El libro de las mil noches y una noche. Anonimo
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Название: El libro de las mil noches y una noche

Автор: Anonimo

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия:

isbn: 9788026834847

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СКАЧАТЬ style="font-size:15px;">      Cada frutal estaba representado por sus dos especies mejores: había albaricoques de almendra, dulce y amarga; había sabrosos frutales del Khorasán: ciruelos cuyos frutos tenían el color de labios hermosos; mirabeles de dulce encanto; higos rojos, blancos y verdes, de aspecto admirable. Las flores eran como perlas y coral; las rosas aparecían más bellas que las mejillas de una mujer hermosa; las violetas recordaban la llama del azufre. Había flores blancas de arrayán, alelíes, alhucemas y anémonas, cuyas corolas se cubrían con una diadema de lágrimas de nubes. Las manzanillas sonreían, mostrando todos sus dientes, y los narcisos miraban a las rosas con hondos y negros ojos. La cidra redonda parecía una copa sin asa y sin cuello; los limones colgaban como bolas de oro. Flores de todos los colores alfombraban la tierra: la primavera reinaba en los planteles y en los bosquecillos; los fecundos ríos crecían, rodaban los manantiales, y cantaba la brisa como una flauta, contestándole suavemente el céfiro, y esta canción del aire armonizaba toda aquella alegría.

      Así entraron AlíNur y DulceAmiga con el jeique Ibrahim en el Jardín de las Delicias. Y entonces el jeique Ibrahim, que no quería hacer las cosas a medias, les invitó a penetrar en el Palacio de las Maravillas, y abriendo la puerta les hizo entrar.

      AlíNur y DulceAmiga se detuvieron deslumbrados ante el esplendor de aquel salón nunca visto y lleno de cosas extraordinarias y asombrosas. Estuvieron admirando largo tiempo aquella belleza, y después, para descansar la vista de tanto esplendor, fueron a apoyarse en una ventana que daba al jardín. Y AlíNur, contemplando el vergel y los mármoles bañados por la luz de la luna, empezó a pensar en sus penas pasadas, y dijo a DulceAmiga: "¡Oh Dulce Amiga! ¡Este lugar lleno de encanto me recuerda tantas cosas! Y he aquí que la paz desciende sobre mi alma y extingue el fuego que me consume, apartando de mí la tristeza!"

      El jeique Ibrahim les llevó las provisiones que había ido a buscar, y comieron cuanto quisieron; después se lavaron las manos, y se apoyaron de nuevo en la ventana, contemplando los árboles cargados de fruta sabrosa. Al cabo de un rato, AlíNur preguntó al jeique Ibrahim: "¡Oh jeique Ibrahim! ¿puedes darnos algo para beber? Juzgo muy natural beber algo después de haber comido".

      Y entonces Ibrahim les llevó una vasija llena de agua dulce y fresca. Pero AlíNur le dijo: "¿Qué nos traes? No es esto lo que yo quiero". Ibrahim preguntó: "¿Acaso deseas vino?"

      Y AlíNur dijo: "¡Claro que sí!"

      Y el jeique Ibrahim repuso: "¡Guárdeme Alah bajo su protección! Hace trece años que me abstengo de esa bebida funesta, porque el Profeta (¡sean con él la plegaria y la paz de Alah!), maldijo a todo aquel que beba cualquiera bebida fermentada, al que la exprima y al que la venda!"

      Entonces le contestó AlíNur: "Permíteme, ¡oh jeique! que te diga dos palabras".

      El otro respondió: "Dilas". Y AlíNur dijo:

      "Si te indico el medio de que me facilites lo que te pido, sin que seas tú el bebedor, ni el fabricante, ni el portador del vino, ¿serás culpable o maldito?"

      El jeique repuso: "Creo que no". Y AlíNur dijo: "Pues entonces toma estos dos dinares y estos dos dracmas, monta en el burro que está a la puerta del jardín y que nos trajo hasta aquí, ve al zoco, detente a la puerta de cualquier mercader de aguas destiladas de rosas y flores, pues estos mercaderes siempre tienen vino en lo más retirado de la tienda, y al primer transeúnte que halles ruégale, dándole el dinero, que entre a comprarte la bebida por el precio de los dos dinares de oro, y le darás dos dracmas por el recado; y él mismo colocará en el borrico los cántaros de vino, y como será el burro quien lo traiga, el transeúnte quien lo compre, y nosotros los que lo bebamos, no intervendrás para nada en el lance, pues no serás ni el bebedor, ni el fabricante, ni el portador.

