Compañero Presidente. Mario Amorós Quiles
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Название: Compañero Presidente

Автор: Mario Amorós Quiles

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Oberta

isbn: 9788437084350

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СКАЧАТЬ Fuente: Servicio Electoral de la República de Chile.

      En el IX Congreso del Partido Socialista celebrado en Rancagua entre el 22 y el 24 de enero de 1943, Salvador Allende fue elegido secretario general en un momento en el que su organización se desgarraba de nuevo producto del debate sobre la participación en los gobiernos radicales y cuando la mayoría de los delegados acordó la retirada de los ministros socialistas del Ejecutivo del presidente Juan Antonio Ríos. Ante esta resolución, Marmaduque Grove, su líder histórico, abandonó el PSCh y formó el Partido Socialista Auténtico, aunque a las pocas semanas se produjo la reunificación y se convocó el IV Congreso Extraordinario, que se celebró entre el 14 y el 17 de agosto de aquel año en Valparaíso y en el que Allende rindió el informe político en nombre del Comité Central (Jobet, 1971). En aquel extenso discurso, publicado después como folleto (Allende, 1943), analizó la trayectoria reciente de su fuerza política, su actuación en los gobiernos de Aguirre Cerda y Juan Antonio Ríos y la decisión de abandonar el Ejecutivo acordada en Rancagua (Archivo Salvador Allende, 6, 1990: 45-65):

      No soslayamos nuestra responsabilidad, pero destacamos:

      1. Que en los gobiernos del señor Aguirre Cerda y del señor Ríos no tuvimos ninguna influencia decisiva y actuamos en ministerios subalternos, al margen de toda determinación en los grandes rubros de la economía nacional y,

      2. Hemos defendido y defendemos la democracia, pero ello no nos impide observar que Chile en este instante está sumido en una de las más profundas crisis de su historia. Esta crisis nuestra es tan honda que abarca todos los aspectos: económico, político, institucional y moral.

      Los socialistas abandonamos el Gobierno cuando vimos la imposibilidad de desarrollar una positiva política en beneficio del país, del pueblo, de sus clases trabajadoras. Dejamos de pertenecer al Ejecutivo cuando nos dimos cuenta de que nuestro esfuerzo en el poder era estéril y mal interpretado y que nuestras iniciativas eran amagadas por la derecha económica, que ha seguido controlando el crédito y las finanzas.

      Al abandonar el Gobierno dijimos que apoyaríamos todas sus iniciativas tendientes a mejorar las condiciones generales de vida y al desarrollo económico e industrial del país. Recalcamos que mantendríamos como siempre nuestra libertad de crítica y que la emplearíamos como la mejor colaboración al Gobierno democrático del señor Juan Antonio Ríos. Afirmamos que defenderíamos las libertades individuales y sociales que consagra nuestra Constitución.

      Después de analizar la situación económica nacional de manera exhaustiva, desgranó un amplio conjunto de propuestas para cambiar el modelo de desarrollo del país: abogó por «la acción orientadora del Estado» y la economía planificada para crear una gran industria de carácter público y nacionalizar los monopolios y defendió la necesidad de aprobar leyes laborales que reconocieran los derechos de los trabajadores y de dictar una ley de alfabetización obrera y campesina:

      Abramos los caminos de la ciencia y el arte para el pueblo; hagamos más amplios los horizontes de la cultura popular. Los hombres y los pueblos no pueden vivir al margen de la vida espiritual. Démosle sentido a la juventud en la tarea grande de hacer un Chile grande.

      Este cúmulo de conceptos que flotan en la vida chilena debe canalizarse en medidas legislativas, administrativas que el Partido tiene estudiadas y que entregará a la consideración pública.

      Pero esto no basta; hay que dar espíritu a las leyes y sensibilidad humana a la acción gubernativa. Creemos la emoción de trabajar por una Patria generosa. (...)

      Hasta hoy, las fuerzas democráticas de izquierda han vivido de pactos políticos y de entendimientos pasajeros. Hagamos el último esfuerzo para crear este programa central, este plan de acción, tras del cual debemos movilizar todas las reservas de la nación. Comprometamos públicamente a las agrupaciones políticas para que faciliten su ejecución. Démosle este apoyo al Gobierno democrático que nosotros elegimos y que no tiene precisión en sus concepciones ni voluntad de ejecución. Unamos las fuerzas populares y democráticas en torno a estas aspiraciones comunes.

      Sin embargo, también expuso una crítica visión de la ausencia de disciplina interna (Archivo Salvador Allende, 18, 1993: 39-43):

      La constitución de este Partido, que representa la unidad de clases dentro de él, debió haber acentuado más la necesidad de una seria convicción doctrinaria, de una sólida preparación filosófico-social. Esto no lo tenemos. No puede ser culpa de los comités centrales o directivas nacionales de ayer o de hoy. Es culpa de todos. La falta de este acervo doctrinario hace que casi la totalidad de los militantes no separen lo que es la doctrina de la táctica o de la línea política. De ahí que sea difícil adoptar una línea política, porque los socialistas siempre piensan que se está transgrediendo la doctrina. De ahí también que se haya acentuado, frente a los errores cometidos por algunos hombres del Partido, la decepción frente a la acción y a la labor del propio Partido. El Partido ha perdido la mística, ha perdido la fe, ha perdido la confianza en sus destinos.

      Asimismo, llamó a superar las luchas intestinas por los espacios de poder o los cargos públicos y a la cohesión en torno a un pensamiento político uniforme y compartido:

      A mi juicio, hay un vicio mayor: es la falta de pensamiento uniforme. No hay una concepción doctrinaria y no hay un programa. Necesitamos dar al Partido, a sus hombres, una orientación uniforme y similar, homogénea y compacta, por lo menos en los grandes rubros de la vida nacional; que todos los socialistas pensemos y sepamos por qué pensamos así. Una cosa es la filosofía, que crea, impulsa o desarrolla un movimiento colectivo; otra cosa es el programa de los partidos o las colectividades y otra cosa es la táctica que deben utilizar para conseguir sus objetivos. Nuestra doctrina, nuestra filosofía, es el marxismo enriquecido por las experiencias del devenir social; el programa no lo tenemos y la táctica cambia de acuerdo con las realidades, que exigen acomodar la línea política o la táctica a esas realidades.

      Carlos Contreras Labarca, secretario general del PCCh, las resoluciones adoptadas al respecto en el Congreso que habían celebrado en agosto en Valparaíso. Los socialistas valoraban de manera muy positiva la disolución de la III Internacional en 1943 y compartían la concepción teórica de constituir una nueva fuerza política a partir de la unificación de «los partidos populares». Sin embargo, en su carta a Contreras Labarca, Allende expuso lo que desde su punto de vista les acercaba o les distanciaba, después de tres meses СКАЧАТЬ