El libro de las mil noches y una noche. Anonimo
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Название: El libro de las mil noches y una noche

Автор: Anonimo

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия:

isbn: 9788026834847

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СКАЧАТЬ respondió: "Oye ¡oh padre mío! lo que dice el poeta:

      Supón por un momento que haya obrado muy mal y cometido todos los delitos; ¿No sabes que los seres nobles gozan con perdonar, concediendo un indulto completo? ¿No sabes también que al proceder así te realzas, singularmente si el enemigo está entre tus manos, o te implora desde el fondo de una sima abierta al pie de la montaña desde cuya cumbre tú le dominas?"

      Al oír estos versos, el visir soltó a su hijo, a quien tenía sujeto con las rodillas; entró en su alma la compasión y le perdonó. Entonces AlíNur se incorporó, besó la mano a sus padres, y quedó en una actitud sumisa. Y su padre le dijo: "¡Oh hijo mío! ¿por qué no me advertiste que querías de veras a Dulce Amiga, y que no se trataba de uno más de tus caprichos? Si yo hubiese sabido que ibas a conducirte con ella como es debido, no habría vacilado en otorgártela".

      Y AlíNur contestó: "Efectivamente, ¡oh padre mío! estoy dispuesto a cumplir con DulceAmiga como se merece".

      Y el visir dijo: "En ese caso, ¡oh mi querido hijo! el único ruego que he de hacerte, y que no debes olvidar nunca, para que siempre te acompañe mi bendición; consiste en que me prometas no contraer legítimas nupcias con otra mujer que no sea DulceAmiga, ni maltratarla jamás, ni venderla". Y AlíNur contestó: "Juro por la vida de nuestro Profeta y por el Korán sagrado no tomar otra esposa legítima mientras viva DulceAmiga, no maltratarla nunca y no venderla jamás!"

      Después de esto toda la casa se llenó de Júbilo. AlíNur pudo poseer libremente a DulceAmiga, y siguió viviendo con ella durante un año, siendo muy felices. En cuanto al rey, Alah quiso que olvidase completamente los diez mil dinares que le había entregado al visir Fadleddin para la compra de la esclava. Y por lo que se refiere al malvado BenSauí, no tardó en descubrir todo lo ocurrido, pero no se atrevió a decir todavía nada al rey, porque el padre de Alí Nur era estimadísimo, no sólo del sultán, sino de todo el pueblo de Bassra.

      Y he aquí que un día el visir Fadleddin fué al hammam, salió apresuradamente todo sudoroso del baño, y cogió un enfriamiento, que le obligó a meterse en la cama. Después se agravó, y ya no pudo dormir ni de noche ni de día, y fué tal su consunción. que parecía la sombra de lo que había sido. Entonces no quiso demorar el cumplimiento de sus últimos deberes, y mandó que compareciese su hijo AlíNur, el cual se presentó en seguida con los ojos llenos de lágrimas.

      Y el visir le dijo: "¡Oh hijo mío! no hay felicidad que no tenga su término; ni bien su límite, ni plazo sin vencimiento, ni copa sin brebaje amargo. Hoy me toca a mí gustar la copa de la muerte".

      Y el visir recitó estas estrofas: ¡Podrá hoy olvidarte la muerte, pero no te olvidará mañana! ¡Todos caminamos apresuradamente al abismo de la anulación! ¡Para los ojos del muy altísimo, no hay llanos ni cumbres! ¡todas las alturas están niveladas: no hay hombre pequeño, ni gigante! ¡Y Jamás ha habido rey, imperio ni profeta que haya podido desafiar la ley de la muerte!

      Después prosiguió de este modo: "¡Oh hijo mío! No me queda ahora más que encargarte una cosa: que cifres tu fuerza en Alah, no pierdas nunca de vista los fines primordiales del hombre, y sobre todo, que cuides mucho de nuestra hija y esposa tuya DulceAmiga".

      Entonces contestó AlíNur: "¡Oh padre mío! ¿Cómo es posible que nos dejes?

      Desaparecido tú de la tierra ¿qué nos quedará? Eres famoso por tus beneficios, y los oradores sagrados citan tu nombre desde el púlpito de nuestras mezquitas el santo día del viernes para bendecirte y desearte larga vida".

      Y Fadleddin dijo: "¡Oh hijo mío! sólo ruego a Alah que me reciba y no me rechace".

      Después pronunció en voz alta los dos actos de fe de nuestra religión: "¡Juro que no hay más Dios que Alah! ¡Juro que Mahomed es el profeta de Alah!" Y luego exhaló el último suspiro, y quedó inscripto para siempre entre los elegidos bienaventurados.