      De este modo nada tendrás que temer por haber faltado a la santa ley del Libro". El jeique, al oír a AlíNur, se echó a reír a carcajada, y dijo: "¡Por Alah! Nunca he encontrado persona más simpática que tú, ni con tanto ingenio y encanto". Y AlíNur contestó: "¡Por Alah! muy agradecidos te estamos, ¡oh jeique Ibrahim! y no aguardamos de ti más que ese favor, que te pedimos con insistencia". Entonces el jeique Ibrahim, que no había querido revelar hasta aquel momento que había en el palacio toda clase de bebidas fermentadas, dijo a AlíNur:

      "¡Oh amigo'. Toma estas llaves de mi bodega y de mi despensa, que siempre están llenas para obsequiar al Emir de los Creyentes cuando me honra con su visita. Puedes entrar en ellas y tomar a tu gusto lo que te plazca".

      Entonces AlíNur entró en la bodega, y quedó estupefacto ante lo que veía. A lo largo de las paredes estaban ordenadas sobre tablas, vasijas y más vasijas de oro macizo, de plata maciza y de cristal, con incrustaciones de toda clase de pedrerías.

      AlíNur acabó por decidirse, eligió lo que fué de su mayor agrado, y volvió al salón. Puso las preciosas vasijas sobre la alfombra, se sentó al lado de DulceAmiga, escanció el vino en copas de cristal con cerco de oro, y DulceAmiga y él empezaron a beber, maravillándose de todas las cosas encerradas en aquel palacio. No tardó Ibrahim en ofrecerles olorosas flores, y después se apartó discretamente, como manda la buena educación, cuando se ve a un joven sentado con su esposa. Y ambos siguieron bebiendo hasta que les dominó el vino; y entonces se les colorearon las mejillas, les brillaron los ojos como los de las gacelas, y DulceAmiga acabó por desatar sus cabellos.

      Ibrahim sintió una gran envidia, y se dijo:

      "¿Por qué he de apartarme de ellos, cuando puedo disfrutar de su compañía? ¿Cuándo me hallaré en otra fiesta tan encantadora como la de ver a estos dos admirables jóvenes que parecen dos lunas?"

      E Ibrahim volvió sobre sus pasos y fué a sentarse al otro extremo del salón. Entonces AlíNur le dijo: "¡Oh señor! te pido por tu vida que te acerques y te sientes con nosotros". Y el jeique Ibrahim se sentó a su lado, y AlíNur cogió una copa, la llenó y se la alargó, diciéndole: "¡Oh jeique, toma y bebe! Verás qué bien sabe, y comprenderás las delicias que encierra el fondo de la copa".

      Pero el jeique Ibrahim respondió:

      "¡Protéjame Alah! ¿No sabes, ¡oh joven! que hace trece años que no he cometido esa falta? ¿Ignoras que he cumplido dos veces mis deberes en hadj en la gloriosa Meca?" Y Alí:Nur, que estaba empeñadísimo en emborrachar al anciano Ibrahim viendo que por la persuasión no lo lograría, no insistió más; se bebió la copa llena, la volvió a llenar, se la bebió otra vez, y a los pocos momentos imitó todos los ademanes de un borracho, y acabó tendiéndose en el suelo, en donde fingió dormir.

      Entonces DulceAmiga dirigió una insistente mirada al viejo Ibrahim y le dijo:

      "¡Oh jeique lbrahiin! ¡Mira cómo se porta conmigo este hombre!" Y él contestó: ";Qué desventura! ¿Pero por qué hace eso?" Dulce Amiga dijo: "¡Si fuera ésta la primera vez!

      Pero siempre hace lo mismo. Bebe y bebe. y luego se emborracha y se duerme, y me deja sola, sin nadie que me haga compañía y beba conmigo. Y así no le encuentro gusto a la bebida, pues nadie comparte mi copa, y ni siquiera tengo ganas de cantar, porqueno hay quien me escuche". Entonces el jeique Ibrahim, cuyos músculos se estremecían al influjo de aquellas miradas ardientes y de aquella voz armoniosa, le dijo: "Realmente, así no ha de serte agradable beber".

      Y DulceAmiga llenó entonces la copa, se la alargó sonriendo, y le dijo: "Por mi vida te ruego que tomes esa copa y la aceptes por darme gusto. Y de este modo merecerás mi gratitud".

      Entonces el jeique Ibrahim tendió la mano, cogió la copa y acabó por beber. Y Dulce Amiga se la llenó de nuevo e hizo que la bebiese, y luego otra más, y le dijo: "¡Oh mi señor! ¡nada más que ésta!" Pero él contestó:

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