El castillo de cristal I. Nina Rose
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Название: El castillo de cristal I

Автор: Nina Rose

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9789561709249

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СКАЧАТЬ había tomado una decisión que cambiaría para siempre la vida de Rylee: se endeudó con Ábbaro Stinge, el prestamista más rico e infame de Villethund. Con el dinero pagó sus deudas y compró un nuevo terreno, planeando devolver poco a poco el dinero a Stinge con las ganancias que le dejaran los futuros cultivos, que se veían más auspiciosos que nunca.

      Sin embargo, el destino tenía preparado una última sorpresa para el buen hombre. Durante un saqueo al Huerto, dos días antes de que el Rey fuera derrocado por el Yuiddhas, su padre había sido asesinado; Rylee, con once años, había sobrevivido solo gracias a Ánuk, la pequeña loba que había hallado herida en el bosque dos años atrás.

      —¿Qué, ahora planeas convertirte en estatua? —la voz de Ánuk sacó a Rylee de sus pensamientos— Aún no enciendes el fuego y yo que me molesté en cazarte la cena.

      —Creo que se me atrofiaron los músculos en esa viga —rió; rápidamente encendió la fogata y puso a asar las aves que su loba había cazado.

      —¿Estás pensando en ese niño de nuevo? —preguntó Ánuk notando pensativa a la chica—, ha pasado casi un año desde que se fue.

      “Ese niño” era Anwir, su amigo de la infancia, un muchacho de veinticinco años que se había marchado en busca del padre que lo había abandonado luego de los saqueos. Rylee lo extrañaba; era un amigo, la había apoyado mucho y se preocupaba por ella. Y lo había querido, lo había querido mucho, pero él pensaba en ella como una hermana y cuando a los catorce ella se le había declarado, él, cándidamente, la había rechazado.

      —Rylee, hay algo que debo decirte. Es importante.

      —¿No me lo puedes decir luego?

      —Necesito que lo sepas. Ahora.

      —De acuerdo. Dime.

      —He tomado una decisión.

      —Cuál exactamente.

      —Me iré.

      —¿Qué quieres decir con que te irás?

      —Que me voy, Rylee. Me voy de la ciudad. Ya no puedo quedarme aquí.

      —Ah. Nada de lo que diga te hará cambiar de opinión, ¿verdad?

      —No.

      —Te mataré si no regresas.

      —Lo sé —sonrió el muchacho.

      Para cuando Anwir se fue, sus sentimientos por ella habían cambiado y Rylee lo sabía. Ella ya no era una niñita y tampoco era tonta: notaba el cambio en las actitudes de su amigo, las inusuales atenciones, los halagos menos inocentes, incluso los celos. Pero ella ya había olvidado ese enamoramiento por él y le dolía no poder volver a sentir ese cariño especial. En su interior, tenía la sospecha de que Anwir se había ido en parte para alejarse de ella.

      —No es nada, Ánuk. Solo estoy cansada. Quiero llegar pronto a casa y darme un buen baño caliente.

      Rylee se acomodó en un tronco y con cuidado movió las aves para que se asaran parejo. El movimiento hizo que un pequeño colgante que llevaba al cuello se asomara por los pliegues de su camisa medio abierta.

      —¿Qué es eso? —Ánuk se acercó y olfateó el objeto.

      —Ah, esto. Estaba enganchado en el libro de magia que robé. Es lindo, ¿no?

      —Sí, lo es. Parece una especie de hoja, tal vez una ramita de inusual forma

      —olfateó—, no huele como plata ni como ningún metal valioso que haya olido antes. Me extraña que te lo hayas quedado.

      —Pensé que me lo merecía, por las molestias —sonrió con suficiencia—, después de todo el tipo me pidió el libro, no el separador de páginas del dueño anterior. Probablemente ni siquiera sabe que este objeto era parte del libro. Además —continuó—, no parecía ser de suficiente valor para venderlo y me gustó, así que decidí dejármelo. Si Ábbaro pregunta, lo compré en un puesto en el pueblo, aunque no creo que le dé más de una mirada teniendo en cuenta que es una baratija cualquiera.

      —Bueno —dijo estirándose la loba—, allá tú. Será mejor que te comas pronto esas aves. Tenemos un largo camino por delante.

      2

orn

      Villethund era una ciudad relativamente grande. Con una población que fluctuaba constantemente, era un centro de intercambio muy importante para las comunidades aledañas y los reinos más allá del Mar de las Tormentas. Su posición privilegiada, justo en el centro de tres importantes rutas comerciales, “los Tres Caminos”, la marcaba como una visita obligatoria no solo por los mercaderes, sino también por todos quienes buscan disfrutar de los placeres de buena calidad que la metrópoli le ofrecía a sus visitantes.

      Los bares y tabernas servían solo los mejores licores y alimentos; los burdeles exhibían a las mejores prostitutas. Las camas en cada posada eran suaves y cómodas y los puestos en las ferias y mercados ofrecían lo mejor de los Tres Caminos. Los jóvenes de pueblos pequeños llegaban a Villethund buscando aventuras que muchas veces hallaban, aunque más seguido se topaban con problemas por el exceso de euforia y cerveza que les embotaba el juicio.

      La casa de Ábbaro Stinge era una de las más llamativas de la ciudad. Las fiestas, el licor y las mujeres estaban a la orden del día; sus celebraciones de cumpleaños eran legendarias tanto en Villethund como en el exterior. Llegaban siempre los mercaderes más ricos, los aristócratas más estirados; todos querían besarle el trasero a Stinge a cambio de los beneficios que esto podría traerles en el futuro.

      Todos menos Rylee.

      Palpó la bolsita con el dinero que debía pagarle al maldito que le hacía la vida imposible. A pesar de todo su trabajo, era demasiado ligera, vacía en comparación a la cantidad de dinero que aún debía. Su padre había pedido un préstamo grande, tanto como para pagar sus deudas, mantener el nuevo terreno de cultivo y darle a Rylee una buena vida por un puñado de años. Sin embargo, luego del ataque, todo el esfuerzo se había ido a la basura. Obligada a pagar, comenzó a trabajar bajo las órdenes, y los deseos, de Stinge.

      Al principio, la habían puesto a ayudar en uno de sus burdeles, el más grande de los dos que poseía Ábbaro, donde eventualmente se quedó a vivir. En ese tiempo, era una niña pequeña y debilucha, medio torpe y bastante insegura, por lo que dejaba una estela de platos rotos y momentos incómodos por donde quiera que iba. Intentaba pasar desapercibida; ganaba su dinero, que no era mucho, e intentaba disfrutar los pocos momentos agradables y sus ratos libres en la antigua biblioteca, paseando con Ánuk o leyendo con Anwir, quien se había trasladado con ella y trabajaba en el mercado de Villethund como ayudante de herrero.

      Durante esos años, se había hecho amiga de una de las prostitutas, Ruby. Ruby era decente y agradable; la trataba bien y se había encariñado mucho con ella. Un día sufrió un contratiempo con un cliente; Rylee, a sus cortos quince años, la protegió con su poco conocimiento de defensa personal y su recientemente adquirida agilidad, luego de pasarse cuatro años intentando no botar las copas de cristal, de escabullirse de las palizas de su jefe y de aprender a pelear con los pillos de la ciudad. La joven estaba tan agradecida, que le pidió al administrador de ese entonces que le permitiese tener a Rylee como dama de compañía.

      Por СКАЧАТЬ