Название: Historia de la estrategia militar
Автор: Jeremy Black
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788432152924
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CONTEXTOS PARA LA ESTRATEGIA
Claramente, incluso aunque deba hacerse una distinción entre medios y fines al tratarse la estrategia y la política y la relación entre ambas, los fines tienen una indudable relación con los medios; y los medios, a su vez, son concebidos y planificados en relación con los fines. Además, desde otro punto de vista, la estrategia fue y es conceptualizada en términos de cultura estratégica, esto es, de perspectivas a largo plazo tanto en cuanto a los asuntos globales como a la cultura política doméstica; perspectivas que aportan información esencial sobre el sistema de creencias de los gobernantes, y sobre sus inclinaciones psicológicas. Deslindar estos factores no solo es de escasa ayuda al abordar el pasado; también resulta ahistórico y por lo tanto errado, además de no ser más que una aspiración para el presente y el futuro, una aspiración que confunde.
La proposición según la cual la política norteamericana y británica en el mundo musulmán en la primera década de este siglo fue errada en cuanto a su comprensión de la estrategia sirvió aparentemente para desacreditar su imprecisión, que fue vinculada directamente al fracaso en Irak a mediados de dicha década[63]. Ese fracaso, no obstante, no de debió a la imprecisión, sino a una lectura completamente equivocada de la situación que había allí, tanto política como militar, lo cual constituye un buen ejemplo de cómo entender la naturaleza de un conflicto en particular, en vez de teorizar sobre la guerra en general, resulta de crucial importancia.
Aparte, dejando a un lado el asunto de que una falta de coherencia en la estrategia fue de hecho una respuesta apropiada a la complejidad, incluidas las circunstancias cambiantes[64], la aparente imprecisión en la comprensión de la estrategia y su práctica es, en parte, un reflejo de la variedad de ámbitos en los que la política actúa. Así, el carácter real de la guerra varía en los detalles[65]. Corresponde al planificador estratégico y al operador entender tanto como puedan la naturaleza de la guerra particular en la que se han embarcado. De otro modo, las posibilidades de construir una estrategia apropiada y exitosa se reducen.
De otro lado, el valioso argumento de que «la estrategia está destinada a que la guerra resulte utilizable al Estado, de modo que pueda, si fuese necesario, usar la fuerza para alcanzar sus objetivos políticos»[66], también depara una serie de cuestiones, no solo la distinción, o al menos la tensión, entre el uso de la fuerza y los objetivos políticos, sino también el papel de los actores no estatales y la propia diversidad de formas y culturas estatales. No hay una forma primigenia (original y esencial) de dinámica del Estado[67], como no hay ninguna forma tal de guerra. Los intereses reales del Estado —ya sean, por ejemplo, «incrementar su dominio»[68] o cualquier otro— pueden variar con el tiempo, como puede variar la forma de esos intereses y el énfasis en el uso cinético de la fuerza.
Lejos de existir ninguna relación fija entre la guerra y la política, es la variada y a menudo flexible naturaleza de estas relaciones la que ayuda a explicar la importancia de cada una de ellas. Por ejemplo, la actividad militar ha alterado enormemente los contornos y los parámetros de la política que contribuyó a causarla, y a veces de los Estados y otras demarcaciones involucradas en un conflicto. En algunos casos, la actividad militar ha tenido también un impacto comparable sobre las estructuras sociales, como en la Guerra de Secesión (1861-1865) al acabar con la esclavitud y el impacto transformador del comunismo en Rusia, China e Indochina. La centralidad de la guerra, y la preparación para la guerra, como bases y procesos de cambio, no obstante, no significan que haya existido un patrón consistente de causa y efecto. Además, las normas culturales, políticas y sociales, junto a las contingencias, han afectado a la disposición a seguir tales estrategias como medio de impulsar la oposición antigubernamental en los Estados enemigos.
Visto de otro modo, la estrategia fue en parte el resultado de los posicionamientos internacionales, siendo estos mismos posicionamientos a su vez afectados por circunstancias contingentes, diplomáticas, políticas y militares, todas las cuáles se discutieron en términos de la política del poder, y por lo tanto de retórica estratégica. Así se sigue haciendo, sobre todo al abordarse las relaciones entre China, Rusia y Estados Unidos.
Al mismo tiempo que se desarrolla este debate sobre los grandes Estados, que son las unidades mayores respecto a la estrategia, la mayoría de los participantes en un conflicto no están al nivel de dichos Estados, especialmente si se consideran los conflictos bélicos civiles. Esto no significa que a los participantes de tales contiendas les falte conciencia estratégica, capacidad estrategia, una estrategia o cualquier otra cosa al respecto. Muy al contrario, puede darse el caso de que los asuntos estratégicos sean más urgentes en estos casos porque los participantes son mucho más vulnerables que los grandes Estados. Tales asuntos pueden llegar a ser más difíciles de sustraer a la atención de un grupo particular de los órganos políticos que en el caso de las grandes potencias.
Habría que añadir un nivel antropológico y mencionar la importancia a lo largo del tiempo de los pueblos nómadas y seminómadas[69]. Una de sus estrategias centrales fue el saqueo, una estrategia en la que además se diluyen las distinciones entre los movimientos estratégicos, operativos y tácticos. El saqueo es igualmente un aspecto de lo que se ha denominado «guerra de guerrillas», una forma de conflicto a la que le falta un estudio sistemático, especialmente al nivel estratégico. Lo mismo cabe decir de las operaciones a pequeña escala que a veces emprenden las fuerzas regulares en las sociedades establecidas, que pueden llegar a socavar o revertir las consecuencias de la victoria en las grandes batallas, que es la que suele recabar toda la atención[70]. Las operaciones de saqueo no pueden ser desdeñadas y tenidas por menos significativas solo porque difieran de las operaciones de las grandes unidades regulares, un argumento que cabe extender a la consideración de la estrategia. Además, este tipo de situaciones son dinámicas a todos los niveles. Las tareas y posibilidades que afrontan los combatientes están sujetas a la percepción, las contingencias y la prueba y error, aspectos todos dignos de estudio.
Es muy pertinente considerar los paralelismos a lo largo del tiempo sin asumir automáticamente que existió una mejora gracias a la modernización, y sin asumir que la conducta apropiada, no digamos la mejora, requirieron el lenguaje formal y el proceso de la estrategia. De hecho, asumir que el lenguaje formal de la estrategia es necesario o de ayuda es, de suyo, una «estrategia» de exposición académica y presentación militar coherente y repetida, aunque carezca de fundamento. En vez de constituir un indisputable avance, la teoría de la modernización ha creado muchas ilusiones analíticas en los historiadores y los comentaristas militares, que en ambos casos han procurado apuntalar teóricamente cierta coherencia en torno a la idea de desarrollo, enlazando aparentemente sin conflicto pasado y presente. Es tiempo de que la estrategia como práctica quede liberada de tales ilusiones.
CONCEBIR EL TÉRMINO
Centrándonos en el siglo XVIII, en el que el término «estrategia» se forjó en Europa occidental, es posible apuntar a una serie de nuevas circunstancias y requisitos y sugerir que estos hicieron que fuese práctica y hasta necesaria una nueva terminología. Esta perspectiva bien podría enfocarse en los nuevos lenguajes de clasificación y análisis asociados con la Ilustración, el movimiento intelectual de la élite dirigente europea de dicho periodo, o en un espectro más amplio de proyección del poder de los poderes europeos de entonces, particularmente Gran Bretaña y Francia, o en la necesidad СКАЧАТЬ