Nadie es ilegal. Mike Davis
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Nadie es ilegal - Mike Davis страница 11

Название: Nadie es ilegal

Автор: Mike Davis

Издательство: Ingram

Жанр: Социология

Серия:

isbn: 9781608460595

isbn:

СКАЧАТЬ en el periódico local, incluyendo una foto provocativa de la muchacha mayor abrazada al joven filipino. Judge D. Rohrback, la voz estridente del odio racial en Pajaro Valley, advirtió “si esta situación continúa… en diez años habrá más de 40.000 mestizos en el Estado de California”. Pero, como señaló Howard DeWitt en un importante estudio, las actitudes violentas hacia los filipinos también estaban matizadas por el hecho de que ellos trabajaban en cultivos de lechugas que controlaban corporaciones foráneas, que habían marginado a trabajadores blancos y campesinos locales7. En su constante incitación al vigilantismo, Judge Rohrback trazó una extraña ecuación relacionando el mestizaje con el desplazamiento económico. “Ellos (los filipinos) les dan ropa interior de seda y las preñan y por si fuera poco desplazan a los blancos de sus trabajos”8.

      El periódico local, el Pajaronian, que imprimía las acusaciones de Rohrback así como artículos viciosos y distorsionados sobre relaciones entre filipinos y muchachas blancas, publicó, el 11 de enero de 1930, la apertura de un negocio de catering y baile para filipinos en Palm Beach, veinte minutos al sur de Watsonville. Este lugar muy pronto se convirtió en el foco de la furia de jóvenes y desempleados blancos, atizados por la llamada al vigilantismo del Pajaronian (“Las organizaciones estatales combatirán el influjo filipino dentro del país”). Entre el 18 y el 19 de enero, los blancos provocaron repetidos y fallidos intentos de causar estragos en el baile de Palm Beach y fueron seguidos de apedreamientos en el centro de Watsonville. “Los blancos”, escribe Meynell, “formaron partidas de cacería… después de una ‘indigna reunión’ en el salón de baile local”. Mientras cientos de espectadores observaban desde la carretera, la pandilla trató de saquear el salón de baile pero fue detenida con perdigones y gases. Al día siguiente, los vigilantes tomaron venganza:

      El miércoles 22 de enero, el disturbio alcanzó su clímax cuando pandillas de cientos de personas sacaron a los filipinos de sus hogares, azotándolos, golpeándolos y arrojándolos del puente de Pájaro River. Las pandillas se alinearon en la carretera de San Juan, atacando a los filipinos en los ranchos de Storm y Detlefsen… En el campo de trabajo de Riberal, 22 filipinos fueron arrastrados y golpeados. Esta vez, la pandilla tenía líderes y estaba organizada; se movían como militares y respondían a la orden de ataque o retirada…

      En la mañana siguiente, dispararon contra una barraca en el rancho de Murphy en la carretera de San Juan. Once filipinos se refugiaron en un armario para escapar del tiroteo. Al amanecer descubrieron que otro, Fermin Tobera, había sido alcanzado en su corazón por una bala9.

      Explica DeWitt que los vigilantes que asesinaron al joven Tobera de 22 años eran también jóvenes “provenientes de familias acomodadas”, y no vagabundos sin trabajo como después trataron de pintarlos10. Aunque las autoridades de Watsonville designaron a los Legionarios Americanos (algunos de ellos probablemente vigilantes) para restaurar el orden, la masacre de Pájaro Valley tuvo una repercusión inmediata en Stockton, donde fue dinamitado un club filipino; en Gilroy, donde los filipinos fueron sacados de la ciudad; y en San José y San Francisco, donde los ingleses atacaron a los filipinos en las calles. Barracones filipinos fueron dinamitados cerca de Reedley en agosto y en El Centro en diciembre. En 1933 la legislatura cedió a las presiones de los nativistas y reformó la ley sobre el mestizaje de 1901, que ya prohibía los matrimonios de blancas con “negros, mongoles y mulatos”, incluyendo ahora a los “miembros de la raza malaya”.

