Название: La agricultura, siglos XVI al XX
Автор: Esperanza Fujigaki
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9786070254420
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Durante la época colonial, alrededor de Guadalajara, las haciendas del área proveían a la ciudad de productos agropecuarios, minerales (sales), manufacturas, carbón vegetal, leña, madera y arcilla, entre otros. Por el aislamiento geográfico de la región y la escasa población indígena, las haciendas llegaron a tener un gran poderío económico y un papel prominente en el abasto de granos a la población urbana. Explotaban la tierra en forma extensiva y por la diversidad de sus funciones sociales, económicas y religiosas, llegaron a tener más importancia y habitantes que los pueblos.37
Las enormes extensiones de las regiones del norte de México, poco pobladas, presenciaron una conquista y una colonización de carácter privado, impulsadas por "hombres ricos y poderosos", como los llamó Chevalier. También jugó un papel crucial en su poblamiento el descubrimiento de los ricos yacimientos de plata de Zacatecas y otras regiones y la obra evangelizadora de religiosos como los jesuitas y franciscanos; al igual que la actividad militar de los soldados, capitanes y gobernadores que conquistaron los reinos de Nueva Vizcaya, Nuevo León y Nuevo México. En estas regiones desérticas y deshabitadas, el aprovisionamiento de las minas requería de un elevado desarrollo de la agricultura y la ganadería.
Así nacieron unas haciendas mixtas que recuerdan un poco los grandes ingenios azucareros del Sur, con sus máquinas trituradoras y sus hornos de fundición, con sus rebaños, sus labranzas, sus bosques y carboneras, y por último con sus esclavos y gentes de trabajo.38
Estas haciendas, generalmente de enorme extensión, producían rendimientos estables, aunque no tan espectaculares como los de una mina, y permitían establecer mayorazgos y asegurar la riqueza futura de la familia de estos ricos individuos. En las tierras de estas haciendas, a veces se constituían centros de población. Debido a la falta de comunidades indígenas amplias y de repartimientos, para los trabajos en minas y haciendas se empleaban a esclavos, mulatos o indios libres que eran traídos desde las regiones del sur por los hacendados, que intentaban detenerlos por diversos medios, como las deudas. Además, muchos mineros y criadores de ganado eran, al mismo tiempo, capitanes que comandaban huestes de "hombres a caballo, mitad vaqueros, mitad abigeos y bandidos", para combatir a los chichimecas.
En el noroeste fue muy importante el desarrollo de las misiones y los presidios, después de las primeras entradas militares de los españoles. La misión ayudó a pacificar el septentrión de la Nueva España, y se convirtió en una institución permanente en el noroeste "identificada con la comunidad agraria indígena y relacionada con la sociedad española y mestiza a través del mercado".39 En esta región era muy difícil mantener núcleos de población española al norte del río Sinaloa y establecer encomiendas en los pueblos indígenas. El surgimiento de la minería y el desarrollo agrícola y ganadero sólo fue posible después de la conquista realizada por los frailes de las misiones y los militares de los presidios. La conquista española del noroeste fue un proceso que no concluyó en muchas zonas durante los tres siglos de la Colonia. La posterior aparición de las estancias y las haciendas en esta región se hizo a costa de las tierras de las comunidades englobadas en las misiones, como en la zona del río Yaqui.
En la parte más oriental del noreste, en el actual estado de Tamaulipas, se fundó a mediados del siglo XVIII la provincia del Nuevo Santander, para hacer frente a la amenaza anglofrancesa sobre ese territorio. El fundador fue José de Escandón, quien la gobernó por más de quince años; se negó a otorgar terrenos a título individual y obligó a los colonos a usufructuar las tierras en forma comunal, "a pesar de una cédula real de 1763 que insistía en el reparto particular". Después de la caída de Escandón, bajo la influencia de las reformas borbónicas, se dieron las tierras en forma privada a los colonos. Aunque se buscaba la creación del pequeño agricultor propietario, no dejaron de otorgarse "mercedes de tierras gigantescas".
