Название: Historia de la estrategia militar
Автор: Jeremy Black
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788432152924
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Además, la estrategia puede verse, por ejemplo, como una senda, en vez de como un plan para la implementación[9]. De hecho, junto a aquellos que buscan la precisión en el análisis, hay, en la práctica, un nivel de actividad y energía que está mucho menos enfocado. Esto incluye la idea de que es posible plantear un gran impulso estratégico, más que un mero plan, pues a veces los planes no son sino la adición de una serie de posibilidades operativas, o incluso tácticas.
La mayoría de lo que hoy se dice sobre la materia no presta atención a los asuntos militares. Así, en 2016 había unas cincuenta y seis mil entradas en Amazon.com sobre estrategia en el capítulo «Negocios y dinero». De hecho, la estrategia es una palabra de moda en el mundo del Management y la economía, una que se emplea frecuentemente junto a términos como «gestionar» y «dirigir». La estrategia empresarial abarca desde qué productos vender en qué mercados a asuntos más complejos y variopintos, entre ellos la calidad y el respeto al medio ambiente.
También existen las «comunicaciones estratégicas», un término que se refiere a las operaciones informativas, la propaganda y las relaciones públicas. En 2016, el miembro del parlamento y conservador euroescéptico Steve Baker presumía de haber empleado el libro de Robert Greene Las 33 estrategias de la guerra (2006) para conseguir la victoria en el referéndum sobre la permanencia en la UE[10]. Este libro surgió como un intento de proporcionar una guía para la vida corriente «informada por […] los principios militares de la guerra». El libro, facilón y trivial, aunque también un gran éxito de ventas, explica las que llama estrategias ofensivas y defensivas. Era la continuación a otros textos de Greene, Las 48 reglas del poder (1998) y El arte de la seducción (2001).
Tenemos otro ejemplo del extendido uso de las imágenes militares, y de la estrategia en ese contexto, en la creación por parte de Facebook, en 2018, de una «sala de guerra» en sus oficinas centrales de Silicon Valley, con el objeto de combatir la desinformación política que afectaba a las elecciones norteamericanas de por entonces. Aquel diciembre, en Gran Bretaña, el director de la Fundación de la Policía se quejaba de que, a causa de la existencia de un sistema de fuerzas de policía local además de una fuerza nacional de policía, «el fraude constituye un tercio de los crímenes totales, pero no hay una estrategia nacional para encararlo»[11].
La tendencia a tratar la estrategia como si de un adjetivo se tratase, describiendo un proceso en el que se afronta un asunto peligroso, un asunto que implica consideraciones serias y una planificación difícil, es bastante ostensible, como cuando en 2015 el primer ministro David Cameron hablaba de diseñar una estrategia para desactivar el lenguaje del odio. Por su parte, Alan Downie ha empleado con provecho el concepto de «estrategia polémica»[12]. El 11 de octubre de 2018, el presidente Trump, echando igualmente mano de una terminología militar, advertía de una «ofensiva» de inmigrantes en la frontera estadounidense con México y amenazaba con enviar al ejército a «defender» la frontera[13], cosa que hizo. En realidad, no hubo ofensiva alguna ni necesidad de utilizar al ejército. La estrategia polémica se solapa con la estrategia retórica.
Unido a esto, pero también separado, está el concepto de «relatos estratégicos», tanto en términos positivos como críticos, y abarcando áreas tanto militares como civiles. En el caso de la intervención angloamericana en Afganistán e Irak en la década de 2000, se aportaron relatos para explicar las políticas en curso, entre ellos la oposición al terrorismo y la estabilización de la zona.
