Название: El libro de las mil noches y una noche
Автор: Anonimo
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги для детей: прочее
isbn: 9788026834847
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Porque tiene razón el poeta cuando dice:
Si algún día me viese abandonado por la fortuna y rendido a la pobreza, ¿que haría yo? ¡Pués precisamente, privarme de mis placeres y no mover ni brazos ni piernas! ¡Desafío a todo el mundo a que me presente un avaro que haya merecido alabanzas por su avaricia, y también lo reto a que me enseñe un pródigo que haya muerto a causa de su prodigalidad"
Al oír estos versos, el administrador no podía hacer más que retirarse, saludando respetuosamente a su amo, para ir a ocuparse en sus asuntos.
En cuanto a AlíNur, ya no supo reprimir desde aquel día su generosidad, que le incitaba a dar cuanto poseía, regalándolo a sus amigos y hasta a los extraños. Bastaba que cualquier convidado exclamase: "¡Qué bonita es tal cosa!", para que inmediatamente le contestara: "Tuya es".
Si otro decía: "¡Oh mi querido señor, qué hermosa es esta finca!", inmediatamente le replicaba AlíNur: "Voy a mandar que la inscriban ahora mismo a tu nombre". Y mandaba traer el cálamo, el tintero de cobre y el papel, e inscribía la casa a nombre del amigo, sellando el documento con su propio sello.
Y así durante todo un año; y por la mañana daba un banquete, a todos sus amigos, y por la tarde les ofrecía otro, al son de los instrumentos, amenizándolo los mejores cantantes y las danzarinas más notables.
Y ya no hacía caso de las advertencias de DulceAmiga, y hasta llegó a tenerla olvidada; pero ella no se quejaba nunca y se consolaba con la lectura de los libros de los poetas.
Un día que AlíNur entró en su gabinete, le dijo: "¡Oh luz de mis ojos! escucha estas estrofas: !Cuanto más bien se hace, más firme aparece la ventura de la vida, pero hay que temer los ciegos golpes del Destino! ¡La noche se hizo para el sueño y el descanso; la noche es la salvación del alma, pero tú derrochas locamente esas horas reparadoras, y no ha de asombrarte que una mañana te sorprenda súbitamente la desdicha!"
Y apenas acababa de recitar estos versos, se oyó llamar a la puerta. Y AlíNur, saliendo del gabinete, fué a abrir, y se encontró con el administrador al que condujo a una habitación contigua a la sala de reuniones, donde estaban varios amigos de AlíNur, que apenas se separaban de él. Y AlíNur preguntó a su administrador: "¿Qué ocurre para que pongas esa cara tan triste?"
Y el otro dijo: "¡Oh mi señor! ¡Ya ha llegado lo que tanto temía!" Y AlíNur insistió: "¿Pero qué pasa?" Y el administrador dijo: "Sabe que ya ha terminado mi cometido, pues ya no tengo nada tuyo que administrar. Ya no te quedan fincas, ni nada que valga un óbolo ni menos de un óbolo. Y he aquí que traigo las cuentas de lo que has gastado, hasta derrochar todo tu capital".
Y al oír estas palabras, AlíNur bajó la cabeza, y dijo: "¡Alah es el único fuerte, el único poderoso!"
Pero precisamente, uno de los amigos que estaba en la sala oyó esta conversación y se apresuró a comunicarla a los demás.
Diciendo: "¡Oh mis señores, sabed que a Alí Nur no le queda ya ni por valor de un óbolo".
Y en este momento entró AlíNur muy preocupado y muy pálido, confirmando con su gesto la exactitud de la mala nueva.
Al verle, uno de los convidados se levantó, y le dijo: "¡Oh mi señor! con tu venia me voy a retirar, porque mi mujer está de parto y no puedo abandonarla, de modo que he de marchar a su lado". AlíNur se lo permitió; y entonces se levantó otro amigo y le dijo: "¡Oh mi dueño AlíNur! necesariamente he de ir ahora mismo a casa de mi hermano, que celebra las ceremonias de la circuncisión de su hijo". Y AlíNur se lo permitió.
