la Tierra, el ecologismo se refiere a esas mismas cuestiones en una perspectiva cultural y política. En este sentido, desde los años 60 se han multiplicado los movimientos que se ocupan de la salud de nuestro planeta, como ecologistas, ambientalistas, animalistas, o la deep Ecology (o ecología profunda), etc. Los problemas causados por una serie de desastres ambientales en países comunistas y capitalistas, junto con la visión vitalista del planeta propia de la New Age, han transformado el ecologismo en una manera de pensar que se opone frontalmente al capitalismo salvaje y también a la tecnología. Tanto los ecologistas como los defensores de la ecología profunda sostienen que la civilización occidental está conduciendo la Tierra hacia una catástrofe, por lo que son necesarias urgentes contramedidas para invertir esa tendencia fatal. Para los ambientalistas se trata, sobre todo, de proteger la biodiversidad, amenazada por el cambio climático y la contaminación ambiental, para lo cual deben buscarse nuevas fuentes de energía; de una energía renovable, que restituya a la biosfera su equilibrio. Sin estas contramedidas, la especie humana corre un serio peligro de extinción. Para los partidarios de la ecología profunda no basta, sin embargo, introducir algún que otro cambio menor, sino que es necesario un cambio radical, coherente con la filosofía que subyace a la ecología de enfoque neodarwinista, según la cual el hombre no es más que una especie animal sin ningún derecho especial frente a las demás ni a la ecosfera[52]. De ahí, la necesidad de evitar no solo la contaminación y destrucción causadas por la tecnología, sino también el crecimiento demográfico humano, que pone en grave peligro el equilibrio ecológico. En última instancia, solo cuando las personas se convenzan de ser simples organismos que forman parte de un todo, será posible salvaguardar nuestro planeta.
La ecología profunda, además de defender una utopía antihumanista —como si fuera posible construir una civilización solo en base a nuestras relaciones con la naturaleza— tiene un concepto unívoco de naturaleza y, por tanto, ve al hombre como un animal que debe adaptarse a la naturaleza, sin tratar de modificarla y, menos aún, de humanizarla[53]. Los que piensan de esta manera no se dan cuenta de que el hombre, a diferencia de los animales, no se adapta a la naturaleza, sino que más bien es al revés: adapta la naturaleza a sí mismo, es decir, la humaniza.
Los movimientos ecológicos, aunque muchas veces exageran en sus propuestas y, a veces, también pecan de ser inhumanos, sirven para despertar la conciencia dormida del hombre contemporáneo, moviéndolo a una reflexión interdisciplinar sobre una serie de cuestiones de gran alcance, como la relación del hombre con la naturaleza (incluyendo la suya propia), el uso de las tecnociencias, la distribución de los recursos naturales y, sobre todo, la necesidad de cambiar de estilos de vida. Tal vez, en este último punto, se encuentre la clave de la ecología del futuro. Pues, es precisamente el deseo de tener más, en vez de ser más, el que conduce a la explotación desmedida de los recursos naturales, que, al concentrarse en pocas manos, deja a las generaciones actuales y futuras de muchos СКАЧАТЬ