Название: El castillo de cristal I
Автор: Nina Rose
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 9789561709249
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—Papi —Rylee se levantó del suelo y echó a correr con toda su energía, seguida de su loba, que, inquieta, no se apartaba de su lado.
Cuando logró salir del campo se topó cara a cara con el fuego, que consumía rápidamente la casa del dueño del terreno. Donde mirara había gente corriendo y gritando; hombres de ropa oscura y espadas se enfrentaban a los pueblerinos que caían inertes y sangrantes al suelo, suplicando misericordia, gritando y pidiendo por sus familias, luchando hasta el último aliento.
Entonces, entre el caos, escuchó a su padre gritando su nombre. Lo buscó entre la multitud, cegándose a la matanza, enfocándose solo en verlo y encontrar sus ojos entre las llamas y la sangre, esos ojos que le había regalado a ella... Entonces lo vio: luchando entre los asesinos, sacándoselos de encima; corriendo hacia ella, desesperado gritando su nombre y que se escondiera, “escóndete hija o te matarán”.
Rylee era como de piedra, estaba pegada al piso y temblaba. Ánuk la tironeaba del vestido, gruñendo furiosamente, forzándola a moverse y huir, hasta que finalmente reaccionó y se escabulló tras una carreta caída.
Y desde allí lo vio.
Una figura se acercó a su padre, quien intentaba ir hacia ella, a socorrerla; vio cómo la espada desaparecía en la espalda de Ewan, atravesándolo y haciéndolo caer de rodillas. Ella había gritado, saliendo de su escondite, lanzándose hacia ellos con lágrimas en sus ojos; entonces la figura desapareció. Rylee colapsó contra el cadáver de su padre; temblaba sin control y lloraba.
—Oye, aquí hay una —escuchó. Dos hombres se acercaban a ella con espadas desenfundadas.
—Me gustan las pequeñas —sonrió uno de ellos—, se ve sana y fuerte, probémosla.
“Papá, sálvame papi, tengo miedo, despierta”
En shock, no se movió mientras ambos hombres la agarraban de las muñecas, tirándola al suelo y entonces, un fuerte aullido se escuchó, justo detrás de ellos; una llama se había elevado y Rylee había contemplado cómo su pequeña cachorra de lobo se cubría de un brillante fuego, creciendo; tres colas envueltas en llamas se agitaban amenazadoramente. Gruñendo, mostrando sus enormes caninos, saltó hacia adelante derribando a uno de los hombres y encajando sus dientes justo en la yugular; de su hocico ensangrentado había lanzado una llama de fuego que impactó en la cara del otro, mientras le desgarraba el estómago.
“Huir”, le había oído decir Ryle a su loba, “huir”. Sin miedo, corrió hacia ella, y se subió a su lomo, sin sentir siquiera el calor abrasador que despedía su cuerpo. Corrían hacia Villethund, corrían por ayuda tanta desolación muerte, en todos lados .
“Papá, dónde estás Papá, tengo miedo, no quiero estar sola, papi, sálvame“.
—¡Rylee! ¡Rylee, despierta!
Rylee despertó, jadeando fuertemente y dando un salto que la levantó cinco centímetros de su cama.
—Ugh, mi cabeza —se quejó la muchacha, llevándose la mano a la frente—, ¿qué hora es?
—¿Qué hora es? Pues es hora de que me expliques la razón de por qué has estado llorando y gritando en sueños, esa hora es —le contestó enfadada Ánuk.
—¿Yo llorando?
—No, la carnicera de al lado. Por supuesto que tú, tarada. ¿Es que no me dirás qué sucede? Creí que estabas simplemente teniendo un mal sueño, pero esta porquería es como lo que sucedía antes y sabes lo mucho que detesto verte lastimada. ¿Qué estabas soñando?
—Ah —Rylee suspiró, masajeándose las sienes—. No es nada. Solo... recuerdos, es todo. Del ataque.
Los primeros meses luego del incidente habían sido los peores. Rylee despertaba gritando, llorando, agitando los brazos como si quisiera sacarse a alguien de encima. Por momentos, no reconocía su entorno o a Ánuk y muchas veces la loba debía soportar los golpes asustados de la pequeña, quien intentaba defenderse de un enemigo invisible. La intensidad de las pesadillas había disminuido gradualmente, hasta que, por fin, habían desaparecido.
—Han pasado años desde que tuviste pesadillas como esas. ¿Sucede algo? No entiendo por qué de pronto regresaron.
—No lo sé, Ánuk. No pasa nada. Son solo sueños, se irán, como siempre. Por favor no hablemos más de esto, ¿sí?
—Deberías ir a hablar con Ruby.
—No es nada.
—No digas que no es nada. Habla con Ruby.
Ánuk tenía a Ruby en alta estima: era una mujer inteligente, sensible y se preocupaba por Rylee. Era extrañamente perspicaz, tanto que a la wolfire le daba la impresión de que había algo de magia involucrada en el asunto. Ruby no le tenía miedo; tampoco la trataba como una mascota o un animal estúpido, le hablaba como le hablaba a Rylee y a Ánuk le gustaba eso. Sabía que era una wolfire y era la única persona en el entorno de Rylee en la que realmente confiaba; ni siquiera Anwir gozaba de ese honor y si de ella hubiese dependido, el niñito ese nunca se hubiese enterado de qué era ella. Pero las cosas se habían dado simplemente.
—Habla con Ruby —repitió Ánuk más calmada— por mí.
—¿Tus recuerdos? —la pregunta había sido formulada con una mezcla de tonos y emociones, tan típico de Ruby: molestia, sorpresa, temor y una sincera preocupación.
—No es nada. Son solo algunas imágenes sueltas de esa noche. Seguramente salieron a la luz porque estoy frustrada de que aún me falte tanto para desligarme del cretino ese de Ábbaro, es todo.
Ruby estaba desconcertada; los recuerdos, en especial los de ese tipo, no resurgían solo porque sí. Sabía lo mucho que la lastimaban; recordaba aquellos días, cuando la pequeña era una recién llegada, en que se despertaba en medio de la noche escuchándola llorar y gritar de miedo en la habitación contigua.
Por eso, en secreto y paulatinamente, Ruby los había sellado, alejándolos de los sueños de Rylee; aunque no era poderosa, tenía la suficiente magia natural, y conocimientos básicos que su madre le había enseñado, para poder ayudarla a mantener esos demonios lejos del único lugar donde podía tener un escape de la vida que le había tocado llevar luego de los saqueos.
Pero claro, no le diría a Rylee que había estado en su cabeza de esa forma. Las hechiceras, aunque fueran débiles como ella, eran perseguidas sin tregua por los adeptos al Yuiddhas; ser descubierta no solo significaba su propia muerte, sino que también ponía en peligro a Rylee y Ánuk e incluso a Ábbaro.
—Hoy me tomaré una infusión de tus hierbas. Dormiré sin sueños o pesadillas, Ruby, así que estaré bien. Bastante tienes con manejar este lugar como para que te estés preocupando por mí a estas alturas.
—Yo siempre me preocuparé por ti —contestó Ruby con dulzura—, por ambas —agregó mirando a Ánuk—. Ustedes son el tesoro más valioso y lo más cercano a una familia que tengo. Si algo les llegase a suceder, me destrozaría el alma.
—Tú también eres importante para nosotras Ruby —contestó Ánuk—, más de lo que piensas.
Rylee СКАЧАТЬ