Así todos los demás amigos fueron alegando pretextos para marcharse, desde el primero hasta el último, y AlíNur acabó por verse solo en medio de la gran sala de reuniones. Entonces mandó llamar a Dulce Amiga, y le dijo: "¡Oh DulceAmiga! aun ignoras la desgracia que se me ha venido encima". Y le refirió cuanto le acababa de ocurrir. Y ella contestó: "¡Oh dueño mío! ya hace tiempo que te lo anunciaba, y tú, en vez de hacerme caso, hasta me recitaste un día estos versos: ¡Si la Fortuna pasara un día por delante de tu puerta, acógela enseguida, y disfruta de ella a gusto, y que la gocen también todos tus amigos, pues podría escabullirse de entre tus manos! ¡Pero si se detuviese para siempre en tu casa, usa ampliamente de ella, pués la generosidad no ha de agotarla, ni tiene porqué sujetarla la avaricia!
De modo que cuando oí estos versos me callé y no quise contrariarte". Y AlíNur le dijo: "¡Oh DulceAmiga! Bien sabes que nada he escatimado a mis amigos, pues con ellos he derrochado todos mis bienes. Y ahora no puedo creer que me abandonen en la desgracia".
Pero DulceAmiga replicó: "Te juro por Alah que para nada te han de servir!" Y Alí Nur dijo: "Ahora mismo voy a verlos, uno por uno; y llamaré a su puerta, y cada cual me dará generosamente alguna cantidad, y de este modo reuniré un capital con el que me dedicaré al comercio, y me apartaré para siempre del juego y de las diversiones".
Y efectivamente, se levantó en seguida y recorrió la calle de Bassra en que vivían sus amigos, pues todos sus amigos vivían en aquella calle, que era la más hermosa de la ciudad. Y llamó a la primera puerta, y le abrió una negra que le dijo: "¿Quién eres?"
El contestó: "Avisa a tu amo que ha venido hasta su puerta AlíNur para decirle: "Tu servidor AlíNur besa tus manos, y espera una muestra de tu generosidad". Y la negra fué a avisar a su amo. Y éste contestó: "Sal en seguida y dile que no estoy en casa".
Y la negra volvió, y le dijo a AlíNur: "¡Oh señor, no está mi amo!"
Y AlíNur dijo para sí: "Este es un mal nacido que se me niega, pero los demás no serán mal nacidos". Y fué a llamar a la puerta de otro amigo, y le mandó el mismo recado que el primero, y recibió de él la misma respuesta negativa.
Entonces AlíNur recitó esta estrofa: ¡Apenas llegué frente a la casa, se apresuraron a dejarla vacía, y ví huir a todos los moradores, temerosos de que pusiese a prueba su generosidad!
Y después dijo: "¡Por Alah! que he de visitar a todos, pues espero encontrar por lo menos uno que haga lo que estos traidores se han negado a hacer". Pero no pudo encontrar a nadie que le recibiese, ni que le enviase un pedazo de pan.
Y entonces se consoló recitando estos versos: ¡El hombre próspero es como un árbol: le rodea la gente mientras lo cubren los frutos! ¡Pero apenas estos frutos caen, se dispersa la gente para buscar otro arbol mejor! ¡Todos los hijos de este tiempo padecen la misma enfermedad, y no he encontrado uno solo que estuviese libre de ella!
Y después fué a buscar a DulceAmiga, y le dijo: "¡Por Alah! ¡Ni siquiera uno me ha recibido!" Y ella contestó: "¡Oh dueño mío, yo te había advertido que no te ayudarían en nada! Ahora te aconsejo que empieces por vender los muebles y objetos preciosos que tenemos en casa, y con eso nos podremos sostener algún tiempo". Y AlíNur hizo lo que DulceAmiga le aconsejaba. Pero pasados los días ya no les quedó nada que vender, y entonces DulceAmiga, aproximándose a Alí Nur, que lloraba lleno de desesperación, le dijo: "¡Oh dueño mío! ¿por qué lloras,? ¿No estoy yo todavía aquí? ¿No sigo siendo la misma DulceAmiga a quien llamas la más hermosa de las mujeres? Cógeme, pues, llévame al zoco de los esclavos y véndeme. ¿Has olvidado que tu difunto padre me compró en diez mil dinares de oro? Espero que Alah nos ayude en esta venta, y la haga fructuosa, y hasta que te paguen por mí más que la primera vez. Y en cuanto a nuestra separación, ya sabes que si Alah ha escrito que nos hemos de encontrar algún día, acabaremos por reunirnos".
AlíNur contestó:
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