Название: El libro negro del comunismo
Автор: Andrzej Paczkowski
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788417241964
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El método del frío… Se desnuda al koljoziano y se le pone «al fresco», completamente desnudo, en un hangar. A menudo se ponía «al fresco» a los koljozianos por brigadas enteras.
El método del calor. Se rocían los pies y las faldas de las koljozianas con keroseno y se las prende fuego. Después se apaga y se vuelve a empezar…
En el koljoz Napolovski, un tal Plotkin, «plenipotenciario» del comité de distrito, obligaba a los koljozianos interrogados a tenderse sobre una placa calentada al rojo vivo, después los «descalentaba» encerrándolos desnudos en un hangar…
En el koljoz Lebyazhenski se situaba a los koljozianos a lo largo de un muro y se simulaba una ejecución…
Podría multiplicar hasta el infinito este tipo de ejemplos. No se trata de «abusos», no, ese es el método corriente de recogida del trigo…
Si le parece que mi carta es digna de exigir la atención del Comité Central, envíe aquí a verdaderos comunistas que tendrán el valor de desenmascarar a todos aquellos que han asestado un golpe mortal a la construcción koljoziana en este distrito… Usted es nuestra única esperanza.
Suyo Mijaíl Shólojov.
(Archivos presidenciales, 45/1/827/7-22.)
Y la respuesta de Stalin a M. Shólojov, el 6 de mayo de 1933
Querido camarada Shólojov:
He recibido sus dos cartas. La ayuda que me pide ha sido concedida. He enviado al camarada Shkiryatov para que desenrede los asuntos de los que me habla. Le ruego que le ayude. Ya está. Sin embargo, camarada Shólojov, eso no es todo lo que deseaba decirle. En realidad, sus cartas proporcionan una visión que yo calificaría de no objetiva y, a ese respecto, desearía escribirle algunas palabras.
Le he agradecido sus cartas que indican una pequeña enfermedad de nuestro aparato, que muestran que deseando hacer las cosas bien, es decir, desarmar a nuestros enemigos, algunos de nuestros funcionarios del partido se enfrentan con nuestros amigos y pueden incluso llegar a ser francamente sádicos. Pero que me percate de eso no significa que esté de acuerdo EN TODO con usted. Usted ve UN aspecto de las cosas, y no lo ve mal. Pero solo es UN aspecto de las cosas. Para no equivocarse en política —y sus cartas no son literatura, sino que son pura política— hay que saber ver EL OTRO lado de la realidad. Y el otro aspecto es que los respetados trabajadores de su distrito —y no solo del suyo— estaban en huelga, llevaban a cabo un sabotaje y ¡estaban dispuestos a dejar sin pan a los obreros y al Ejército Rojo! El hecho de que ese sabotaje fuera silencioso y en apariencia pacífico (sin derramamiento de sangre) no cambia en absoluto el fondo del asunto, a saber, que los respetados trabajadores llevaban a cabo una guerra de zapa contra el poder soviético. ¡Una guerra a muerte, querido camarada Shólojov!
Por supuesto, estas especificidades no pueden justificar los abusos que, según usted, han sido cometidos por los funcionarios y los culpables tendrán que responder de su comportamiento. Pero resulta tan claro como el agua que nuestros respetados trabajadores no son inocentes corderos, como podría pensarse leyendo sus cartas.
Que siga usted bien.
Le estrecha la mano. Suyo I. Stalin.
(Archivos presidenciales, 3/61/549/194.)
Cinco años antes del gran terror que golpeará en primer lugar a la intelligentsia y a los cuadros económicos del partido, la gran hambruna de 1932-1933, apogeo del segundo acto de la guerra anticampesina iniciada en 1929 por el Partido-Estado, aparece como un episodio decisivo en la puesta en funcionamiento de un sistema represivo experimentado paso a paso, y según las oportunidades políticas del momento, contra uno u otro grupo social. Con su cortejo de violencias, de torturas, de envío a la muerte de poblaciones enteras, la gran hambruna pone de manifiesto una formidable regresión, a la vez política y social. Se asiste a una multiplicación de los tiranos y de los déspotas locales, dispuestos a todo con tal de arrancar a los campesinos sus últimas provisiones, y a una instalación de la barbarie. Los abusos se convirtieron en práctica cotidiana, los niños fueron abandonados, y el canibalismo reapareció con las epidemias y el bandolerismo. Se instalaron «barracones de la muerte», y los campesinos conocieron una nueva forma de servidumbre, bajo la férula del Partido-Estado. Como escribía con perspicacia Sergo Ordzhonikidze a Serguei Kírov en enero de 1934: «Nuestros cuadros que conocieron la situación de 1932-1933 y que soportaron el golpe están verdaderamente templados como el acero. Pienso que con ellos se construirá un Estado como la historia no ha conocido nunca».
¿Hay que ver en esta hambre, como lo hacen hoy en día algunos publicistas e historiadores ucranianos, un «genocidio del pueblo ucraniano»18? Resulta innegable que el campesinado ucraniano fue la principal víctima de la hambruna de 1932-1933 y que este «ataque» fue precedido desde 1929 por varias ofensivas contra la intelligentsia ucraniana, acusada en primer lugar de «desviación nacionalista», y después, a partir de 1932, contra una parte de los comunistas ucranianos. Se puede sin duda, retomando la expresión de Andrei Sajarov, hablar de «ucranofobia de Stalin». Sin embargo, resulta también importante señalar que proporcionalmente la represión por el hambre afectó de la misma manera a las zonas cosacas del Kubán y del Don, y de Kazajstán. En esta última república, desde 1930, la colectivización y la sedentarización forzada de los nómadas habían tenido consecuencias desastrosas. El 80 por 100 del ganado fue diezmado en dos años. Desposeídos de sus bienes, reducidos al hambre, dos millones de kazakos emigraron, cerca de medio millón hacia Asia central y un millón y medio aproximadamente hacia China.
En realidad, en numerosas regiones, como Ucrania, las regiones cosacas, e incluso ciertos distritos de la región de las tierras negras, el hambre aparece como el último episodio del enfrentamiento, comenzado en los años 1918-1922, entre el Estado bolchevique y el campesinado. Se constata en efecto una notable coincidencia de las zonas de fuerte resistencia frente a las requisas de 1918-1921 y frente a la colectivización de 1929-1930, y de las zonas afectadas por el hambre. De los 14.000 motines y revueltas campesinos censados por la GPU en 1930, más del 85 por 100 tuvieron lugar en las regiones «castigadas» por la hambruna de 1932-1933. Son las regiones agrícolas más ricas y más dinámicas, las que tenían a la vez más que dar al Estado y más que perder con el sistema de extorsión de la producción agrícola puesto en funcionamiento al término de la colectivización forzosa, las que fueron más afectadas por la gran hambruna de 1932-1933.
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«Elementos socialmente extraños» y ciclos represivos
Si el campesinado, en su conjunto, pagó el tributo más elevado al proyecto voluntarista estalinista de transformación radical de la sociedad, otros grupos sociales, calificados como «socialmente extraños» en la «nueva sociedad socialista», fueron, por distintas razones, situados al margen de la sociedad, privados de sus derechos cívicos, expulsados de su trabajo y de su vivienda, preteridos en la escala social o deportados. Los «especialistas burgueses», «los de arriba», los miembros del clero y de las profesiones liberales, los pequeños empresarios privados, los comerciantes y los artesanos fueron las principales víctimas de la «revolución anticapitalista» iniciada a principios de los años treinta. Pero el «pueblo llano» de las СКАЧАТЬ