Название: El libro negro del comunismo
Автор: Andrzej Paczkowski
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788417241964
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A finales del mes de junio comenzó el envío de deportados hacia las auto-denominadas aldeas de colonización. Estos lugares se encontraban aproximadamente a doscientos kilómetros de la isla, remontando el río Nazina, en plena taiga. La aldea en cuestión era la naturaleza virgen. No obstante, se consiguió instalar un horno primitivo, lo que permitió fabricar una especie de pan. Pero, para el resto, hubo pocos cambios en relación con la vida en la isla de Nazino: la misma ociosidad, los mismos fuegos y la misma desnudez. Solo hubo una diferencia: la especie de pan que se distribuyó una vez para los días restantes. La mortalidad continuaba. Solo un ejemplo: de 78 personas embarcadas en la isla en dirección al quinto sector de colonización, 12 llegaron con vida. Muy pronto, las autoridades reconocieron que estos enclaves no eran colonizables, y todo el contigente que había sobrevivido fue reenviado, por barco, río abajo. Las evasiones se multiplicaron. (…) En los nuevos lugares de asentamiento, los deportados sobrevivientes, a los que por fin se había entregado algunas herramientas, se pusieron a construir, a partir de la segunda quincena de julio, abrigos medio enterrados en el suelo. (…) Todavía siguieron produciéndose algunos casos de canibalismo. (…) Pero la vida fue recuperando progresivamente sus derechos: la gente volvió a ponerse a trabajar, pero la usura de los organismos era tal que, incluso cuando recibían 750-1.000 gramos de pan diarios, continuaban cayendo enfermos, reventando, comiendo musgo, hierba, hojas, etc. El resultado de todo esto fue que de las 6.100 personas que salieron de Tomsk (a las que hay que añadir 500-700 personas enviadas a la región desde otras partes), el 20 de agosto solo quedaban con vida unas 2.200 personas21.
¿Cuántos Nazinos, cuántos casos similares de deportación-abandono se produjeron? Algunas cifras proporcionan la medida de las pérdidas. Entre febrero de 1930 y diciembre de 1931, un poco más de 1.800.000 deskulakizados fueron deportados. Ahora bien, el 1 de enero de 1932, cuando las autoridades efectuaron un primer control general, no se censó más que a 1.317.022 personas22. Las pérdidas alcanzaban el medio millón, es decir, cerca del 30 por 100 de los deportados. Ciertamente el número de aquellos que habían conseguido huir era sin duda elevado23. En 1932, la evolución de los «contingentes» fue por primera vez objeto de un estudio sistemático por parte de la GPU. Esta era desde el verano de 1931 la única responsable de los deportados etiquetados como «colonos especiales» en todos los eslabones de la cadena, desde la deportación hasta la gestión de los «pueblos de colonización». Según este estudio, habían existido más de 210.000 evadidos y se habían producido alrededor de 90.000 muertes. En 1933, año de la hambruna, las autoridades registraron a 151.601 fallecidos de los 1.142.000 colonos especiales contabilizados el 1 de enero de 1933. La tasa de mortalidad anual era, por lo tanto, del 6,8 por 100 aproximadamente en 1932, y del 13,3 por 100 en 1933. Para los años 1930-1931 no se dispone más que de datos parciales, pero son elocuentes: en 1931, la mortalidad era de 1,3 por 100 entre los deportados del Kazajstán, de 0,8 por 100 al mes entre los de Siberia occidental. En cuanto a la mortalidad infantil, oscilaba entre el 8 y el 12 por 100… mensual, con máximos del 15 por 100 al mes en Magnitogorsk. Del 1 de junio de 1931 al 1 de junio de 1932, la mortalidad entre los deportados en la región de Narym, en Siberia occidental, alcanzó el 11,7 por 100 al año. Globalmente es poco probable que en 1930-1931 la tasa de mortalidad haya sido inferior a la de 1932: sin duda se aproximaba o incluso sobrepasaba el 10 por 100 anual. Así, en tres años, se puede estimar que al menos 300.000 deportados murieron en la deportación24.
