El fascismo vasco y la construcción del régimen franquista. Iñaki Fernández Redondo
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СКАЧАТЬ ritmo de crecimiento? Aunque la respuesta no es sencilla e influyeron múltiples y variados factores, en nuestra opinión se debió principalmente a dos. En primer lugar a que el trasvase de militantes desde las JAP a Falange no tuvo lugar en el País Vasco, amén de que la insignificancia numérica de las juventudes cedistas vascas tampoco hubiese conducido a un crecimiento desorbitado. La razón por la que este trasvase de militantes no se produjo está en relación directa con el segundo motivo: la existencia de otro partido insurreccional que además era un partido de masas con un sólido arraigo en territorio vasco, el carlismo. Su mayor implantación geográfica y social, de manera muy aguda en el ámbito rural, así como el desarrollo que había adquirido su rama paramilitar, el requeté, y el acendrado catolicismo que defendía, lo convertían en una opción más atractiva que Falange para todos aquellos ciudadanos vascos que habían llegado a la conclusión de que la caída del régimen republicano había de producirse por la fuerza de las armas.

      En el caso vasco, hubo tres sectores profesionales que conformaron la columna vertebral del movimiento fascista. Antes que ningún otro destacaron los estudiantes. De crucial importancia en Álava, su peso relativo decrecía en las organizaciones guipuzcoana y vizcaína fruto de la progresiva diversificación que alcanzó Falange en las provincias vascas más industrializadas y más afectadas por el proceso de modernización, gozando de una mayor capacidad de penetración en diferentes capas sociales y extendiéndose desde el que fue uno de los primeros ámbitos en que arraigó el partido, el estudiantil. Los otros grupos fundamentales en el seno de las Falanges vascas fueron los empleados y las profesiones liberales, que con la excepción de Álava agrupaban a prácticamente la quinta parte de la militancia cada uno. Estas tres categorías profesionales constituían en las tres provincias más de la mitad de los militantes, revelando su condición de partido mesocrático asentado en aquellos sectores más receptivos a los mensajes alarmistas sobre la posibilidad de una inminente revolución obrera. En este sentido, también resulta revelador comprobar que los esfuerzos que las CONS guipuzcoanas y vizcaínas realizaron para integrar a los trabajadores en sus filas se saldaron con un fracaso, apenas superando el 10 % del total. Otro fenómeno que llama poderosamente la atención es la práctica ausencia de militantes relacionados con actividades agrarias, siendo inexistentes tanto en Guipúzcoa como en Vizcaya. Poniendo esto en relación con el ámbito geográfico de implantación, parece bastante claro que el falangismo fue en el País Vasco un fenómeno esencialmente urbano y con una incapacidad manifiesta de penetración en el mundo rural. Ello se debió a que el mundo rural vasco, caracterizado por el predominio de la pequeña y mediana explotación de carácter familiar, prácticamente desconoció la irrupción de procesos revolucionarios durante el periodo republicano y a que aquí se encontraban sólidamente asentados el tradicionalismo y el nacionalismo vasco, que imposibilitaron la expansión de otros movimientos políticos que pretendían aglutinar a los descontentos con la modernidad puesto que se encontraban intensamente imbricados en las autorrepresentaciones colectivas rurales y en el ámbito de las relaciones comunitarias (Ugarte, 1998).

      En cuanto a la edad de los militantes falangistas, esta era de una extrema juventud. La edad media de los afiliados alaveses era de 21 años, la de los guipuzcoanos de 25 y la de los vizcaínos de 27. El aumento progresivo de la edad media en Guipúzcoa y Vizcaya es el resultado de la mayor diversificación que alcanzó Falange fuera de los ámbitos estudiantiles. Aun así, en todos los casos, los militantes menores de 30 años constituían al menos las tres cuartas partes del total de la militancia. Esto encaja perfectamente con la preeminencia que los estudiantes tenían dentro del partido y con la mística de la juventud que irradiaba el fascismo.

      Por otra parte, si de alguna manera hemos de categorizar la ascendencia político-ideológica de los falangistas vascos, sería en la del liberalismo en su más amplia acepción. Los procedentes del tradicionalismo, ya sea personal o familiarmente, eran muy escasos, en contraposición a la importancia que tuvo el monarquismo de origen liberal conservador, especialmente el que evolucionó en un sentido autoritario a lo largo de las primeras décadas del siglo XX, que estuvo representado por el maurismo, RE y, en menor medida, el PNE. De esta forma, podemos explicar satisfactoriamente algunos de los aspectos de la implantación geográfica de Falange en Vizcaya. Fuera de Bilbao, los núcleos falangistas más importantes se encontraban, como ya hemos visto, en Portugalete, Guecho, Valmaseda y Baracaldo, siendo los primeros más numerosos que el último. Si nos atenemos a criterios poblacionales o de conflicto sociopolítico en estas poblaciones, resulta complicado comprender por qué es una localidad como Baracaldo la que menor número de falangistas tenía, habida cuenta de que según el censo de 1930 era el núcleo más poblado de la provincia, si exceptuamos Bilbao. La razón hay que buscarla en la tradición política dominante en la derecha de estas poblaciones: tanto Portugalete como Guecho y Valmaseda poseían una larga vinculación con el monarquismo liberal frente a Baracaldo que, en el campo de la derecha, presentaba un carlismo hegemónico, tradición política que, como estamos viendo, mostró un elevado grado de impermeabilidad a la atracción fascista. Aunque la relación con el monarquismo liberal es especialmente intensa en el caso de Vizcaya, también se puede aplicar a Guipúzcoa, donde la vinculación familiar de algunos de los militantes con el monarquismo liberal conservador es evidente, como los Balmaseda Echeverría, los Ramírez de Arellano o los Gaytán de Ayala; o, incluso, a Álava, donde el núcleo fundador vitoriano familiarmente era de raigambre liberal. Esto, junto con el énfasis puesto por el fascismo en algunos de los aspectos más exaltados de la juventud, nos conduce a hablar del carácter de revuelta generacional que revistió el movimiento fascista. Frente a lo que entendían como un exceso de inmovilismo de sus mayores, los jóvenes procedentes de esta tradición política liberal conservadora optaron por un movimiento que incentivaba la acción por encima de la reflexión y apostaba por plantar cara a lo que entendían que era un proceso revolucionario y a la situación de postración que atravesaba la nación. Este fenómeno generacional ha sido detectado también en otros lugares de España y está presente en el panorama europeo (Prada Rodríguez, 2005: 181-183; Souto, 2004). En este marco se produjo un notable cambio de ciclo y de prioridades entre la década de los veinte y las derivas más puramente autoritarias, y la de los treinta y el auge de las opciones fascistas de la mano de una juventud impaciente ante la incapacidad de frenar los avances democráticos manifestados por las opciones políticas de sus progenitores.

      Según todo lo que hemos visto podemos formular algunas conclusiones. El fascismo en el País Vasco fue un movimiento marginal, íntimamente vinculado en su aparición y desarrollo a los desafíos que planteó la irrupción de СКАЧАТЬ