El león y el unicornio y otros ensayos. Джордж Оруэлл
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Название: El león y el unicornio y otros ensayos

Автор: Джордж Оруэлл

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788418428982

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СКАЧАТЬ D’Arcy) es siempre “el orgullo de St Jim”, y así sucesivamente. Hay un esfuerzo constante, incansable, por mantener intacto el ambiente, por cerciorarse de que cada nuevo lector aprenda de inmediato quién es quién. El resultado no ha sido otro que hacer de Greyfriars y St Jim un extraordinario mundillo fuera de este mundo, un mundo que nadie puede tomarse en serio si tiene más de quince años, pero que en cualquier caso no es fácil de olvidar. Mediante un intencional rebajamiento de la técnica de Dickens, se ha forjado una serie de “personajes” estereotipados, en algunos casos con éxito notable. Billy Bunter, por ejemplo, debe de ser una de las figuras más conocidas de la ficción en lengua inglesa; por la mera cantidad de personas que lo conocen se halla a la par de Sexton Blake, Tarzán, Sherlock Holmes y un puñado de personajes dickensianos.

      Ni que decir tiene que estos relatos son fantásticamente ajenos a cuanto acontece en un verdadero colegio privado. Forman ciclos de un tipo muy distinto al del curso escolar, aunque en general son relatos divertidos, con una comicidad de sal gruesa, de modo que el interés se centra en las gamberradas, las bromas de gusto dudoso, los aprietos de todo tipo, las peleas, las palizas y azotainas, el fútbol, el críquet, la comida. Uno de los relatos más recurrentes es aquel en que a un chico se le acusa de una travesura que ha cometido otro, habida cuenta de que el primero es demasiado bueno para decir la verdad. Los “buenos” son “buenos” en la tradición limpia del inglés honrado: se entrenan a fondo, se lavan detrás de las orejas, nunca dan un golpe bajo, etc., etc.; por el contrario, hay una serie de chicos “malos”, como Racke, Crooke, Loder y otros, cuya maldad se cifra en que apuestan, fuman cigarrillos y frecuentan las tabernas. Todos ellos se encuentran de continuo al borde de la expulsión, pero como eso supondría un cambio del elenco, nadie es nunca descubierto en la comisión de un delito grave. El robo, por ejemplo, apenas es uno de los motivos temáticos habituales. El sexo es completamente tabú, sobre todo en la modalidad en la que de hecho se manifiesta en los colegios privados. A veces aparecen algunas chicas en los relatos, y muy rara vez hay nada que se acerque ni de lejos a un tibio flirteo, que, si se da, es sólo con el espíritu de la sana diversión. Un chico y una chica, por ejemplo, disfrutan de un paseo en bicicleta: a eso se llega como mucho. Los besos, por ejemplo, estarían considerados una simple muestra de “ternurismo”. Incluso los chicos malos pasan por ser totalmente asexuados. Cuando se lanzaron Gem y Magnet, es probable que existiera una intención sopesada de alejarse por completo del ambiente de culpa, y lastrado de sexo, que impregnaba buena parte de las publicaciones anteriores para chicos. En la década de 1890, el Boys’ Own Paper, por ejemplo, acostumbraba a llenar las columnas de cartas al director con aterradoras advertencias en contra de la masturbación, y libros como St Winifred’s y Tom Brown’s School days apestaban a sentimientos homosexuales, aunque es evidente que sus autores no fueran conscientes de ello. En Gem y Magnet, el sexo lisa y llanamente no existe como problema. La religión es otro tabú; en los treinta años de vida de ambas publicaciones, la palabra “Dios” seguramente sólo aparece en el contexto de “Dios salve al Rey”. Por otra parte, siempre ha existido una línea clara en favor de la templanza. La bebida y, por añadidura, el consumo de tabaco se consideran hechos deshonrosos incluso en un adulto (“turbio” es el adjetivo habitual), aunque al mismo tiempo pasa por ser algo irresistible y fascinante, una suerte de sucedáneo del sexo. En su ambiente moral, Gem y Magnet tienen mucho en común con el ideario del movimiento de los Boy Scouts, que tiene sus orígenes en la misma época.