>En la veintena de Villorrios de esta provincia se marcaron ejidos, se realizaron dotaciones particulares de tierras a los vecinos [denominadas porciones] y se deslindó una misión de indios anexa. Por medio de este reparto se estableció el patrón primordial de la tenencia de la tierra en el Nuevo Santander. Sin embargo quedaron grandes extensiones de terreno realengo, como las franjas situadas al norte y al sur del río Bravo.40
En las distintas regiones, las haciendas no fueron propiedades estáticas en manos de una sola familia; en realidad, existió un activo mercado de tierras desde la época colonial; haciendas y ranchos cambiaban de dueños frecuentemente. Pero este mercado tenía sus límites, uno era el impuesto por la existencia de mayorazgos. "Este vínculo consolidaba un conjunto de propiedades, rurales y urbanas para que, de generación en generación, pasaran indivisas de manos del padre a las de un solo hijo".41 En el siglo XVIII existían cerca de 100 mayorazgos en la Nueva España, entre ellos el de los marqueses de Aguayo, quienes poseían 11.6 millones de hectáreas, principalmente en Texas y Coahuila. Otro importante mayorazgo era el de los Rincón Gallardo, que formaba "un rectángulo de 65 x 75 kilómetros" en los estados de Aguascalientes, San Luis Potosí y Guanajuato. Los mayorazgos fueron abolidos por las Cortes de Cádiz en 1820, pero en México no desaparecieron en realidad sino hasta mediados del siglo XIX.
En sus importantes estudios sobre la gran familia latifundista del norte de México, los Sánchez Navarro, Harris considera que el imperio de las grandes propiedades duró en el país cerca de cuatro siglos, y que el más importante fue "el latifundio" compuesto de dos o más haciendas. Analiza cómo administraban los Sánchez Navarro sus haciendas, al tiempo que ejercían su poder económico, social y político en una época en que México transitaba de la Colonia a la nación.42 La posesión de tierras determinaba la posición individual en la sociedad, los Sánchez Navarro estaban entre los más grandes hacendados y las más viejas familias de Coahuila, ya que descendían de varios de los fundadores de Saltillo. La riqueza de la familia databa del siglo XVIII, cuando el cura de Monclova, José Miguel Sánchez Navarro, amasó una sustancial fortuna. Fue heredado por su sobrino, el capitán José Melchor Sánchez Navarro, quien poseía las haciendas de La Soledad y Palau, cerca de Santa Rosa. En 1840 sus hijos adquirieron el "ex marquesado" de Aguayo. La tierra dominada por los Sánchez Navarro llegaba a más de 80 989.71 km2. Cuando estalla la guerra contra los Estados Unidos más de la mitad del estado de Coahuila les pertenecía y controlaban las áreas más productivas.43
La estructura y administración del latifundio consolidado de los Sánchez Navarro seguía las líneas del sistema de haciendas; para facilitar su administración estaba dividido en numerosas haciendas, cada una con su propio mayordomo, muchas de las cuales incluían sus ranchos subordinados. También rentaban considerables porciones de tierra; algunas secciones del latifundio habían sido abandonadas, principalmente como resultado de las frecuentes y devastadoras incursiones de los indios que cruzaban el río Grande. El nervio central de este imperio era la Hacienda de San Francisco de los Patos, donde se cultivaba maíz y plantas de algodón; y tenía grandes áreas de pastos. Después de la guerra de intervención estadunidense, los Sánchez Navarro reorganizaron sus haciendas y aumentaron sus rebaños y ventas de ganado y lana. Para Harris, los Sánchez Navarro administraban sus haciendas como negocios; su principal actividad comercial era la cría de ganado, carneros y ovejas, y la producción de lana.
Durante el porfiriato, el desarrollo de los ferrocarriles, la canalización del agua del río Nazas y el aumento del área cultivada con algodón, junto con la expansión demográfica y urbana dieron auge a la región СКАЧАТЬ