Название: La comunidad sublevada
Автор: José Bengoa
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9789563249156
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B. El tiempo del abuso contemporáneo
Abuso pareciera ser el concepto clave en los tiempos actuales. Es un eje de comprensión cultural de un conjunto complejo de movilizaciones, demandas, desconfianzas en el sistema político y público; es también lo que explica la ira de estas sociedades y no en menor medida los traumas y problemas psíquicos de estas poblaciones, etc. Es uno de esos términos que aúnan un momento coyuntural o un período determinado.
Es un sentimiento, una emoción, como se ha dicho ya varias veces en la primera parte de este trabajo. Es por tanto altamente subjetivo en la medida en que es un sentimiento, pero es una experiencia intransferible y sobre todo frente a la cual no se puede criticar. La persona que se siente abusada no requiere que nadie le explique, ni deja espacio a que le digan palabras de buena crianza.40
Sin embargo, al igual que otros conceptos que surgen de la experiencia individual y se transforman en colectivos, en este caso se produce un encuentro con los otros, con el grupo, e incluso con masas de personas. Cada uno se siente abusado por un motivo o varios, pero en el conjunto se levanta la idea de una sociedad abusadora, la “Comunidad abusada” de la que estamos hablando.
Son muchos los autores que miran la sociedad contemporánea moderna y occidental con un enorme dejo de pesimismo. La sensación de abuso está generalizada. Las movilizaciones que surgen de estos sentimientos suelen ser muy violentas, espontáneas; en fin, diferentes a los períodos anteriores.41
Ascenso e integración social
Las bases de la integración social se fundan solo en promesas de ascenso social, ya que no hay disposición alguna de eliminar el espíritu de casta. Esto vale en Chile, pero también en Europa y muchos otros escenarios. Piketty, el economista francés, señaló con mucha exactitud que las herencias (el patrimonio acumulado) son una de las claves de comprensión de estos fenómenos. Si no hay una ruptura de los procesos de acumulación a nivel familiar y social, los llamados al ascenso social son inconducentes y sobre todo mentirosos.42
Las promesas de un consumo más amplio, de movilidad social y por tanto de integración son falsas. Ahí reside, quizá, uno de los ejes de las protestas actuales en Chile y numerosos países sacudidos por el despertar social. Cada estrato o subestrato social tiene, además de su piso, su techo, y hasta allí se asciende. El resto son consideraciones extraeconómicas: género, raza o etnia, “facha” o “pinta”, etc., que hacen su trabajo de no dejar pasar a advenedizos, por más que hayan estudiado en las universidades brillantemente.
Segunda digresión:
Sobre la “subordinación ascética”
La subordinación ascética fue el relato de la hacienda hacia los inquilinos: “Si te portas bien, ahorras, eres buen trabajador, no eres borracho, podrás reunir un dinero y comprar una pequeña propiedad en el pueblo o villorrio vecino”.43
Rafael Baraona, en su conocido libro Valle de Putaendo, señala que los inquilinos de ese valle en la zona de Aconcagua, al norte de Santiago, pensaban en el camino hacia la propiedad privada que se podía realizar ahorrando y sobre todo teniendo muchos animales, esto es, “talajes”, en el decir de esa época. Es así que el pueblo de Putaendo, formado por “quintas” y pequeños sitios, estaba formado por exinquilinos de las haciendas vecinas, especialmente de la Del Tártaro y Lo Vicuña, enormes territorios privados. Los inquilinos “mayores” tenían como regalías más talajes; esto es, muchos animales que podían pastar en las tierras de la hacienda, sobre todo en las veranadas de la cordillera. La teoría de Baraona sobre el asedio interno explica el modo cómo los inquilinos aumentaban subrepticiamente sus regalías de modo de aumentar sus ahorros en animales y así, en algún momento, salir de la esclavitud de la “obligación”, como se denominaba el cargo en trabajo que debían realizar en las haciendas. Había algunas de ellas, las de carácter rentista y con patrones ausentes, que estaban completamente ocupadas silenciosamente por dentro, carcomidas se podría decir, mediante granjerías que se iban tomando por su cuenta los inquilinos, los capataces, mayordomos; en fin, los ocupantes del interior de la hacienda. A veces les pagaban rentas a los propietarios y otras veces eran negocios propios. La “pillería”, el ocultamiento de los ingresos; es decir, todo ello era parte de la cultura hacendal y se trasladó a la cultura nacional, que en ese aspecto no ha cambiado nada.
La prédica constante de la subordinación ascética produjo una cultura de la subordinación aparente y de la rebeldía oculta. El poder hacendal era tan grande que no se podía pensar más que riendo en “el mundo al revés”, o en el pillo de Pedro Urdemales (que urdía maldades...), el que mediante la burla y la inteligencia se saltaba las normas establecidas y llegaba a ser rico.44 No es por nada que la figura faustiana del “pacto con el Diablo” es tan corriente y expandida en el medio ambiente rural chileno.
Por uno que lograba salir de la hacienda y comprar un terrenito pequeño en Putaendo u otro pueblo rural, miles se quedaban solamente con las ganas y debieron por generaciones pagar la “obligación”, ellos, su mujer (ordeñando las vacas y sacando la leche todas las madrugadas), su hijo (el peón obligado) y sus otros hijos y parientes (los peones voluntarios).45
La subordinación ascética sigue siendo el discurso dominante en Chile. Su versión contemporánea es equivalente a: “Si te portas bien, estudias, postergas ascéticamente el placer, podrás surgir”.
No es por casualidad que el verdadero himno de este período de rebeliones es la famosa canción “El baile de СКАЧАТЬ