El león y el unicornio y otros ensayos. Джордж Оруэлл
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Название: El león y el unicornio y otros ensayos

Автор: Джордж Оруэлл

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788418428982

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СКАЧАТЬ los seguían tomando muy en serio entre los quince y los dieciséis años de edad. Aquellos chicos eran hijos de tenderos, oficinistas, pequeños empresarios, profesionales, y es evidentemente esta clase la que tienen por lector ideal tanto Gem como Magnet. Sin embargo, también leen ambos semanarios chicos de la clase obrera. Están por lo común en venta en los barrios más pobres de las grandes ciudades, y sé con certeza que los leen chicos a los que cualquiera consideraría inmunes al glamour del colegio privado. He visto por ejemplo a un joven minero, un chaval que ya había trabajado un año o dos bajo tierra, leyendo con ganas las páginas de Gem. Hace poco ofrecí un montón de periódicos británicos a los legionarios ingleses de la Legión Extranjera francesa en el Norte de África; lo que primero escogieron fue Gem y Magnet. Ambos semanarios tienen también numerosas lectoras,14 y la sección de cartas de los lectores de Gem demuestra que se lee en todos los rincones del Imperio Británico: hay cartas de australianos, canadienses, palestinos, judíos, malayos, árabes, chinos, etc. Los responsables cuentan evidentemente con que sus lectores ronden los catorce años de edad, y la publicidad (chocolate con leche, sellos, pistolas de agua, curas para el sonrojo, trucos de magia casera, polvos para el picor, etcétera) indica más o menos esa misma edad; también están los anuncios del Almirantazgo, que convocan a reclutas de diecisiete a veintidós años. Y no cabe duda de que también los leen los adultos. Es frecuente que quien escribe una carta al director diga que ha leído todos los números de Gem o de Magnet durante los últimos treinta años. He aquí una carta de una señora de Salisbury:

      Puedo decir de los espléndidos relatos sobre Harry Wharton y compañía, de Greyfriars, que nunca dejan de alcanzar un altísimo nivel. Son sin duda las mejores historias de este tipo que hay en el mercado, y esto es mucho decir. Parece que nos pusieran cara a cara con la Naturaleza. He leído Magnet desde sus comienzos, y he seguido las aventuras de Harry Wharton y compañía con embeleso e interés. No tengo hijos, pero si dos hijas, y siempre hay enfados por ver quién será la primera en leer el grandioso semanario. Mi marido también era un lector empedernido de Magnet hasta que nos fue repentinamente arrebatado.

      Vale la pena hacerse con unos cuantos ejemplares de Gem y de Magnet, sobre todo del primero, y echar un vistazo a la sección de cartas. Lo asombroso de veras es la intensidad y el interés con que se toman los lectores los más mínimos detalles de la vida en Greyfriars y en St Jim. He aquí una muestra de las preguntas que remiten los lectores:

      “¿Qué edad tiene Dick Roylance?” “Qué antigüedad tiene St Jim?” “¿Me podría dar una lista de los Shell y de sus estudios?” “¿Cuánto costó el monóculo de D’Arcy?” “¿Cómo es que individuos como Crooke son de la Shell, e individuos decentes como tú estén sólo en cuarto?” “¿Cuáles son los deberes del capitán de cada curso?” “¿Quién es el profesor de química en St Jim?” (de una lectora). “¿Dónde está situado St Jim?” “¿Podría indicarme cómo llegar? Me encantaría ver el edificio. ¿Es impresión mía o son todos los chicos unos falsos?”

      Está claro que muchos de los chicos y las chicas que escriben estas cartas viven inmersos en una fantasía absoluta. A veces, un chico escribe, por ejemplo, y da su estatura, su peso, sus medidas de perímetro torácico y de bíceps, y pregunta qué miembro de la Shell o de cuarto curso es el que más se le parece. La petición de una lista de los cursos de estudio de la Shell, con relación exacta de quién integra cada uno, es muy corriente. Los responsables del semanario, como es natural, hacen todo lo posible por mantener la ilusión. En Gem, Jack Blake presuntamente escribe a sus corresponsales; en Magnet se dedican siempre dos páginas a la revista del colegio (el Greyfriars Herald, que edita Harry Wharton), y hay otra página en la que escribe uno u otro de los personajes. Los relatos son cíclicos, con dos o tres de los personajes en primer plano durante varias semanas seguidas. Primero se suceden algunas aventuras disparatadas, con los cinco de la Fama y Billy Bunter; luego, una serie de relatos sobre el tema de la identidad equívoca, con Wibley (el mago) en el papel estelar; viene después una serie de corte más serio, en la que Vernon-Smith parece al borde de la expulsión. Y aquí encontramos el verdadero secreto de Gem y de Magnet, y la probable razón por la cual continúan leyéndose a pesar de estar tan obviamente desfasados.