      Entretanto, mientras decenas de miles de mexicanos residentes eran coercitivamente repatriados en la frontera en 1933-34, las presiones aumentaron para deportar también a los filipinos. Cuando el flujo de refugiados provenientes de terrenos semidesérticos comenzó a llegar a los valles de California, los agricultores tuvieron menos necesidad de ambos grupos que habían demostrado tanta destreza y fuerza en las últimas huelgas agrícolas.

      En agosto de 1934, por ejemplo, tres mil huelguistas filipinos se las agenciaron para lograr un aumento de salario a los cultivadores de lechuga de Salinas, una victoria casi sin precedentes en los violentos años de la depresión. Pero al siguiente mes, vigilantes campesinos armados atacaron los campos filipinos, golpeando a uno casi hasta la muerte y obligando a ochocientos de los huelguistas a abandonar el país. Cuando los trabajadores expulsados trataron de encontrar trabajo en el área de Modesto-Turlock, fueron enfrentados por otros vigilantes. Aunque transformados en parias desempleados, cazados por los vigilantes y vilipendiados por la prensa, los jóvenes filipinos de California rechazaron abrumadoramente el “barco gratis a casa” que ofrecía la legislación de repatriación de los exclusionistas11. De hecho, algunos permanecieron en los campos, donde, treinta años más tarde emergieron nuevamente en la lucha como los primeros y más fervientes defensores del la Asociación Nacional de Trabajadores Agrícolas.

      1. Citado en H. Brett Melendy, “California’s Discrimination against Filipinos, 1927-1935”, en Daniels y Olin, Racism in California, p. 141.

      2. Virtualmente todos los grupos laborales subalternos en California han sido víctimas de calumnias sexuales de una manera u otra. Carey McWilliams, por ejemplo, cita el caso de los trabajadores agrícolas punjabíes en Live Oak en 1908, que fueron golpeados y expulsados de los campos por vigilantes locales, por supuestas ofensas de “exhibicionismo indecente”. Los chinos, japoneses, armenios, okies, miembros de IWW, afronorteamericanos, árabes y mexicanos, han sido retratados por sus enemigos como “depravados sexuales”. Ver McWilliams, Factories in the Field, pp. 139-40.

      3. Melendy, “California’s Discrimination against Filipinos”, en Daniels y Olin, Racism in Califomia, pp. 144-45.

      4. McWilliams, Factories in the Field, pp. 133 y 138.

      5. Richard Meynell, “Little Brown Brothers, Little White Girls: The Anti-Filipino Hysteria of 1930 and the Watsonville Riots”, Passports 22 (1998). Extractos disponibles en http://www.modelminority.com/article232.htlml, n. p.

      6. Ibíd.

      7. Howard DeWitt, Anti-Filipino Movements in California (San Francisco: R and E Research Associates, 1976), p. 48.

      8. Meynell, “Little Brown Brothers”.

      9. Ibíd.

      10. DeWitt, Anti-Filipino Movements, pp. 49-51.

      11. Melendy, “California’s Discrimination against Filipinos”, en Daniels y Olin, Racism in Califomia, pp. 148-51.

       Capítulo 6

       IWW versus KKK

       Durante la visita de Trabajadores Industriales del Mundo se les concederá una guardia de honor día y noche, compuesta por ciudadanos armados con rifles. El juez de instrucción atenderá en su oficina todos los días.

      Harrison Gray Otis (1912)1

      Como en otros estados del Oeste, Trabajadores Industriales del Mundo (IWW) en California fueron el blanco favorito de los vigilantes. El pecado original de los wobblies (escandalosos), más que su objetivo declarado de derrocar el sistema salarial, fue su voluntad de organizar a todos los parias obreros –vagabundos blancos, mexicanos, japoneses y filipinos– que eran despreciados por los sindicatos conservadores de AFL. Entre 1906 y 1921, el igualitarismo radical y el espíritu rebelde de IWW se diseminaron con velocidad evangélica por campos, barracas, colonias de vagabundos y barrios marginales. Los wobblies defendieron la causa de los trabajadores oprimidos sin tener en cuenta diferencias de etnias y rechazaron los salarios ventajosos en favor de la “solidaridad СКАЧАТЬ