Название: La comunidad sublevada
Автор: José Bengoa
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9789563249156
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En el lenguaje del Marx joven —con el que hacemos contrapunto en este escrito—, sería un caso perfecto de “falsa conciencia”. El trabajo alienado se sublima en la propuesta profesional, en la perfección, puntualidad, rigor, y en la idea de una retribución ascética que se posterga al más allá. Una vida ordenada, dedicada al trabajo se compensará con la “gloria eterna”.
El Código de la decencia
La idea de “decencia” se relaciona con la de profesión. Las personas decentes, se dice, se afirma y se cree, son aquellas que justamente trabajan de modo ordenado, consciente, respetuoso de sus mayores y de las jerarquías. La apariencia además es de una persona decente. Esto significa signos exteriores acordes con estas ideas: limpieza, cabellos cortos y bien ordenados, ropa bien planchada, corbata o, en el caso campesino, camisa blanca abotonada, y así según las costumbres.25
Cada sociedad y sobre todo las sociedades populares tienen su “Código de la decencia”. Es un conjunto de ideas, imágenes, cuidados, gustos y símbolos que expresan lo que es una persona decente y no decente. Una persona digna de consideración social, éticamente irreprochable, y por tanto valorada socialmente. La valoración social se refleja como un espejo en la autovaloración, autoestima; en fin, en una cantidad de valores de la mayor importancia social.
En el estudio citado, realizado en base a entrevistas, se observaba que a pesar de que el trabajo por cuenta propia, por ejemplo vendedor de super8 (un chocolate o galleta famoso en los noventa que se vendía en los autobuses y cruces de calles), retribuía más que el trabajo asalariado, este último era considerado como más decente. Por razones éticas, se prefería un trabajo menos remunerado a otro lleno de incertidumbres y en el borde de la marginalidad o incluso de la delincuencia. Las entrevistas señalan por ejemplo la importancia de que los vecinos vean la persona saliendo de casa temprano en la mañana rumbo al trabajo. En cambio el ambulante duerme hasta tarde y se levanta sin arreglarse al modo operario; por el contrario, busca una tenida deportiva pobre, de modo de correr entre los autos vendiendo sus productos.
Es interesante analizar que estos estudios de los años ochenta y noventa realizados en Santiago de Chile mostraban un fuerte componente de la ética de la clase obrera minero-industrial; fragmentos aún no demolidos de lo que fue el largo proceso de formación de la clase obrera chilena, the making, en la voz de W.P. Thompson.26 Por cierto que estas ideas no fueron tomadas en cuenta por los gobernantes, y ni siquiera fueron consideradas estas variables de tanta importancia en el futuro.
Con el paso de los años ese Código de la decencia se fue esfumando y ganó crecientemente sobre todo en los jóvenes el “Código del consumo”, y por tanto sin importar demasiado el origen de esos recursos e ingresos. Ya no importaba mucho si se vendía en el mercado de los microbuses, callejero, o se vendía cualquier cosa. Lo que comenzó a importar fueron las zapatillas que se usaban, por cierto de marca y caras, los pantalones abombachados, las camisetas estampadas; en fin, con el tiempo los celulares que se usan, esto es, las baratijas de la modernidad. De los super8 se pasó a vender cualquier mercadería y por cierto las que entregan mayor ganancia, como las drogas.27
Podríamos aventurar que una de las características del capitalismo tardío es la paulatina pérdida del concepto de profesión. El levantarse temprano que algunos predican aún como central es una fantasía casi ridícula, ya que es de todos bien conocido que las grandes fortunas no se han hecho por exceso de madrugación.