      Se trata de que los personajes están cuidadosamente graduados, de modo que dan a todo tipo de lectores la posibilidad de identificarse con uno u otro. Esto es algo que hacen casi todos los semanarios juveniles, y de ahí el muchacho ayudante (el Tinker de Sexton Blake, el Nipper de Nelson Lee, etc.) que por lo común acompaña al explorador, al detective, o lo que sea, en sus aventuras. Pero en estos casos sólo hay un chico, por lo común del mismo tipo. En Gem y en Magnet hay un modelo prácticamente para todo el mundo. Está el muchacho normal, atlético y animoso (Tom Merry, Jack Blake, Frank Nugent), una versión algo más encanallada de este tipo (Bob Cherry), una versión más aristócrata (Talbot, Manners), otra más apacible y más seria (Harry Wharton) y una versión estulta, tipo bulldog (Johnny Bull). Luego está el muchacho intrépido, sin miedo a nada (Vernon-Smith), el inteligente y estudioso (Mark Linley, Dick Penfold), el excéntrico al que no se le dan bien los deportes, aunque tiene un talento especial (Skinner, Wibley). Y está el becado (Tom Redwing), figura importante en este tipo de relatos, porque hace que sea posible para los chicos de familia más pobre proyectarse en el ambiente del colegio privado. Además hay que contar a los chicos de Australia, Irlanda, Gales, la isla de Man, Yorkshire y Lanca­­shire, con los que se aprovecha el patriotismo local. Pero la sutileza de la caracterización va mucho más allá. Se estudian las secciones de cartas, se ve a las claras que seguramente no hay un solo personaje en Gem o en Magnet con el cual no se identifique tal o cual lector, con la excepción de los más cómicos y chabacanos, como Coker, Billy Bunter, Fisher T. Fish (el norteamericano que roba dinero), y los profesores, claro está. Bunter, aunque su origen probablemente esté en deuda con el muchacho gordo de Pickwick, es una creación auténtica. Los pantalones ceñidos, contra los cuales golpean cada dos por tres las botas de los otros, o las fustas, su astucia en la búsqueda de alimentos, su paquete postal que nunca llega le han hecho famoso allí donde ondea una bandera británica. Pero no es propenso a causar ensoñaciones en los lectores. Por otra parte, otra figura graciosa como es Gussy (el Honorable Arthur A. D’Arcy, “el orgullo de St Jim”) goza de evidente admiración. Al igual que todo lo demás en Gem y en Magnet, Gussy está al menos treinta años desfasado. Es el dandi de comienzos del siglo xx, e incluso de finales del xix (aunque hable con un marcado acento rural), el idiota del monóculo que sirvió con hombría en las batallas de Mons y Le Cateau. Y su manifiesta popularidad viene a demostrar qué hondo es el atractivo esnob de este tipo. Los ingleses tienen un cariño inagotable por el asno que tiene título nobiliario (por ejemplo, lord Peter Wimsey, que siempre juega una baza ganadora en los momentos de apuro). He aquí una carta de una admiradora de Gussy:

      Creo que sois demasiado duros con Gussy. Por el modo en que lo tratáis, me sorprende que siga existiendo. Es mi héroe. ¿Sabíais que escribo poemas, letras de canciones? ¿Qué os parece ésta? Va con la melodía de “Goody Goody.

      Voy a pillar mi máscara de gas,

      me sumo a las baterías antiaéreas,

      porque sé cómo parar las bombas que me tiráis.

      Me voy a cavar una trinchera

      dentro del jardín.

      Voy a sellar las ventanas

      para que no pueda entrar el gas.

      Voy a plantar mi cañón en la acera

      con una nota para Adolf Hitler: “¡No molestar!”.

      Y si jamás caigo en manos de los nazis

      a mí ya me es suficiente.

      Voy a pillar mi máscara de gas,

      me sumo a las baterías antiaéreas,

      PS. СКАЧАТЬ