Название: Universidades, colegios, poderes
Автор: AAVV
Издательство: Bookwire
Жанр: Учебная литература
Серия: CINC SEGLES
isbn: 9788491348160
isbn:
JESUITAS, SALAMANCA Y SU COLEGIO UNIVERSITARIO
Como ya hemos señalado en otras ocasiones, los inicios de la andadura jesuítica en Salamanca tienen lugar el 9 de febrero de 15485 (nunca en una fecha anterior),6 bajo la prelatura de don Pedro de Castro.7 Estamos haciendo mención a un momento en el que se cumplieron los anhelos ignacianos8 de abrir un domicilio a la sombra de la Academia de la Corona.9 Salamanca, como parte del conjunto del Imperio hispano, posee similares tendencias al resto del territorio, dividiéndose, su población, en diversas esferas sociopolíticas.
Las peculiaridades de la urbe universitaria se dejaron notar en todo aquello relacionado con la evolución del colegio ignaciano. Inevitablemente fueron múltiples las características que actuaron, ejerciendo un papel preponderante. Como es de esperar, las corrientes políticas que se encontraron en auge con la monarquía católica ocuparon su lugar de importancia, hasta el punto de que entre la facción ideológica de los conocidos como «intimistas»10 se localiza al benefactor –que en ninguno de los casos debe ser tenido por fundador– de este primitivo domicilio.11 De esta manera se cerraban los intentos comenzados en períodos anteriores.12
A pesar de las importantes lagunas historiográficas por las cuales atraviesa la institución a la que hacemos referencia, sabemos que durante toda la trayectoria colegial (y notablemente durante sus primeras décadas) la demografía de estos religiosos estuvo marcada por la admisión entre sus filas de renombrados miembros del claustro universitario salmantino.13 Esto es consecuencia de la fuerte explosión originada dentro de la propia academia como resultado del estilo de vida llevado por los miembros de la Compañía de la ciudad del Tormes, y la figuración del ideal político-religioso existente en el período.
Es necesario que nos situemos en una facultad de Teología,14 con cátedras de Prima, Vísperas, Biblia, Santo Tomás, Escoto, Nominales y con el añadido, entre 1565 y 1581, de la de partidos. Pero aquí no queda la cosa. A partir de 1606 se multiplicaron notablemente estas proyecciones escolásticas.
Es decir, se trata de una ciudad en constante ebullición cultural; asunto del que también fueron partícipes los hijos de san Ignacio. La esencia era conocida por estos religiosos, para quienes, aunque al llegar al aula no les era presentada la inscripción del general de escuelas mayores, puesto que iban a las escuelas menores, la idea no difería: «Qua, rerum divinarum cognitione hominum mentes imbutae, terrena despiciant, coelum votis petant, beatamque jam nunc incipiant vivere vitam».
A pesar de la importancia académica que obtuvieron los jesuitas en Salamanca, previa a 1570, la situación de la institución distaba mucho de poseer el estatus propio de su repercusión intelectual. Esto fue verdadera consecuencia de desiguales pugnas gremiales a pesar de la repercusión lograda por la Compañía de Jesús al abrigo de la Universidad de Salamanca.
Desde el año fundacional hasta 1668 (ya en el domicilio de la actualmente desaparecida parroquia de san Isidro) la demografía posee una tendencia de ascenso, dando como resultado un verdadero déficit en el campo económico.15 El constante aumento del prestigio social de la Orden daba como resultado numerosos adeptos, pero una vida en verdadera y constante dificultad, lo cual no les impidió sobresalir entre el resto de los colegios vinculados al fuero universitario.
Igualmente, debe señalarse que Salamanca fue reconocida entre el conjunto internacional de la Orden por ser en ella donde se encontraba su centro formativo más importante (en todo aquello relacionado con la ciencia teológica) de los distribuidos por el conjunto del territorio de la Corona.
Una vez que han sido presentadas las características fundamentales de esta institución colegial, profundizaremos en los intentos de consolidación para poder presentarse ante el gremio académico como uno de los domicilios intelectuales de la ciudad universitaria.
