Название: La agricultura, siglos XVI al XX
Автор: Esperanza Fujigaki
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9786070254420
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Los ranchos proliferaron donde el número de haciendas y latifundios era menor. Su extensión variaba alredor de 11000 ha., razón por la que en las primeras décadas del siglo XX controlaban un tercio de las tierras laborables del país. Según las estadísticas oficiales, el número de ranchos en 1910 llegaba a 47 939, cifra que incluía tanto los ranchos anexos a las haciendas, como las pequeñas propiedades independientes.25 Jalisco, Guanajuato y Michoacán, con 15 025 explotaciones, concentraban la tercera parte de los ranchos. Las entidades con menor número eran Quintana Roo, Distrito Federal, Morelos, Tlaxcala y Campeche.26
La plantación se consideraba una propiedad tropical dedicada al monocultivo para exportación y que empleaba mano de obra cautiva, forzada y dependiente.27 Sus propietarios casi siempre estaban organizados como una sociedad mercantil; la producción aprovisionaba a un mercado en gran escala, por lo general externo; contaba con capital abundante y se fomentaba la inversión productiva "sin ninguna relación con las necesidades de estatus de los dueños", sino principalmente para obtener altas ganancias.28 La producción en gran escala de las plantaciones requería de altas inversiones y su venta se realizaba, básicamente en el exterior; en ocasiones, a través de compañías extranjeras.
El desarrollo de las plantaciones fue más reciente en nuestro país, su avance mayor se produjo, sobre todo, en el último tercio del siglo XIX, principalmente en el porfiriato, por efecto directo de las necesidades mundiales de materias primas agrícolas como caucho, café, tabaco y maderas preciosas. Los estados de Chiapas, Oaxaca, Tabasco y Campeche presentaron gran desarrollo de plantaciones que, en su mayor parte, quedaron en manos de extranjeros, como las cafetaleras del Soconusco controladas por alemanes, o las de caucho pertenecientes a ingleses y estadunidenses. En Chiapas, la compañía deslindadora Mexican Land and Colonization Company, de capital inglés, vendió 570336 hectáreas a particulares, en varios distritos del estado; 80% de la tierra deslindada en el Soconusco fue adquirida sobre todo por alemanes.29
Las monterías, campos donde se explotaba la caoba, avanzaron en Chiapas y Tabasco. Las nuevas plantaciones se asentaron, en su mayoría, en bosques poco poblados de áreas semitropicales; y su mano de obra, enganchada y llevada a la fuerza, provenía, principalmente, de las regiones montañosas. Su aislamiento geográfico permitía que la fuerza de trabajo, obligada a permanecer en ellas, se explotara en condiciones de extrema dureza. En las selvas del sur de México, el desarrollo de las monterías requería que sus dueños obtuvieran concesiones gubernamentales sobre amplios terrenos boscosos, así como de la inversión de considerables capitales para su explotación; y que las haciendas cercanas aprovisionaran de alimentos a los trabajadores. El trabajo indígena era fundamental para estas empresas; los enganchadores conseguían trabajadores adelantándoles un anticipo en dinero, les hacían firmar contratos por uno o dos años,30 y los propietarios, por medio de las deudas y el empleo de la fuerza y la coerción, los obligaban a permanecer en las monterías, por varios más.
LAS REGIONES DEL PAÍS Y SU ESTRUCTURA AGRARIA
El origen, el desarrollo y la articulación de las unidades productivas fue diferente en los distintos espacios regionales, que empezaron a conformarse desde la época colonial. En el valle de México surgieron estancias de ganado mayor y menor, así como unidades agrícolas. En las primeras décadas del siglo XVII, más de la mitad del área agrícola y pastoral había sido transferida de los indígenas a los españoles. A pesar de las leyes reales que se dictaron para proteger las tierras de las comunidades, durante los siglos XVII y XVIII, las normas y medidas para los ejidos de los pueblos no fueron respetadas, así que los indígenas continuaron perdiendo sus tierras.
Las grandes haciendas del valle de México surgieron mediante otorgación legal, consolidación, expansión, compra, composición y denuncia. Los títulos de sus tierras incluyen las mercedes originales, documentos subsecuentes de venta, composiciones, registro de exámenes, declaraciones de límites y otros papeles relativos.31
La concentración de la propiedad se acentuó con el correr de los años; a fines de la Revolución de 1910, en el valle de Teotihuacan, 90% de la superficie de 10 500 ha de tierras aprovechables estaba en poder de siete latifundios; el restante 10% pertenecía a 416 pequeños propietarios, lo que daba como resultado que 95% de la población (7 907 habitantes, de un total de 8 330) no poseía tierras.32
En la región central se desarrolló la zona productora de pulque, de manera especial en los estados de México, Hidalgo y Tlaxcala. Las principales haciendas se localizaban en los llanos de Apam, que cultivaban maguey, trigo, maíz, haba, cebada y frijol; además de criar ganado menor. La superficie promedio de las haciendas pulqueras estaba entre 1 500 y 2 000 ha.33
Brading, en su libro sobre el Bajío en el siglo XVIII,34 describe la existencia en el centro-norte de los rancheros, un grupo numeroso de pequeños propietarios y arrendatarios, quienes participaron activamente en el rápido cambio económico ocurrido durante ese siglo; mientras que los mineros y comerciantes de Guanajuato eran terratenientes de León. Hace resaltar cómo en muchas regiones el dominio de la hacienda no era tan absoluto como se pensaba anteriormente.
En estas y otras regiones del país fue muy relevante el papel del arrendatario durante el siglo XVII, cuando la crisis económica, la caída de la demanda urbana y el descenso de población que se produjo después de la Conquista, obligó a los hacendados a arrendar parte de sus tierras y recibir, a cambio, parte de la cosecha de los arrendatarios, además de prestaciones en trabajo.
La hacienda tuvo varios escapes ante la competencia, los que desarrolló con amplitud desde la segunda mitad del siglo XVIII: en uno, los hacendados se volvían simples rentistas, o bien, invertían en mejoras (presas, riego); en otro, combinaban la ganadería con el cultivo de cereales y la agricultura de los arrendatarios —lo cual ocurría sobre todo en el centro de México—. También participaban en otras líneas de producción (azúcar, algodón, café y henequén) en las regiones tropicales; o se concentraban en la ganadería y sus derivados, en las áreas del norte.
Ya en el siglo XIX, con el aumento de la población, la mano de obra se volvió relativamente barata en las regiones con mayor concentración demográfica, mientras aumentaba el valor de la tierra. Aunque los precios del maíz se elevaron, el nivel de los salarios permaneció más o menos constante. Los hacendados empezaron a desarrollar una tercera modalidad de operación, al optar por la aparcería en las tierras de temporal que les permitía obtener hasta la mitad de la cosecha de maíz realizada por los aparceros; mientras que en las tierras de riego cultivaban el trigo.35 El terrateniente entonces
[...] se aprovechó de su dominio sobre la tierra para beneficiarse del esfuerzo de los aparceros, pero concentró su propia inversión en el cultivo de granos СКАЧАТЬ