      Y en seguida todo el palacio se llenó de gritos y lamentos. Llegó la noticia al sultán, y toda la ciudad de Bassra supo el fallecimiento del visir Fadleddin benKhacán. Y todos los habitantes lo lloraban, sin exceptuar a los niños de las escuelas. Por su parte, AlíNur, a pesar de su abatimiento, nada escatimó para hacer unos funerales dignos de la memoria de su padre. Y a estos funerales asistieron todos los emires y visires, incluso el malvado BenSauí, que, como los demás, tuvo que ayudar a transportar el féretro. También concurrieron los altos dignatarios, los grandes del reino, y todos los habitantes de Bassra, sin excepción. Y al salir de la casa mortuoria, el jeique principal, que dirigía los funerales, recitó en honor del muerto las siguientes estancias: ¡Al hombre encargado de recoger sus despojos mortales le dijo: Obedece mis órdenes, pues sabe que en vida atendió a mis consejos! ¡Si te place, haz correr por encima de él el agua lustral; pero cuida de regar su cuerpo con las lágrimas vertidas por los ojos de la Gloria, de la Gloria que llora! ¡Aparta de él los bálsamos mortuorios y los aromas! ¡Sírvete más bien para embalsamarle de los perfumes de sus beneficios y del suave olor de sus buenas acciones! ¡Bajen del cielo los ángeles gloriosos para rendirle homenaje y llevar sus mortales despojos, dejando correr el llanto! ¡Es inútil cansar con el peso de su ataúd los hombros de los portadores, pues los hombros de todos los humanos están rendidos por el peso de sus beneficios y por la carga del bien que les echó encima cuando vivía!

      AlíNur, después de los funerales, guardó prolongado luto y estuvo encerrado mucho en su casa, negándose a ver a nadie y a ser visto, y así permaneció entregado a su aflicción. Pero un día entre los días, estando sentado, lleno de dolor, oyó llamar a la puerta, se levantó a abrir, y vió entrar a un joven de su edad, hijo de uno de los antiguos amigos y comensales de su difunto padre.

      Y este joven besó la mano a AlíNur, y le dijo: "¡Oh mi señor y dueño! todo humano, aunque perezca, vive en sus descendientes, y tú tienes que ser el hijo ilustre de tu padre; por lo tanto, no debes afligirte eternamente, ni olvidar las santas palabras del señor de los antiguos y modernos, nuestro profeta Mahomed (¡la plegaria y la paz de Alah sean con él!), que dijo: "Cura tu alma, y no guardes más luto a la criatura".

      Nada pudo contestar AlíNur, y resolvió en seguida poner término a su aflicción, por lo menos exteriormente. Se levantó, fué a la sala de reuniones y mandó que llevasen a ella todo lo necesario para recibir dignamente a los visitantes. Y desde aquel momento abrió las puertas de su casa y empezó a recibir a todos sus amigos, viejos y jóvenes. Pero tomó particular afecto a diez jóvenes, que eran hijos de los principales mercaderes de Bassra. Y pasaba el tiempo en su compañía, entre diversiones y festines. Y a todo el mundo regalaba objetos de valor, y en cuanto le visitaba alguien, daba en seguida una fiesta en honor suyo. Pero todo lo hacía con tal prodigalidad, a pesar de las prudentes advertencias de DulceAmiga, que su administrador, asustado de aquel procedimiento, se le presentó un día y le dijo:

      "¡Oh mi señor y dueño! ¿no sabes que es perjudicial la excesiva generosidad, y que los regalos harto numerososacaban con las riquezas? Recuerda que el que 'a sin contar se empobrece. Ya lo expuso el poeta, que expresó la verdad cuando dijo: ¡Mi dinero! ¡Lo conservo cuidadosamente, y en vez de derrocharlo, lo convierto en barras fundidas; el dinero es mi espada y es también mi escudo! ¡Dárselo a mis enemigos, a mis peores enemigos, sería una locura! ¡Entre los hombres equivale obrar así a transformar la felicidad en infortunio! ¡Pues mis enemigos se apresurarán a comérselo y bebérselo alegremente, y no pensarán en dar una limosna al necesitado! ¡Por eso hago bien ocultando mi dinero al perverso que no sabe compadecer los males de sus semejantes! ¡Conservaré mi dinero! ¡Desdichado del pobre que pide una limosna, lleno de sed, como el camello apartado del abrevadero durante cinco días! ¡Su alma llegará a ser más vil que la misma alma del perro! ¡Oh! ¡Desgraciado del hombre sin dinero y sin recursos, aunque sea el más sabio de los sabios y sus méritos resplandezcan más que el sol!"

      Oídos СКАЧАТЬ