      Toda literatura de esta clase es en parte plagiaria. Sexton Blake, por ejemplo, empezó por ser con toda franqueza una imitación de Sherlock Holmes, y todavía se le parece demasiado: tiene rasgos aguileños, vive en Baker Street, fuma sin cesar y se pone un batín cuando necesita sentarse a pensar. Gem y Magnet probablemente deben algo a los autores de la vieja escuela que estaban en pleno florecimiento cuando las dos revistas iniciaron su andadura, Gunby Hadath, Desmond Coke y los demás, pero es mucho mayor su deuda con los modelos decimonónicos. En la medida en que Greyfriars y St Jim sean auténticos colegios, se parecen mucho más al Rugby de Tom Brown que a cualquier moderno colegio privado. Ninguno de los dos, por ejemplo, tiene un director de estudios; los deportes no son de práctica obligatoria, a los chicos se les permite vestir como quieran. Pero no cabe duda de que el origen fundamental de ambas publicaciones se halla en Stalky & Co. Es un libro que ha sembrado una influencia enorme en la literatura juvenil, uno de esos libros que tienen una suerte de reputación tradicional entre personas que ni siquiera han visto nunca un ejemplar. En más de una ocasión, en los semanarios juveniles, me he encontrado con referencias a Stalky & Co., aunque allí se dijera “Storky”. El nombre del profesor más cómico de Greyfriars, el señor Prout, está tomado de Stalky & Co., al igual que buena parte del argot coloquial que se emplea: “jape”, “merry”, “giddy”, “bizney” (“business”), “frabjous”, “don’t” por “doesn’t”, etc., todos ellos vocablos desfasados cuando comenzaron a publicarse Gem y Magnet.12 Hay también huellas de orígenes anteriores. El propio nombre “Greyfriars” probablemente se haya tomado de Thackeray, y Gosling, el portero del colegio en Magnet, habla en una imitación del dialecto de Dickens.

      Con todo esto, el presunto glamour de los colegios privados se pone en juego al máximo de sus posibilidades. Aparece toda la parafernalia al uso: los encierros, el pase de revista, los enfrentamientos entre equipos del colegio, los abusos, los secretarios de clase, las agradables meriendas en torno a la chimenea, etc., etc., y hay constantes referencias a la “vieja escuela”, a las “viejas piedras grises” (ambos colegios se fundaron a comienzos del siglo xvi), al “espíritu de equipo” de los “hombres de Greyfriars”. En cuanto al atractivo de lo esnob, es completamente desvergonzado. En cada uno de los colegios hay un muchacho que tiene título nobiliario, o tal vez dos, cuyos títulos al lector se le arrojan constantemente a la cara; otros muchachos ostentan los apellidos de familias aristocráticas conocidas de sobra, como los Talbot, los Manners, los Lowther. En todo momento se nos recuerda que Gussy es el Honorable Arthur A. D’Arcy, hijo de Lord Eastwood; que Jack Blake habrá de heredar “anchurosos terrenos”; que Hurree Jamset Ram Singh (apodado Inky) es el nabab de Bhanipur o que el padre de Vernon-Smith es un millonario. Hasta hace relativamente poco, las ilustraciones de ambos semanarios siempre representaban a los chicos con una vestimenta que imitaba a la de Eton; en los últimos años, los de Greyfriars han pasado a llevar chaqueta azul cruzada y pantalones de franela, si bien St Jim sigue con la chaqueta de Eton, y Gussy no ha perdido su sombrero de copa. En la revista del colegio, que sale todas las semanas como sección añadida de Magnet, Harry Wharton publica un artículo en el que comenta el dinero de bolsillo que reciben los “compañeros en la distancia”, y revela que algunos reciben nada menos que cinco libras por semana. Se trata de una incitación intencionada y directa a las fantasías de riqueza. Y en este punto vale la pena reseñar, aunque sea un hecho harto curioso, que el relato de temática colegial es algo peculiar y privativo de Inglaterra. En la medida en que alcanzo a saber, hay poquísimos relatos de tema colegial en lenguas extranjeras. La razón, obviamente, estriba en el hecho de que en Inglaterra la educación es ante todo una cuestión de estatus. La línea divisoria más definitiva entre la pequeña burguesía y la clase obrera es que la primera paga por su educación, y dentro de la burguesía existe otro abismo insalvable entre el colegio “privado” y el colegio “público”.13 Salta a la vista que son decenas, por no decir veintenas de miles, las personas para las que cada detalle de la pijería del colegio privado, de la vida que en él se lleva, resulta apasionante a la vez que está cargado de romanticismo. Son personas que se hallan fuera del mundo místico de los cuadrángulos claustrales y de los escudos y colores de cada casa, pero que anhelan todo eso, sueñan con ello, lo viven mentalmente a veces durante muchas horas seguidas. La pregunta, así pues, es ésta: ¿quiénes son esas personas? ¿Quién lee Gem y Magnet?

      Obviamente, nunca se puede estar seguro en este tipo de cosas. Lo que sí puedo decir, a partir de mis propias observaciones, es que los chicos que tienen la probabilidad de ir a un colegio privado leen por lo general Gem y Magnet, pero casi siempre dejan de leerlos a los doce años más o menos. Tal vez sigan haciéndolo por la fuerza de la costumbre un año más, pero ya sin tomárselo en serio. Por otra parte, los chicos internos en los colegios privados más baratos, los colegios pensados para las personas que no pueden permitirse un colegio privado, pero que consideran los colegios СКАЧАТЬ