Para las autoridades centrales, preocupadas por «rentabilizar» el trabajo de aquellos que designaban bajo el término de «desplazados especiales» o, a partir de 1932, de «colonos de trabajo», la deportación-abandono no era nada más que un mal menor imputable, como escribía N. Puzitski, uno de los dirigentes de la GPU encargado de los colonos de trabajo, «a la negligencia general y a la miopía política de los responsables locales que no han asimilado la idea de colonización por los antiguos kulaks»25.
En marzo de 1931, para poner fin al «insoportable atolladero de mano de obra deportada», fue puesta en funcionamiento una comisión especial, directamente relacionada con el Politburó, presidida por Andreyev y donde Yagoda desempeñaba un papel clave. El objetivo primero de esta comisión era «una gestión racional y eficaz de los colonos de trabajo». Las primeras encuestas llevadas a cabo por la comisión habían revelado efectivamente la productividad casi nula de la mano de obra deportada. Así, de los 300.000 colonos de trabajo instalados en los Urales, solamente el 8 por 100 en abril de 1931 habían sido destinados «a la tala de bosques y a otros trabajos productivos». El resto de los adultos válidos «construía alojamientos para sí mismos (…) y se las arreglaba para sobrevivir». Otro documento reconocía que el conjunto de las operaciones de deskulakización había sido deficitario para el Estado: el valor medio de los bienes confiscados a los kulaks en 1930 se elevaba a 564 rublos por explotación, una suma irrisoria (equivalente a una quincena de meses del salario obrero), que decía mucho sobre la supuesta «riqueza» del kulak. Por lo que se refiere a los gastos dedicados a la deportación de los kulaks, ¡ascendían a más de 1.000 rublos por familia!26
Para la comisión Andreyev, la racionalización de la gestión de los colonos del trabajo pasaba en primer lugar por una reorganización administrativa de las estructuras responsables de los deportados. Durante el verano de 1931, la GPU recibió el monopolio de la gestión administrativa de las «poblaciones especiales» que dependían hasta entonces de las autoridades locales. Se puso en funcionamiento toda una red de comandancias, verdadera administración paralela que permitía a la GPU beneficiarse de una especie de extraterritorialidad y controlar enteramente inmensos territorios en los que los colonos especiales constituían además lo esencial de la población local. Estos estaban sometidos a un reglamento interno muy estricto. Con una residencia asignada, eran destinados por la administración o bien a una empresa del Estado, o bien a una «cooperativa agrícola o artesanal de estatus especial, dirigida por el comandante local de la GPU», o bien a trabajos de construcción y de conservación de carreteras o de roturación. Por supuesto, las normas y los salarios revelaban también un estatus especial: por término medio, las normas eran del 30 al 50 por 100 superiores a las de los trabajadores libres; en cuanto a los salarios, cuando eran pagados, experimentaban una retención del 15 al 25 por 100 directamente entregada a la administración de la GPU.
En realidad, como testifican los documentos de la comisión Andreyev, la GPU se felicitaba por un «coste de encuadramiento» de los colonos de trabajo nueve veces inferior al de los detenidos de los campos. Así, en junio de 1933, los 203.000 colonos especiales de Siberia occidental, repartidos en 83 comandancias, solo eran vigilados por 971 personas27. La GPU tenía como objetivo proporcionar, a cambio de una comisión compuesta por un porcentaje sobre los salarios y por una suma a tanto alzado por contrato, su mano de obra a cierto número de grandes consorcios encargados de la explotación de recursos naturales de las regiones septentrionales y orientales del país, como Urallesprom (explotación forestal), Uralugol, Vostugol (carbón), Vostokstal (acererías), Tsvetmetzoloto СКАЧАТЬ