Sobre la estrategia, como es lógico, suelen discutir los historiadores militares en términos de quién gana la guerra. Con ello, no obstante, la operativizan y la transforman en una actividad militar. En la práctica, la estrategia, militar o civil, y, como en el caso anterior, enfocada o no a la guerra, es tanto un proceso en el que se definen intereses, se comprenden problemas y se determinan objetivos, como un producto de ese proceso. Puede resultar atractiva en términos conceptuales una cierta separación entre ambos polos, pero no es algo que se corresponda con las interacciones que se producen. Además, la prominencia de la política en el proceso ayuda a hacer que el concepto de una estrategia nacional apolítica resulte implausible, y también nos obliga a incidir en los resultados antes que en los inputs. La estrategia, no obstante, no es los detalles de los planes por los que los objetivos son implementados por medios militares. Esos son los componentes operativos de la estrategia, por emplear otro término, posterior, que emplea el adjetivo «operativo».
Hay un importante elemento de variedad en la comprensión de la estrategia, incluyendo la diferencia nacional y, aparte, el cambio a través del tiempo. Mackubin Owens, un comentarista norteamericano, apuntaba en 2014: «La estrategia ha sido diseñada para dar cobertura a los intereses nacionales y para alcanzar los objetivos de las políticas nacionales por la aplicación de la fuerza o la amenaza de la fuerza. La estrategia es dinámica, cambia con el cambio de los factores que la influencian»[14]. Este dinamismo se extiende claramente a la definición y el uso de la estrategia.
CULTURA ESTRATÉGICA
Las diferencias existentes en cuanto a la definición, la aplicación y el impacto se extienden a conceptos relacionados, sobre todo en el caso de la cultura estratégica[15]. Aunque sujeto a controversia, este último concepto proporciona un contexto desde el que abordar la estrategia y el arte de gobernar, que en ciertos aspectos son lo mismo[16]. Esto es claramente así en los casos en los que no ha habido un vocabulario relevante sobre la estrategia o la cultura y la práctica institucional. La cultura estratégica se emplea para discutir el contexto en que las tareas militares fueron, y son, «conformadas». Este concepto le debe mucho a un informe de 1977 sobre las ideas estratégicas soviéticas firmado por Jack Snyder para la corporación norteamericana RAND[17]. Escrito para una audiencia muy precisa, el concepto de cultura estratégica apelaba al influyente análisis de George Kennan en su «extenso telegrama» desde Moscú del 22 de febrero de 1946[18], y en su artículo firmado por «el señor X» en la publicación norteamericana Foreign Affairs de abril de 1947, que sacó a la luz la estrategia de la contención. El concepto proporcionaba una vía que contribuía a explicar la Unión Soviética, un sistema de gobierno y una cultura política sobre los que la propaganda no dejaba de manipular, escaseando los informes precisos, por lo demás problemáticos. Esta respuesta a la Unión Soviética prefiguró la que se daría a la China comunista.
Dejando los Estados a un lado, la noción de cultura estratégica también es muy valiosa para los líderes que no se sienten muy tentados a escribir. Esto aplica no solo a las figuras del pasado distante, sino también para muchos de sus recientes homólogos, como el presidente Franklin Delano Roosevelt, que no era muy proclive a poner las cosas por escrito, tanto por cuestiones ligadas a su personalidad como por la responsabilidad que entrañaba, como se vio cuando aprobó verbalmente una guerra submarina sin cuartel contra Japón tras su ataque a Pearl Harbor.
La idea de explicar y debatir un sistema, en su totalidad o por partes, en términos de una cultura, no solo atendía a la construcción social y cultural y la contextualización de la política del poder[19], sino también al papel de los patrones de pensamiento establecidos[20]. Además, el concepto recurría a la nación de racionalidad limitada, una expresión acuñada por Herbert Simon, un economista y teórico de la decisión norteamericano que subrayó las limitaciones de los seres humanos en cuanto a la toma racional de decisiones. La premisa de los economistas clásicos, que estaba también en línea con las creencias contemporáneas sobre las personas y el liderazgo, era que la persona persigue siempre objetivos racionales. Contrariamente a esto, a tenor de los horrores vividos en la primera mitad del siglo XX, Simon expuso la idea de que la racionalidad de las personas está limitada por lo que saben y por cómo perciben los vínculos ideológicos y los factores psicológicos[21]. Cómo sean estas limitaciones, y cómo se vean influenciadas o alteradas, son cuestiones sometidas a debate e investigación СКАЧАТЬ