La liquidación de la conciencia obrera en el período del capitalismo tardío, esto es, de la conciencia colectiva de la explotación del trabajo (plusvalía), ha conducido a reacciones políticas en las antípodas de las conductas clasistas aventuradas por ejemplo por Carlos Marx. La votación inglesa del Brexit o el soporte de Donald Trump en las antiguas clases minero-industriales desmanteladas ya es un fenómeno bien analizado.28
Habría que concluir que tanto la pérdida del concepto de profesión y su derivada criolla, la decencia, están ligadas directamente al aumento del sentimiento y concepto de abuso. Es indudable que hemos asistido, en los últimos 30 años sobre todo, al desplazamiento de la centralidad del trabajo productivo, del trabajo industrial con las consecuencias éticas más profundas y por consiguiente con cambios muy radicales en las sociedades.29
Salarios en disputa
El salario está determinado por la lucha abierta entre capitalista y obrero. Necesariamente triunfa el capitalista. El capitalista puede vivir más tiempo sin el obrero que este sin el capitalista. La unión entre los capitalistas es habitual y eficaz; la de los obreros está prohibida y tiene funestas consecuencias para ellos. Además, el terrateniente y el capitalista pueden agregar a sus rentas beneficios industriales, el obrero no puede agregar a su ingreso industrial ni rentas de las tierras ni intereses del capital. Por eso es tan grande la competencia entre los obreros. Luego solo para el obrero es la separación entre capital, tierra y trabajo una separación necesaria y nociva. El capital y la tierra no necesitan permanecer en esa abstracción, pero sí el trabajo del obrero. (Carlos Marx. Primer Manuscrito)
La imagen del cuenta-propista e innovador
Se supondría —Marx dixit— que Robinson Crusoe es la imagen de la no alienación, del hombre libre en una isla, del self made man. Marx se burla y los llama “robinsonadas”.
La suposición es fuerte y está nuevamente de moda. Hoy se los denomina “innovadores/as” y a la actividad comercial, “emprendimiento”. Se diría que en la medida en que a la persona nadie lo manda en forma directa, que trabaja por su cuenta, y sobre todo que innova, inventa ejerce su creatividad, que realiza un “emprendimiento”, para utilizar un término que está muy en boga; en ese sentido, no habría alienación del trabajo, o a lo menos no existiría ese sentimiento como elemento central de movilización.
La experiencia del campesinado es clave para comprender este asunto. Marx, en su libro conocido como El 18 Brumario de Luis Bonaparte, trata muy mal a los campesinos y les dice que son como “un saco de papas”, es decir, no hay colectivo, solo son un agregado semejante a las papas. No habría allí conciencia de clase, ni en sí, ni para sí, ya que tienen su alma dividida: son patrones y trabajadores de sí mismos al mismo tiempo. Sus conductas sociales y políticas han cambiado y caminado en zigzag a lo largo de la historia, como es de toda evidencia.
Esta aseveración no hace mejores a los obreros industriales o mineros, al proletariado, con supuesta conciencia de clase, en su actuación social y política. En 1847/48, Marx no tenía por qué suponer que esas clases obreras surgentes y revolucionarias terminarían hoy en día en posiciones tanto o más reaccionarias que los campesinos. Una corriente importante en la política occidental consideró que la existencia de una gran masa de propietarios pequeños, campesinos sobre todo, sería un freno a los extremismos y sobre todo al comunismo; una suerte de garantía de la democracia en el decir gaullista francés. De allí la historia de subsidios, apoyos estatales, etc.
Es otro caso de falsa conciencia. El cuenta-propista, comerciante pequeño por ejemplo, puede que no “vea ni sienta”, que el fruto de su trabajo se enajena, se va a otro lado y se le vuelve en contra, pero rápidamente comprenderá que la cadena de comercialización lo lleva a una situación de intercambio desigual, y, por ejemplo, que el sistema bancario financiero lo explota y esquilma, en fin, que hay también una suerte de desposesión, para seguir con la idea de David Harvey, que enriquece a unos y empobrece a los otros, siguiendo la tesis marxológica de la concentración creciente de los medios de producción y la pauperización relativa de los asalariados y, en este caso, los cuenta-propistas. Las ilusiones campesinas СКАЧАТЬ