REFLEJOS DE UNA TRAYECTORIA: MATRÍCULA UNIVERSITARIA
Volvamos nuevamente al año fundacional. Desde el mes de julio, el flamenco Maximiliano Chapelle, uno de los miembros escolares de la Compañía en Salamanca, señala que había escuchado a fray Melchor de Santa Marta, conocido comúnmente como Melchor
Cano, «[…] in scholis, dum publique doceret».16 Por tanto, desde los inicios de la Orden en la «Reina del Tormes» se comenzó a frecuentar (al menos por parte de algunos alumnos aventajados) a los generales de universitarios. Pero, como es obvio, dicha asistencia no significa que se matriculasen.
Tal acto correspondía al hecho por el cual se otorgaba la plena participación en el fuero y en los privilegios académicos. Hacemos referencia a un modo de proceder que se mostraba indispensable para poder optar a graduación, así como para votar en cátedra –beneficio no utilizado por los jesuitas, rompiendo de esta manera las relaciones universitarias establecidas a pesar de las primeras reticencias por parte del gremio– . Se trata de un acto que podía ser realizado a lo largo de todo el curso rectoral de san Martín a san Martín,17 aunque normalmente, salvo casos extravagantes, era realizado en los seis días posteriores a la elección del rector de la academia salmantina.18
La inscripción normalmente era realizada de forma personal, pero en el caso de las instituciones vinculadas, como son los colegios y conventos, solían utilizarse unas listas globales en las que, si era necesario, se señalaba la ausencia del aforado en cuestión. Como ejemplo de esta actuación para la institución que estamos analizando tenemos los ejemplos del padre Pedro Pimentel, siendo lector en el curso 1626-1627,19 o del padre Juan de Montemayor, rector durante el curso 1630-1631.20
Otro privilegio, aunque este más propio de las órdenes religiosas, era que el secretario (en compañía del escribano) acudía a sus domicilios a efectuar la matrícula. Pero dejémonos de generalidades y pasemos al caso concreto de la orden ignaciana.
Aunque anteriormente hemos mencionado a Maximiliano Chapelle como oidor de las lecciones dominicas de patio de escuelas, debe esperarse dos años, al curso 1550-1551, para que los jesuitas asistiesen en cuerpo y forma de comunidad a las aulas universitarias.21 Las lecciones impartidas dentro del paupérrimo colegio por parte del rector Torres no disminuyeron a pesar de la asistencia a la Academia.22 Se trata de un marco temporal en el cual el domicilio de Salamanca se estaba convirtiendo en un lugar fundamentalmente destinado a la erudición intelectual.
A partir de este momento, numerosas fueron las consultas sobre la conveniencia de realizar la matrícula universitaria por parte de la Compañía de Jesús como institución, entrando así en la órbita universitaria.23 La situación histórica encontrada más allá de la urbe universitaria afectó, más de lo que se podía esperar, a los movimientos de los mal llamados «teatinos» en la Universidad de la Corona.
Recuérdese que en 1546 Fernando de Valdés fue nombrado arzobispo de Sevilla. Un año después se prohíbe el acceso al cabildo capitular de la catedral primada a todos aquellos quienes no demostrasen –la preciosa y ansiada– pureza y limpieza de sangre, con todas las consecuencias que de esto se derivarán. Por si no fuera suficiente, en 1559 se prenden férreas hogueras en Valladolid y Sevilla buscando, amargamente, apagar la llama luterana y sus disidencias religiosas. De igual manera, en este mismo año, el inquisidor Valdés publicó su índice de libros prohibidos y, para elevar la compleja situación, el arzobispo Carranza es detenido por el Santo Oficio.
Pero la repercusión de este año no termina ahí. En noviembre, mediante una pragmática regia, se prohíbe que los súbditos hispanos realicen estudios fuera de los territorios de la Corona, salvo las excepciones СКАЧАТЬ