Название: La señorita Pym dispone
Автор: Josephine Tey
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Hoja de Lata
isbn: 9788418918339
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—Espero que al menos disfruten de las clases. ¿Es habitual que las alumnas impartan clases fuera de la escuela?
—Por supuesto, todas lo hacemos. Es una manera de coger práctica. Colegios, conventos, clubes, ese tipo de cosas. ¿De modo que no le interesa el críquet?
Lucy, que pareció salir del sopor que la embargaba ante el repentino cambio de tema, le explicó que algo como el críquet solo se le hacía soportable en compañía de una bolsita de cerezas.
—¿Cómo es que usted no juega, por cierto?
—No participo en ningún deporte. Correr detrás de una pelota me parece algo absolutamente ridículo. Yo vine a la escuela exclusivamente por la danza. Tiene muy buena fama.
—Pero, sin duda —respondió Lucy—, habrá excelentes escuelas de danza en Londres y con un nivel superior de enseñanza al que se pueda esperar de una escuela de educación física.
—Ah, pero para eso hay que comenzar siendo muy joven y yo nunca he sentido el baile como una profesión sino más bien como afición.
—Y espera usted poder enseñar cuando regrese a Brasil, ¿no es así?
—¡Ay, no! Espero casarme —respondió la señorita Desterro—. Vine a Inglaterra para alejarme de un amor desgraciado. Él era encantador y absolutamente inadecuado. De modo que me vine a Inglaterra para superarlo.
—¿Su madre es inglesa, entonces?
—No, mi madre es francesa. Mi abuela es inglesa. Adoro a los ingleses. Hasta aquí —Y alzó entonces su delicada mano, con la muñeca debidamente equilibrada, hasta colocarla a la altura de su cuello—, son todo romanticismo; pero de ahí para arriba son solo sentido común. Fui a ver a mi abuela, empapé de lágrimas sus sillas de exquisito tapizado y le dije: «¿Qué debo hacer? ¿Qué debo hacer?». Con respecto a mi amante, quiero decir. Y ella me respondió: «Lo que vas a hacer es sonarte la nariz y marcharte inmediatamente del país». De modo que le dije que iría a París, viviría en una buhardilla y llevaría una vida bohemia. Pero ella me respondió: «De eso nada. Viajarás a Londres y sudarás un poco para variar». Y yo, que siempre le hago caso a mi querida abuelita, y puesto que siempre me ha gustado bailar y soy buena en ello, decidí venir aquí. A Leys. Me miraron con cierta desconfianza cuando les dije que solo tenía intención de bailar, pero...
Y eso era lo que Lucy se estaba preguntando. ¿Cómo era posible que hubieran aceptado a aquel encantador bollito en esta estricta escuela típicamente británica?
—Pues el caso es que una de las estudiantes tuvo una crisis a mitad de curso, no es algo raro aquí, ¿sabe usted?, y como quedó una vacante, lo cual nunca es bueno para una escuela, debieron pensar: «Está bien, dejemos que esa alocada muchacha que ha llegado de Brasil ocupe la habitación de Kenyon y asista a las clases. Al fin y al cabo no hará daño a nadie y será beneficioso para las cuentas de la escuela».
—De modo que comenzó como alumna de último curso.
—Como bailarina, sí. Yo ya era bailarina antes de venir aquí, ¿sabe? Pero voy a clase de anatomía con las de primero. Los huesos siempre me han interesado. También asisto a otras clases siempre que me apetece. He ido a casi todas. Menos a fontanería. Me parece algo indecente.
La señorita Pym imaginó que con eso de fontanería se refería a higiene.
—¿Y le han gustado todas las demás?
—Es una educación bastante liberal. Las chicas inglesas son tan ingenuas... Son como niños de nueve años. —Al percibir la sonrisa de incredulidad de la señorita Pym, que no pensaba que hubiera ingenuidad alguna en una joven como Beau Nash, se apresuró a seguir—: O quizá más bien como niñas de once. Cada dos por tres tienen rabietas, ¿sabe a lo que me refiero? —La señorita Pym asintió—. Se desmayan cada vez que madame Lefevre les dirige una palabra amable. También yo en ocasiones, pero más bien es fruto de la sorpresa en mi caso. Ahorran dinero para regalarle flores a la Gustavson, que solo piensa en su apuesto oficial de la Marina sueca.
—¿Cómo sabe usted eso? —preguntó Lucy, sorprendida.
—¡Ah! Él está en todas partes. En su mesa, en su habitación. Su fotografía, quiero decir. Y al fin y al cabo la señorita es del continente. Ella no es presa de las rabietas.
—Los alemanes sí —precisó Lucy—. Son famosos por ello.
—Desde luego son un pueblo poco equilibrado —respondió Desterro desdeñando a la raza teutona—. Los suecos son muy diferentes.
—De cualquier modo, ella sabrá apreciar esas pequeñas ofrendas florales.
—Por supuesto no las arroja por la ventana a la primera de cambio. Pero es obvio que ella siente preferencia por las que no le hacen regalos.
—¡Ah! De modo que también hay estudiantes que no se dejan llevar por las emociones, ¿verdad?
—Por supuesto, unas pocas. Las escocesas, por ejemplo. Tenemos dos. —Por su tono de voz podría estar hablando igualmente sobre razas de conejos—. Demasiado ocupadas con sus propias disputas como para que les sobre energía para algo más.
—¡Disputas! Pensaba que los escoceses eran un pueblo muy unido.
—No si se han criado bajo el influjo de vientos distintos.
—¿Vientos?
—Tiene que ver con el clima. Es algo muy habitual en Brasil. Un viento estilo aaah —Abrió sus encarnados labios soltando el aliento de un modo insinuante— moldeará a lo largo de su vida a un tipo de persona. Pero el viento que hace sssh —Esta vez expulsó el aire entre sus dientes, de un modo casi sensual— influirá en las personas de un modo completamente diferente. En Brasil es a causa de la altitud. En Escocia, la diferencia consiste en si procedes de la costa este o de la costa oeste. Lo descubrí durante las vacaciones de Pascua y por fin comprendí lo que les pasaba a las escocesas. Campbell procede de un viento estilo aaah y por eso es perezosa y dice constantemente mentiras, irradia encanto y es bastante artificial. Stewart, sin embargo, es más del tipo sssh, de ahí que sea honesta, trabajadora y tan extraordinariamente sensata.
La señorita Pym se rio.
—¡De modo que según su teoría la costa oeste de Escocia debería estar poblada por poco menos que santos!
—Por supuesto, también habrá motivos personales en sus disputas, imagino. Algo seguramente relacionado con el abuso de hospitalidad.
—¿Quiere decir que quizá durante unas vacaciones juntas una de ellas se aprovechó de la otra?
Visiones de algún enredo amoroso, cucharas de plata subrepticiamente robadas y quemaduras de cigarrillos en los muebles de la familia salpicaron entonces la excesivamente vívida imaginación de Lucy.
—No, no. Se trata de algo ocurrido hace más de doscientos años. En las colinas cubiertas por la nieve tuvo lugar una masacre.
Desterro СКАЧАТЬ