Nuevos públicos para las artes escénicas. Andrea Hanna
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СКАЧАТЬ constituye un programa de intervenciones realizadas por el Estado (por tratarse de una política pública en un área específica), instituciones civiles, entidades privadas o grupos comunitarios con el objeto de satisfacer las necesidades culturales de la población y promover el desarrollo de sus representaciones simbólicas. Las problemáticas referidas a lo cultural se han instalado de manera tal que el concepto integral de cultura se ha convertido en uno de los ejes principales de investigación de diversas áreas como la economía, la sociología, la semiótica y la comunicación, entre otras.

      Las intervenciones del Estado transforman la cultura en un sentido muy amplio cuando este realiza obras públicas, urbaniza ciudades o pueblos, dicta leyes que regulan las comunicaciones, tiende redes de fibra óptica, redacta contenidos básicos para los niveles educativos, implementa planes de salud, etc. El Estado aquí está interviniendo en la cultura porque afecta los “sistemas de producción, circulación, distribución y reconocimiento de sentido” (Margulis, Urresti y Lewin, 2014, p. 11).

      Cabe aquí preguntarse, si los gobiernos contemplan la transversalidad de la cultura y no desde una cuestión solo semántica sino implementando políticas diseñadas estratégicamente, de manera que contribuyan al desarrollo cultural desde una concepción democratizadora e integral. En palabras de Margulis, Urresti y Lewin (2014), con un enfoque más sociosemiótico que ilustrado-humanista o estético-ilustrado.

      Es interesante el planteo de Margulis cuando expresa que algunos cambios significativos de aspectos de la cultura tienen su origen en intervenciones deliberadas del Estado. Y, refiriéndose nuevamente a las dos concepciones de cultura planteadas (estético-ilustrada y sociosemiótica), aclara que estas no solo no son excluyentes, en lo que se refiere a las intervenciones del Estado, sino que en algunos casos pueden observarse ambas de manera bastante evidente: “el caso típico de la educación, que es la política cultural más notoria y persistente”, en la que se destaca la tradición estético-ilustrada de la cultura (enseñanza de las matemáticas, literatura, etc.), pero que también tiene aspectos de la concepción sociosemiótica de la cultura, ya que incluye códigos estéticos y éticos (2014, p. 17).

      De lo aportado por la literatura se puede concluir que si la cultura contribuye a generar pensamiento crítico y, por tanto, a la transformación de la sociedad, democratizar la cultura coadyuvará al crecimiento en todos los ámbitos. Sería posible afirmar que una sociedad educada en la búsqueda del pensamiento crítico desarrollará el gusto por el arte y aportará al crecimiento económico y cultural de la misma.

      Según los autores consultados, las políticas culturales pueden ser clasificadas conforme sus motivaciones, legitimaciones y fuentes, pudiendo seguir la lógica de la oferta (apoyo a los artistas, a la creación y al mantenimiento de una infraestructura adecuada) o la lógica de la demanda (políticas preocupadas por la formación y estímulo de los públicos).

      Pensado desde la demanda, Olmos identifica las claves para delinear una política cultural y propone por un lado potenciar las políticas de creación de demanda por encima de las de oferta (donde se torna capital la formación del público), y por el otro, interrelacionar los programas culturales con las escuelas, ya que la “educación contribuye a sostener y/o cambiar una cultura” (2001, p. 45).

      Las políticas culturales se presentan de diversas maneras, según la ideología de que se trate. Es posible agruparlas en tres tipos: políticas de dirigismo cultural, de liberalismo cultural y de democratización cultural. De la misma forma, si se pone el foco en el modo de actuación, las políticas culturales pueden definirse como de intervención, de coordinación o de cooperación.

      4. Cultura y Estado

      Si se abordan los diferentes aspectos de este territorio que es la formación de públicos, no solo habrá que detenerse en los derechos culturales y las políticas públicas en cultura. Será necesario analizar la puesta en práctica de dichas políticas culturales, aspecto que incluye la asignación de recursos y el lugar que ocupan en la agenda gubernamental. Habrá que ahondar también en el terreno de la gestión cultural, es decir, la forma en que los derechos y las políticas se llevan a la práctica. En este punto, es pertinente hacer una muy breve descripción de los modelos de gestión cultural anglosajón y francés.

      El modelo anglosajón es aquel que vinculamos a países como Estados Unidos e Inglaterra donde se observan grandes instituciones culturales y patrimoniales autónomas y privadas. Se caracteriza por la presencia de los Consejos de las Artes. En el modelo francés, el Estado interviene con mayor responsabilidad en la administración y gestión del sector cultural, identificada por el control centralizado de un Ministerio de Cultura.

      Empero, en la actualidad, los modelos puros están dando paso a una suerte de mezcla de ambos en distintas proporciones que Muñoz (2016) denomina sistemas mixtos.

      La política cultural que propone el modelo anglosajón se orienta a fortalecer la actividad privada otorgando al mercado un amplio abanico de posibilidades económicas surgidas del sector cultural. Estas políticas tienden a estimular un tipo de producción de alta cultura en detrimento de las vanguardias que por lo general son críticas del statu quo. Por su parte, el modelo francés se caracteriza por la acción sustancial del Estado tanto en los aspectos legales, de administración y gestión de la cultura como en aquellos referidos a la asignación de fondos a los gobiernos nacionales, regionales y locales que implementan las políticas culturales. La responsabilidad del Estado radica en garantizar la igualdad de acceso y participación de los ciudadanos en la vida cultural.

      En cuanto a los dos países que se toman en el presente estudio, dada la estructura institucional en materia de cultura, Argentina se ubicaría en el modelo francés mientras que Chile lo haría más orientado al modelo anglosajón.

      El contexto argentino. Estructura gubernamental y evolución institucional de la cultura

      El Estado lleva adelante su acción cultural a través de la gestión de instituciones y organismos distribuidos en distintos sectores ministeriales. En Argentina, estos organismos fueron modificando su diseño institucional, pautas de funcionamiento y ámbito de aplicación conforme se fue modificando la agenda política en lo que a cultura se refiere. No obstante, a juzgar por la evolución jerárquica que la institucionalidad cultural ostenta, se puede afirmar que la cultura ocupa un lugar importante en la agenda gubernamental con un modelo de gestión conducente, como se ha dicho, al modelo francés.

      Así pues, cumplen diversas funciones relativas a la política cultural y a la gestión cultural dentro de sus respectivos ámbitos territoriales, conforme lo que establezca cada constitución provincial respecto de las competencias exclusivas y/o concurrentes entre el estado provincial y los estados locales.

      Como nota de color, las primeras medidas de política cultural argentina fueron la creación de la Gaceta de Buenos Aires el 7 de junio de 1810, y de la primera Biblioteca Pública de Buenos Aires, inaugurada el 16 de marzo de 1812. Ambos eventos dejaron sus marcas en fechas que aún hoy son relevantes: el 7 de junio es el Día del Periodista y el 16 de marzo se conmemora el nacimiento de la actual Biblioteca Nacional. Posteriormente, en 1870, se creó la CONABIP (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares). Ya en la segunda mitad del СКАЧАТЬ