El castillo de cristal I. Nina Rose
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Название: El castillo de cristal I

Автор: Nina Rose

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9789561709249

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СКАЧАТЬ en un lugar tan concurrido como la posada de Nan. Además, medio mundo sabía que Rylee era la protegida de Ruby y la favorita de su jefe.

      —Ten —Lianna llegaba con un cuenco de algo humeante y que olía exquisito— es la sopa de mamá, te ayudará con el mareo.

      —¿Cuánto tiempo...? —preguntó mientras soplaba la sopa.

      —Unos quince minutos. Los gemelos oyeron a Ánuk ladrar y fueron a ver, te encontraron desmayada y ni señales del forastero raro ese. Al menos pagó por adelantado.

      Rylee rememoró. “Un nigromante. Él era un nigromante“.

      Los nigromantes tenían una denominación especial: “mo d’ahksue ent d’ahksue”, que en maggena significaba algo como “los más oscuros entre los oscuros”. Tras ellos había una historia retorcida, llena de muerte y maldad, que comenzaba con el primer nigromante, Adhabeish, un Alto Mago que anhelaba sobrepasar los poderes de las diosas Nea y Néctiri, las Hermanas de la Vida y la Muerte. Sin poder conseguir su propósito, le ofreció su alma a los Espíritus Grises a cambio de otorgarle el poder que deseaba2.

      Si el hombre que la había atacado era de hecho un descendiente de Adhabeish, estaba más que perdida. Y no dudaba que lo fuese; estaba segura que lo que había visto tras él eran espectros y el dolor y el frío tampoco los había imaginado.

      —Ugh —se quejó Rylee. No podía decirle a Ruby lo que verdaderamente había pasado; su protectora se moriría de preocupación y de angustia por ella y ya le bastaba con haber tenido a Ánuk de testigo.

      —¿Sabe mal la sopa? —preguntó Lianna.

      —No, no, lo siento. La sopa esta exquisita. Solo me dolió un poco la cabeza es todo.

      Unos veinte minutos más tarde Merina, la hija mayor de Netti, se asomó por la puerta anunciando:

      —Ruby está aquí.

      Merina no alcanzó a dar un paso hacia la habitación, cuando un súbito empujón la mandó a un costado y la hermosa figura de Ruby la reemplazó en el umbral.

      —¿Qué pasó? —inquirió con esa mezcla tan característica de emociones.

      —No lo sabemos, la encontramos desmayada en la azotea —respondió Nan—, será mejor que te la lleves y hables con ella. En cuanto a mí, le prohibiré la entrada a ese extranjero, si es que alguna vez regresa a mi posada. Nadie viene de la nada a alborotar mi negocio de esta forma —ayudó a Rylee a incorporarse, mientras ésta daba el último sorbo a la sopa.

      Ruby no pronunció palabra en el trayecto al burdel. Se veía furiosa, pero preocupada mientras guiaba el carro por las oscuras calles de Villethund. Rylee, por su parte, miraba a Ánuk con insistencia, trasmitiéndole con los ojos un único mensaje: “NO LE DIGAS LO QUE PASÓ”.

      Por Nea, en qué embrollo se había metido.

      4

orn

      Rylee estaba en su cama, contemplando el techo, absorta en el recuerdo de lo que había vivido esa noche. Por las Diosas, había sido maldecida por un nigromante, ¿cuánta mala suerte puede tener una sola persona?

      —Soy un epítome. Un epítome de la mala suerte —se quejó tapándose los ojos con los brazos, frustrada.

      —Y dime, Epítome —le contestó Ánuk— ¿Qué piensas hacer?

      —Trabajar. El trato está hecho y la maldición lanzada. TENGO que hacer este trabajo, o...

      —O eso. Bien —la cortó Ánuk—, te ayudaré. Duerme un poco y descansa, tenemos que ir a ver a Ábbaro, darle el adelanto y explicarle que debes viajar.

      Rylee miró su bolso. Al llegar a casa, después de evitar por todos los medios posibles darle cualquier detalle a Ruby, se había dado cuenta de que el dinero que el nigromante le había prometido estaba guardado en una bolsa de cuero dentro de su morral. ¿En qué minuto lo había puesto? Y en verdad, ¿qué importaba? Era un maldito nigromante.

      —Ruby está molesta. No me gusta que esté molesta conmigo.

      —Con nosotras —acotó la loba—, ninguna le dijo lo que pasó, que era lo que ella quería saber. De todas formas, creo que deberías decirle.

      —¡No! —saltó Ryle— ¡no, por ningún motivo! Nadie sabrá nada de lo que sucedió esta noche, nadie, ni Ruby, ni los Pezzis, ni Ábbaro, nadie. Promételo.

      —Pero…

      —¡Promételo! No seré la víctima de nada, no quiero dar lástima, no lo soporto. Por tu sangre de wolfire, por tu cariño hacia mi, prométeme que jamás le contarás a nadie lo que sucedió esta noche. Nunca. No importa lo que pase.

      Ánuk suspiró. Rylee siempre había odiado sentirse indefensa. Era demasiado orgullosa para expresar sus debilidades o miedos e incluso de niña, en especial luego de la muerte de su padre, no dejaba que nadie sintiera pena por ella.

      Solo con ella, con Ánuk, la muchacha se mostraba tal cual; Ruby había visto solo destellos de su verdadera personalidad. Todos en la ciudad veían a Rylee como una muchacha descarada, ingeniosa, inteligente y fuerte, que había superado como una roca todos los obstáculos de su vida y así pensaban aun aquellos que no sabían de su trabajo de Chica Sombra.

      Esta pequeña muestra de inquietud, el deseo de mantener todo en secreto, le dijo a Ánuk que su amiga tenía miedo, aunque lo intentaba disimular siendo sardónica y parecer compuesta. La miró a los ojos y, no muy convencida pero de corazón, dijo:

      —Lo prometo.

      —Lo siento, no creo haber entendido bien. ¿Dos meses y medio fuera?

      —Lo siento, señor. Pero es un trabajo importante

      Ábbaro aún miraba, incrédulo, la bolsa de cuero con los ryales que Rylee había dejado sobre su escritorio.

      —Y ese trabajo importante, que por lo demás cumple con todos los requisitos de lo que tienes PROHIBIDO hacer, involucra al tipo raro de la Posada de Nan.

      Por supuesto que Stinge sabía del incidente. Casi la totalidad de la ciudad seguramente ya rumoreaba sobre el asunto; muchos habían visto a los gemelos que la llevaban escaleras abajo, desmayada; otros tantos habían oído a Ánuk ladrar o habían visto al forastero cuando llegó a la posada. Había tantas versiones de la historia como habitantes en la ciudad, pero obviamente Ábbaro tenía la única versión acertada, aunque incompleta, seguramente de boca de la propia Nan.

      —Involucra a un cliente exigente, un trabajo demandante y una buena paga —respondió Rylee con firmeza—. Mi trabajo en el burdel no es urgente, y sabes de sobra que hay gente en Villethund que haría cola para trabajar cerca de Ruby o en cualquier lugar donde tu presencia y tu dinero estén de por medio.

      —Aún así, dos meses y medio es demasiado, chica.

      ¿Era preocupación lo que captaba en su voz?

      —Sé que nunca he estado fuera por más de un par de semanas, pero este trabajo me lo exige. Ya estoy comprometida con él y aunque no quieras tengo una... СКАЧАТЬ